En literatura, las descripciones gráficas de los peligros y amenazas representadas por diversos monstruos, mediante violentos pasajes de desmembramientos, son tan antiguas como el Beowulf, aunque no sería sino hasta el siglo XIX ,cuando la novela The Castle of Otranto de Horace Walpole dio paso al auge del romance gótico, que el género de terror se pondría de moda como tal. Sin las obras precursoras de Walpole y otros autores góticos más conocidos, como Mary Shelley y Bram Stoker, probablemente no contaríamos hoy en día con las narraciones de Edgar Allan Poe, H.P. Lovecraft o Stephen King. Sin embargo actualmente, cuando pensamos en el género de terror, por lo general lo relacionamos con el cine, considerando la variedad de sus subgéneros contemporáneos e incluyendo los inquietantes giros psicológicos que los cineastas de hoy aplican sobre los viejas películas de monstruos, como ocurre por ejemplo en The Babadook (Jennifer Kent, 2014).
¿Pero hasta dónde se pueden rastrear los orígenes del cine de terror? ¿Empezó todo en 1931, cuando el público de esos años vio a Boris Karloff en el Frankenstein de James Whale y a Bela Lugosi en el Drácula de Todd Browning? Ciertamente se trata de filmes clásicos del género, pero no constituyen el origen de las películas de terror. Lo mismo se puede decir del Nosferatu de F.W. Murnau, de 1922, y de un filme tan emblemático del expresionismo alemán como El gabinete del Dr. Caligari, realizado por Robert Weine en 1920.
En realidad, para ubicar la primera película de terror es necesario remontarnos a los propios orígenes del cine, pues fue en 1896 cuando el genio francés de los efectos especiales, George Méliès, realizó un corto de poco más de tres minutos de duración titulado Le Manoir du Diable (La mansión del diablo). Méliès, conocido sobre todo por su fantasía muda de ciencia ficción, Viaje a la Luna (1902), empleó en este caso sus innovadores métodos para contar la historia de un enorme murciélago que vuela dentro de una habitación y se transforma en Mefistófeles. Entonces se para sobre un caldero e invoca a una niña junto con algunos fantasmas, esqueletos y brujas, hasta que uno de estos seres saca un crucifijo y el demonio desaparece. Puede que no sea una trama muy elaborada y que el resultado no sea especialmente terrorífico, pero es un excelente ejemplo de las técnicas que Méliès descubrió ese año y que utilizó para crear, desde un punto de vista técnico, el primer filme de terror, y una de las primeras películas que deliberadamente usaron efectos especiales con la intención de causar miedo en sus espectadores.
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Fuente: Open Culture