Cuando cumple once años, Martín Poyo (Emanuel Lattanzio) recibe como regalo un telescopio. Una tarde, mientras lo utiliza para echar un vistazo al edificio que queda justo enfrente del suyo, descubre que uno de sus inquilinos es un viejo científico que realiza experimentos en su laboratorio. Martín se queda sorprendido cuando ve que el gato del científico disminuye de tamaño luego de que éste le da una pócima, así que va a investigar y así conoce al doctor Funes (Farnesio de Bernal), quien le explica que ha descubierto una fórmula para recuperar la juventud. Ansioso por volver a tener la vida de un muchacho, el propio doctor Funes ingiere su poción, convirtiéndose en un niño (Daniel Carrera). Inicia así una amistad que irá creciendo cuando Pablo (la versión infantil del doctor Funes) le pida a Martín que lo lleve a su casa, donde conocerá al señor y a la señora Poyo (Martín Altomaro y Giovanna Zacarías) y se integrará como un nuevo y peculiar miembro de la familia. A partir de entonces los dos amigos vivirán una serie de aventuras en torno a la fórmula de la juventud, las cuales se irán complicando cuando el doctor Moebius (Patricio Castillo), un viejo rival del doctor Funes, intente apoderarse de ella.
Basada en el cuento infantil del escritor Francisco Hinojosa, La fórmula del doctor Funes es una película que, si bien presenta situaciones que podrían parecer inverosímiles o exageradas ante la mirada de un espectador adulto, consigue crear un universo narrativo en sintonía con la imaginación y el espíritu lúdico de los niños, público al que está claramente dirigida. En este sentido, la puesta en escena planteada por el director José Buil, acierta al recrear un mundo que, a partir de los vistosos decorados o del llamativo vestuario de los personajes, se desmarca de un contexto realista para instaurar un entorno de fantasía con sus propias reglas y su propia lógica, y en el que la ciencia y la magia son fenómenos que confluyen, tal y como lo expresa en términos visuales la disposición y la dinámica del laboratorio del doctor Funes, que lo caracteriza más como un alquimista que como un científico propiamente dicho. Asimismo, los efectos especiales utilizados resultan convincentes y apoyan esa construcción de un mundo fantástico, sobre todo cuando llega el momento de representar las insólitas transformaciones a las que da lugar la pócima de la juventud. Ahora bien, aun dentro de su propia lógica y sus convenciones de cuento infantil, hay ciertas escenas que resultan ingenuas y menos convincentes –quizá porque se producen en espacios que no han sido debidamente separados de un contexto realista– como ocurre en la escuela de Martín cuando el personaje del director asume con total naturalidad que una de las profesoras haya sido convertida en una niña por obra de unas manzanas (según se lo hacen creer Martín y Pablo). Este tipo de inconsistencias en la trama, así como algunas actuaciones que se perciben en exceso impostadas –como la de Daniel Carrera interpretando al doctor Funes niño–, le restan fuerza a un filme que, a pesar de sus virtudes, no pasa de ser una obra de mero entretenimiento para el público infantil.
Fecha de estreno en México: 6 de noviembre, 2015.