Reseña, crítica Cómo ser un latin lover - ENFILME.COM
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FICHA TÉCNICA
How To Be a Latin Lover
Cómo ser un latin lover
 
EEUU
2017
 
Director:
Ken Marino
 
Con:
Eugenio Derbez, Salma Hayek, Rob Lowe, Michael Cera, Raphael Alejandro
 
Guión:
Chris Spain, Jon Zack
 
Fotografía:
John Bailey
 
Edición:
John Daigle
 
Música
Craig Wedren
 
Duración:
1:55
 

 
Cómo ser un latin lover
Publicado el 09 - May - 2017
 
 
  • Con How To Be a Latin Lover, Derbez se ha confirmado como un paladín más de la cruzada antidiversidad que encabeza la industria de cine más poderosa de Occidente.  - ENFILME.COM
  • Con How To Be a Latin Lover, Derbez se ha confirmado como un paladín más de la cruzada antidiversidad que encabeza la industria de cine más poderosa de Occidente.  - ENFILME.COM
  • Con How To Be a Latin Lover, Derbez se ha confirmado como un paladín más de la cruzada antidiversidad que encabeza la industria de cine más poderosa de Occidente.  - ENFILME.COM
 
por Sofia Ochoa Rodríguez

 

Eugenio Derbez está convertido en el Rey Midas de la taquilla mexicana y no se queda atrás con la estadounidense. A través de Pantalion Films, la sociedad binacional de Televisa y Lionsgate, ha estrenado sus éxitos -No se aceptan devoluciones (2013) y How to Be a Latin Lover (2017)- primero en Estados Unidos, después en México, con un par de semanas de diferencia, cada una, en su momento, sumando cifras millonarias. La primera fue la puerta grande de entrada del actor, director y productor, a Hollywood, donde ha podido aportar su conocimiento de la idiosincrasia mexicana, manifestado sobre todo en el característico humor que durante décadas ha cultivado la televisión nacional y que Derbez no ha dejado de alimentar con su cursi, esponjoso y edulcorado estilo, primero en la pantalla chica, ahora en la grande y en inglés: ese de doble sentido, poco crítico, simplón, de recurrentes y gratuitas connotaciones sexuales y escatológicas, bully, clasista, machista y aniñado. Una versión estadounidense cercana al estilo de Derbez sería el también taquillerísimo Adam Sandler (con quien hizo Jack & Jill en 2011), que explota los peores rasgos de la cultura estadounidense, como la xenofobia y el machismo, para crear películas “para toda la familia” que acaban siendo éxitos comerciales (guiño a los que siguen sorprendidos de que el líder de EEUU sea un presidente xenófobo, machista e ignorante).

Derbez ha sabido ocuparse del mercado de latinos migrantes, ahora tan castigado en Estados Unidos, que había sido totalmente desdeñado en las producciones de Hollywood. Les ofrece a los paisanos un lazo al país que extrañan –pero al que no pueden volver–, con material bilingüe, e historias que adaptan las aspiraciones del sueño americano a las pieles, las facciones, los acentos y las costumbres de la cultura latina, especialmente la mexicana. En sus dos películas más taquilleras, Derbez interpreta a personajes que tuvieron que migrar a Estados Unidos, y que se han adaptado exitosamente a la vida en ese país, sin dejar de practicar algunas de sus costumbres, como comer tortillas, zapear a tu hermano, bailar salsa o alburear. Además resalta dos valores que en el imaginario popular de los mexicanos y los latinos se reconocen como característicos en contraposición a los estadounidenses y los europeos: el buen humor y la unión familiar, incluso a pesar de la adversidad.

Para How to Be a Latin Lover, Derbez supo capitalizar a su favor el “momento Trump”. Entendió que ahora, más que nunca, el triunfo de un hispanohablante, especialmente de un mexicano (no hay que olvidar que el principal blanco de ataque durante de la campaña de Trump fuimos, precisamente, los mexicanos), se pueda interpretar como una vendetta en contra del impopular mandatario, y así lo ha comunicado en su campaña a través de redes sociales. En un video publicado antes del estreno en Estados Unidos, aparece Derbez frente a la Casa Blanca, diciendo que el éxito de su película servirá “pa’ que [Trump] vea que los mexicanos y los latinos en este país no venimos na’más a robar (sic)”. El chiste se cuenta solo, y podría ser suficiente prestar atención a esa frase para adivinar que la película a la que alude está más cerca de los clichés y estereotipos que lastiman a nuestra cultura, que pavimentan el camino para que hombres como Trump nos llamen violadores y criminales sin que necesiten demostrar nada, que de contener alguna postura crítica o de confrontación frente a los maltratos del ejecutivo estadounidense. A estas alturas del partido, todos sabemos que quien busque un éxito seguro no desafiará al status quo comercial. Aunque con personajes que también hablan español, How to Be a Latin Lover va con la corriente de las narrativas hegemónicas que, con una manufactura cumplidora sin ser notable, enarbolan los valores que tienen al mundo de cabeza: el culto al dinero y al acumular, el machismo, la manipulación, la frivolidad, el usar a las personas antes que respetarlas. Pero, peligrosamente para los espectadores que solo buscan pasar un buen rato (con el plus de que pueden sentir que al comprar su boleto de How to Be a Latin Lover se están chingando a Trump, como diríamos los mexicanos), esos valores de odio van envueltos en la bandera de la comedia, de chistes de pastelazo, de supuesto entretenimiento inofensivo y familiar, y se tiran de la torre del heroísmo patriotero como un falso gesto de reivindicación nacional.

Máximo (Derbez), el protagonista de How to Be a Latin Lover, es un gigoló que vive de una viejecita que se ligó en sus años mozos. Pero después de 25 años de casado, ha entrado en una zona de confort y, enceguecido por su narcisismo, ni cuenta se da de cuando otro joven (Michael Cera), le baja a la esposa, quien lo corre de su mansión dejándolo en la calle. Ahora, Máximo tiene la misión de encontrar a una nueva esposa que lo mantenga como millonario y mientras tanto le suplica refugio a su hermana viuda, la arquitecta Sara (Salma Hayek), a quien lleva más de 10 años ignorando, que vive en un pequeño departamento con su inteligente y estudioso hijo, Hugo (Raphael Alejandro). Su sobrino estudia en un prestigioso colegio de paga, y la niña (Mckenna Grace) que le gusta es la nieta del nuevo blanco de Máximo, Celeste (Raquel Welch), una viuda millonaria de la tercera edad. Hugo puede ser el pase de entrada para que Máximo se acerque a Celeste, así es que lo entrena para que sea un latin lover, supuestamente gane confianza en sí mismo (aunque en realidad no hace otra cosa que menospreciar e intentar esconder la esencia de su sobrino), y así logre que la nieta lo invite a su fiesta que será en la mansión de la abuela. Por supuesto que ni la madre ni el hijo están al tanto de las verdaderas intenciones de Máximo. Los consejos que ofrece al sobrino (camina con seguridad, mantén el contacto visual), similares a las consignas de autorechazo de la publicidad más tradicional, rematan con la máxima machista: “a las mujeres les encanta que les digas qué hacer porque no saben lo que quieren”.  Cuando Hugo aplica esto a la práctica, aparentemente falla; pero en el resto de la película, funciona, pues el dinero es el motor principal no solo de Máximo, sino del perdón. Una vez que el personaje de Hayek descubre la manipulación de su hermano, le deja de hablar, hasta que él, a través del dinero de una nueva esposa, le ayuda a que tenga la oportunidad de realizar su sueño. No solamente Máximo no está mal en sus valores y en sus métodos, sino que acaba siendo el héroe.

En la mitología grecolatina, tiempo después de que el Rey Midas deja de convertirlo todo en oro, lo castigan poniéndole unas orejas de burro que él esconde bajo un turbante. No quiero aludir al burro que Derbez dobló en Shreck, pero sí a su momento más lúcido en How to Be a Latin Lover. Cuando llega a un club deportivo en un auto nuevo, uno de los chicos del valet le pregunta cómo le hace para estrenar tantos autos tan seguido; él contesta: “perdiendo la dignidad”. La autodenigración es más chistosa cuando es verdad. Pero perder la dignidad es la peor estrategia para hacerle frente a la imagen ya de por sí degradada de los mexicanos en Estados Unidos. Si a Derbez le ha funcionado la estética de la autodegradación para abrirse paso en una industria que él admira, es una decisión personal y profesional, pero convertir esto en una bandera de rescate de lo mexicano frente a Trump es, cuando menos, manipulador y contraproducente… y deplorable (incluso aunque en gustos se rompan géneros). Películas como How to Be a Latin Lover, más que acercarnos a nuestra esencia como mexicanos o latinos, contribuyen a desaparecer las posibilidades en el imaginario de los espectadores de concebir una vida digna y exitosa fuera de los parámetros que ofrece Hollywood. Es decir, películas así, por más records que rompan, a nivel de respeto, de dignidad y de apertura creativa, nos disminuyen más de lo que nos aportan. Con How To Be a Latin Lover, Derbez se ha confirmado como un paladín más de la cruzada antidiversidad que encabeza la industria de cine más poderosa de Occidente.

 
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