Dato curioso: aunque ya había sido usado antes de la llegada de la televisión, no fue hasta que este medio se volvió ubicuo, que el close-up se convirtió en un elemento básico del cine. Originalmente, el cine había evitado este recurso, dado que se veía como una limitante, y los directores querían sacar el mayor provecho de sus encuadres, combinando a las personas con ciertos espacios y fondos, para tener una imagen más completa. Sin embargo, los primeros días de la televisión tomaron lugar en pequeños estudios donde el fondo era solamente la escenografía del set, y por lo tanto, no eran tan relevantes; esto dio lugar a que los directores se enfocaran más en los rostros de sus actores. El tiempo pasó, y esta práctica se introdujo en el cine a tal grado, que hoy en día los close-ups son incluso parte del proceso de negociación para muchos actores, que requieren cierto número de acercamientos en las películas en las que acceden participar. En esencia, el close-up se traduce en una reflexión psicológica del personaje, es un diálogo visual relatando estados emocionales que las palabras no pueden ajusticiar, y trae consigo cierta intimidad, casi desconcertante, que permite a la audiencia conectar con la película a un nivel más personal, más visceral. Candice Drouet elaboró un montaje en el que el close-up es explicado de manera creativa, junto con una explicación histórica. Se incluyen películas de Ingmar Bergman (Persona, 1966), David Fincher (El Club de la Pelea, 1999), Quentin Tarantino (Tiempos Violentos, 1994), Sam Mendes (Belleza Americana, 1999), Sergio Leone (El Bueno, el Malo y el Feo, 1966), Alfred Hitchcock (La Ventana Indiscreta, 1954), John Huston (El Tesoro de la Sierra Madre, 1948), Blake Edwards (Desayuno con Diamantes, 1961), Nicholas Ray (Rebelde sin Causa, 1955) y algunos otros, para probar que desde la Edad de Oro de Hollywood hasta el día de hoy, no hay sustituto narrativo que pueda sustituir al hecho de mirar a un personaje a los ojos.
[Trad. Viera Khovliáguina]
Fuente. FilmSchoolRejects