El joven ruso, Aleksey German Jr., tuvo que pausar la producción de esta película, que inició en 2011, por la muerte de su padre, y por trabajar, junto con su madre, en la edición de How To Be A God, la obra póstuma de su progenitor. Bajo nubes eléctricas también está atravesada por la muerte de un padre que desata diversos nudos narrativos: sus hijos descubren un pasado aberrante, la construcción de un edificio colosal del que era dueño se detiene, un grupo de empresarios japoneses quiere comprar el elefante blanco, lo que colapsaría la carrera de un joven arquitecto, los hijos del difunto millonario no tienen idea de cómo construir un futuro. Los segmentos que integran la película están unidos por un paisaje helado, de nieve y sol filtrado por una película grisácea de melancolía y desolación. Los travellings de planos medios, melódicamente coreografiados, los paisajes abiertos que parecen tomados de una ciencia ficción minimalista, la entrada y salida de diversos y curiosos personajes, imbuyen al filme en una especie de carnaval de la soledad y la desesperanza, una alegoría del estado actual del golpeado espíritu ruso. Pero los diálogos y la acción, en un tono que quiere ser poético quedándose muchas veces en lo cursi, no alcanzan los valores visuales de la película, que a falta de profundidad acaban arrastrados por la intención. Bajo nubes eléctricas es un monstruo que no termina de salir de su cueva.
SOR (@SofOchoa)