Mary (Christie Burke) y Jack (Jesse Moss) están a punto de ser padres; una sala de parto enmarca el rostro de dolor de la mujer. Lo que debía ser un nacimiento sencillo se complica a causa del número de bebés dentro del vientre de Mary. Adam sobrevive, pero su hermano gemelo no. La joven pareja intenta rehacer su vida, mudándose a una hermosa casa en los suburbios para cuidar a su hijo de forma amorosa. Jack es un abogado que, para cerrar un trato importante, debe ausentarse por un periodo prolongado poco después de cambiarse a este nuevo lugar, por lo que Mary termina lidiando con la mudanza, el cansancio que implica el cuidado de un recién nacido y el dolor de la pérdida de su otro hijo. Su intranquilidad no le permite dormir, por lo que una noche, mientras observa a Adam durmiendo, se percata de una figura que acompaña al niño en su cuna. La madre corre hasta la habitación del niño, pero no hay nada ahí. Agobiada por las visiones, Mary comienza a presentar un cuadro de deterioro mental, que lleva a su esposo a considerar el uso de medicamentos para ayudarla. Incluso, consultan su condición con un psiquiatra que sugiere guardar las cosas del mortinato para evitar que su depresión se agrave, pero a pesar de que nadie le cree, ella está segura de que algo quiere llevarse a su bebé.
La maldición del diablo (Still/Born), primer largometraje de Brandon Christensen, hace uso de la fragilidad ante la pérdida y el instinto materno para construir una historia que por momentos conserva cierta semejanza con The Babadook (2014), de Jennifer Kent, y El orfanato (2007), de J.A. Bayona, pero que, sin embargo, mantiene un rasgo único al no intentar explorar el vínculo madre e hijo, sino que oscila entre problemas psicológicos y sucesos paranormales. La ambigüedad forma parte crucial de la cinta, debido a que el guion construido por Colin Minihan –escritor y director de Grave Encounters (2011)-, no nos permite, en una primera instancia, deducir si aquello que le sucede a Mary es parte de su periodo de duelo o realmente hay un ente que acecha a su recién nacido. La casa suburbana donde sucede la trama –a pesar de ser un lugar de gran tamaño- mantiene una atmósfera opresiva, esto en parte gracias al lente de Bradley Stuckel, quien utiliza la mayor parte del tiempo planos medios y primeros planos de Mary, para transmitir la angustia de una mujer por perder a su otro hijo. El trabajo actoral de Burke es notable; de manera auténtica y verosímil, ella muestra la evolución –o el descenso- de su personaje a medida que el suceso traumático la va consumiendo. A pesar de ello, la película recurre a los trucos ramplones que utilizan varios filmes en la actualidad –ya sea la inserción de un personaje cuyas articulaciones parecen dislocadas o el aumento en el volumen del sonido unos segundos antes de que aparezca algo que nos haga saltar de la butaca-, mismos que desmerecen el trabajo de un filme que no requería su uso, pues tanto su historia como la interpretación de la actriz principal, podían llevar a buen puerto este largometraje.
Fecha de estreno en México: 5 de julio, 2018.