Nojoom (Reham Mohameed) es, como dice el largo título de la película –desde su versión original- una niña de diez años que busca divorciarse. Así es. Su verdadero nombre es Nojood (que se traduce como “escondida”, pues su padre deseaba un varón), pero ella y su madre prefieren Nojoom (que significa “estrellas”). Vive en Yemen, integrante de una familia muy humilde, compuesta por su padre (Ibrahim Alashmori), campesino, ignorante y muy pobre, dos esposas (la madre de Nojoom (Naziha Alansi) y otra mujer (Shafikha Alanisi)), dos hermanas y dos hermanos. Muchas bocas que alimentar para el responsable de la casa. Además, una de las hermanas mayores de Nojoom es violada por el hijo de un amigo de su padre, así que éste decide que la familia abandone la aldea donde vivían (un área muy verde, con vacas y borregos, espacio abundante) para viajar a una ciudad (la capital, Sana) dominada por el árido y homogéneo beige de las construcciones, en la que a diferencia del pueblo las mujeres deben cubrirse con un velo la cabeza (muchas incluso llevan la cara tapada por el burka), donde habitarán un minúsculo departamento, en una zona populosa, desfavorecida. El padre no encuentra trabajo, la comida escasea en la casa y, desesperado, recurre a una añeja tradición tribal común en muchos lugares de Oriente Medio (que también ocurre en países como el nuestro): intercambiar permanentemente a su pequeña hija Nojoom con un hombre interesado en ella por una dote que le permita solventar sus problemas económicos temporalmente; es decir, vende a una niña como esposa para un adulto a cambio de unas monedas. El día de su boda, significativamente, Nojoom abandona el festejo para ir a jugar a la calle con unas amiguitas y, en una secuencia como de filme de Jafar Panahi, empeña el anillo de casada que acaba de recibir para comprar una muñeca. Ya por la noche, en la aldea de su flamante marido, es obligada por él, mediante golpes y amenazas, a consumar el matrimonio. Los días posteriores empeoran los maltratos a Nojoom; la suegra la piensa un ser maligno por rebelarse a la tradición y a su esposo. Después de semanas de conflicto constante, harto por su impertinencia, el esposo decide regresar a Nojoom con sus padres para que la pongan en cintura. La niña, esperanzada de recibir el apoyo familiar, se enfrenta con la furia de su papá; el hombre siente que la niña lo está deshonrando. Atrapada, sin aparente salida, Nojoom escapa y, por sus propios medios, llega a los juzgados donde intentará que el sistema de justicia de un país tan conservador, eso, le haga justicia y ponga fin a su involuntario matrimonio. En el hecho de poder lograrlo correrá la suerte del resto de su vida, pero también el de muchas otras mujeres (niñas) de su país.
Khadija Al-Salamia, quien debuta como directora de filmes de ficción con Me llamo Nojoom… es escritora y documentalista, y se nota. La película tiene un fuerte apego a ese tipo de realismo que se emparenta con el documental (y también parece alimentarse del cine temprano de Abbas Kiarostami), y muestra evidentes marcas literarias toda vez que, además, se trata de la adaptación del relato biográfico de la adolescente yemení, Nujood Ali, escrito en colaboración con la escritora francesa Delphine Minuoi. A Al-Salamia le cuesta trabajo transformar en imágenes frescas la fuerza que transmite la historia, descansa demasiado en las palabras y suele caer en la tentación del melodrama con tal de no dejar duda sobre las emociones que quiere trasmitir al espectador. La realización por momentos es desaseada (como de proyecto escolar) y la edición no siempre ayuda a imprimir fluidez a las acciones, evidenciando algunas fallas interpretativas. Y, en su intención por eludir todo tipo de maniqueísmo y presentar la situación en toda su complejidad (lo cual logra, por ejemplo, enseñando que este tipo de asuntos tampoco son aceptados por toda la comunidad yemení), la directora se siente obligada a asumir una postura didáctica desde la que evita juzgar a los aparentes responsables, depositando la culpa en el sistema social en su conjunto, que por un lado mantiene a buena parte de la población en la ignorancia y, por otra, no ha hecho lo suficiente por romper con tradiciones no sólo retrógradas sino inhumanas que parecerían inexplicables a estas alturas de la historia del mundo. Por lo tanto, la película constantemente parece más un proyecto auspiciado por alguna ONG que en verdad un filme independiente. Lo que, pese a todo, lo hace trascender la suma de estos defectos, es tanto la integridad propia y la inquietante peculiaridad de la historia, algunos momentos lúcidos del montaje (tanto a través de algún flashback -otros se sienten forzados-, como cuando lo hace en paralelo para incrementar la tensión) y, en última instancia, la decisión con que Al-Salamia (que también sufrió un drama similar en su vida) acomete el caso tratándolo de forma frontal, pero sin dejar que la dominen ni los miedos, ni los rencores, ni los prejuicios, ni la óptica de género.. Me llamo Nojoom es, por encima de todo, un alegato a favor de los derechos que las mujeres merecen le sean respetados por la sociedad y el estado, una demostración contestataria de lo inevitable que resulta rebelarse ante los órdenes establecidos que en lugar de favorecer la libertad la oprimen. Pese a que lamentablemente no abundan los casos así, existen ejemplos contundentes como éste de que, aun siendo niñas, pese a tener todo en contra, ellas mismas tienen el espíritu para defender esos derechos y exigirlos, sin victimizarse, con una dignidad y un valor que desde entonces nada tienen de infantiles.
Alfonso Flores-Durón (@SirPonFDyM)
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Fecha de estreno en México: 27 de julio, 2017.