A pesar de tratarse de un thriller de acción de fórmula: en el que la investigación de un robo de banco lleva a descubrir una conspiración política más compleja que se remonta a un pasado lejano que da pie para que se planteen cuestionamientos sobre la naturaleza del mal, y que se abra espacio para escenas dramáticas mal manejadas que resultan anticlimáticas y hasta para una subtrama sobre la guerra de Afghanistán, El plan maestro (Marauders, 2016) no carece de sorpresas. Por ejemplo: la buena fotografía, que retrata una Cincinnati fría, corporativa y opresiva, y que mantiene un buen nivel sin importar si la historia está luchando contra sí misma. O que Bruce Willis haya aceptado el papel del tajante dueño de banco. Pero que parece estarse riendo internamente cuando, en su primera aparición, debe aleccionar en tono grave a unos potenciales clientes con una metáfora rebuscada sobre una araña pegada a la ventana y la naturaleza ambiciosa del hombre. Le faltó la risa de villano al final de la secuencia.
El plan maestro es el tipo de película escrita como es editada una mala secuencia de acción: con muchos cortes pero sin demasiada lógica ni continuidad. En el guion hay mucha información, muchos datos que se van aglutinando, entrelazando y ennudando y que dificultan la verosimilitud. El director Steven C. Miller logra transmitir cierto grado de emoción en algunos momentos de acción. Por ejemplo: el robo de banco, ejecutado por hombres enmascarados, a medio camino entre un stormtrooper y el villano de Fury Road, realmente establece terror y te hace entender con la piel por qué nadie se movió en ese asalto. Pero rápidamente ese terror se diluye entre largas explicaciones que derivan en todavía más rebuscadas explicaciones que parecen llevar a la historia sin fin. En nada ayuda la edición, que en lugar de crear contrastes resalta la disparidad entre las más o menos bien manejadas secuencias de acción y los totalmente anticlimáticos momentos dramáticos.
SOR (@SofOchoa)
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Fecha de estreno en México: 17 de febrero, 2017.