Ve aquí nuestra entrevista con David Pablos
Sofía (Nancy Talamantes) tiene catorce años, vive en una zona de bajos recursos en Tijuana, con su hermano de tres años y una madre que permanentemente está fuera de su casa. No tiene padre. Parece ser un foco perfecto de vulnerabilidad. Al menos así la ve Ulises (Óscar Torres), un adolescente que la enamora para reclutarla en el negocio familiar, donde su padre (Edward Coward) y su hermano mayor, Héctor (José Cabuto) tienen éxito destruyendo vidas de jovencitas. Para Ulises, Sofía es la primera de sus víctimas, pero su corazón no curtido para la crueldad no le permite actuar con “el profesionalismo” que se requiere.
El segundo largometraje de David Pablos (La vida después, 2013), inspirado en la novela homónima de Jorge Volpi, se sitúa en la tétrica cultura de la “trata de mujeres”. Muestra cómo el enamoramiento ha sido una técnica de envolvimiento a través de la que se esclaviza lenta pero efectivamente el cuerpo y mente de la mujer, y enseña también cómo, cuando esto no funciona, el rapto es una solución eficaz. La sociedad, pues, queda expuesta a la codicia inhumana de los victimarios, la corrupción y complicidad del gobierno, y la insatisfacción sexual y egoísmo de los clientes, todos invadidos por un machismo perverso. Incluso algunas de las mujeres, en parte por sobrevivencia, en parte por cultura, no dejan de verse a sí mismas como mercancía. Pablos otorga dimensiones justas, complejas y muy dolorosas al problema, y lo hace dignificando a las víctimas, evadiendo a toda costa el fácil camino del morbo. La forma del filme, que fusiona con fortuna elementos de abrumador naturalismo con desplantes estilísticos tanto visuales como sonoros (encuadres, sobreexposiciones de luz, sonidos fuera de campo, intervenciones musicales puntuales), enseña solo lo necesario para exponer los cimientos de un infierno. Es el espectador quien debe rellenar con sus conocimientos previos (aunque no sean de primera mano) esta maqueta del horror. Así desenmascara Pablos qué tanto sabemos en realidad del tema, haciéndonos cómplices –como meros espectadores– de ese silencio indispensable para que el negocio siga creciendo. El tema de la familia y su papel en la transmisión de valores le da una profundidad aún más lacerante a estos círculos viciosos. Irónicamente, la familia unida en el filme es la de los criminales, que se cuidan y procuran –y usan- los unos a los otros; siempre con el incentivo del crecimiento económico de por medio. Incluso ellos han dejado de distinguir las divisiones entre interés monetario y amor. Al objetivar tan violentamente a la mujer, los proxenetas se convierten en objeto –y víctimas- de un sistema de esclavitud moderno. Son las mujeres de la película las que viven en núcleos familiares de comunicación destrozada, que apenas penden de algunos hilos que no son lo suficientemente fuertes para sostener a sus miembros cuando caen en las trampas de la inconsciencia. Porque lo que sí deja muy claro Las elegidas es que en estos escenarios, la inocencia, la pobreza y el silencio son los más caros de los “errores”.
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Disponible en Netflix a partir del 8 de mayo.
Fecha de estreno en México: 22 de abril, 2016.