Reseña, crítica El extraño del lago - ENFILME.COM
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FICHA TÉCNICA
L'inconnu du lac
El extraño del lago
 
Francia
2013
 
Director:
Alain Guiraudie
 
Con:
Pierre Deladonchamps, Christophe Paou, Patrick d'Assumçao, Jérôme Chappatte
 
Guión:
Alain Guiraudie
 
Fotografía:
Claire Mathon
 
Edición:
Jean-Christophe Hym Duración:
97 min.
 

 
El extraño del lago
Publicado el 08 - Abr - 2014
 
 

  • Guiraudie aborda con naturalidad el tema de la homosexualidad. Destaca el desapego y gozo con que filma los actos sexuales, pues los cuerpos se ofrecen a la cámara sin pudor. Solo presume una narrativa llana y sin periplos drásticos, apenas sí ilustrativos, del mismo modo que fotografía el vaivén de los árboles y el movimiento de los rayos del sol sobre el agua.  - ENFILME.COM
  • Guiraudie aborda con naturalidad el tema de la homosexualidad. Destaca el desapego y gozo con que filma los actos sexuales, pues los cuerpos se ofrecen a la cámara sin pudor. Solo presume una narrativa llana y sin periplos drásticos, apenas sí ilustrativos, del mismo modo que fotografía el vaivén de los árboles y el movimiento de los rayos del sol sobre el agua.  - ENFILME.COM
  • Guiraudie aborda con naturalidad el tema de la homosexualidad. Destaca el desapego y gozo con que filma los actos sexuales, pues los cuerpos se ofrecen a la cámara sin pudor. Solo presume una narrativa llana y sin periplos drásticos, apenas sí ilustrativos, del mismo modo que fotografía el vaivén de los árboles y el movimiento de los rayos del sol sobre el agua.  - ENFILME.COM
  • Guiraudie aborda con naturalidad el tema de la homosexualidad. Destaca el desapego y gozo con que filma los actos sexuales, pues los cuerpos se ofrecen a la cámara sin pudor. Solo presume una narrativa llana y sin periplos drásticos, apenas sí ilustrativos, del mismo modo que fotografía el vaivén de los árboles y el movimiento de los rayos del sol sobre el agua.  - ENFILME.COM
  • Guiraudie aborda con naturalidad el tema de la homosexualidad. Destaca el desapego y gozo con que filma los actos sexuales, pues los cuerpos se ofrecen a la cámara sin pudor. Solo presume una narrativa llana y sin periplos drásticos, apenas sí ilustrativos, del mismo modo que fotografía el vaivén de los árboles y el movimiento de los rayos del sol sobre el agua.  - ENFILME.COM
  • Guiraudie aborda con naturalidad el tema de la homosexualidad. Destaca el desapego y gozo con que filma los actos sexuales, pues los cuerpos se ofrecen a la cámara sin pudor. Solo presume una narrativa llana y sin periplos drásticos, apenas sí ilustrativos, del mismo modo que fotografía el vaivén de los árboles y el movimiento de los rayos del sol sobre el agua.  - ENFILME.COM
  • Guiraudie aborda con naturalidad el tema de la homosexualidad. Destaca el desapego y gozo con que filma los actos sexuales, pues los cuerpos se ofrecen a la cámara sin pudor. Solo presume una narrativa llana y sin periplos drásticos, apenas sí ilustrativos, del mismo modo que fotografía el vaivén de los árboles y el movimiento de los rayos del sol sobre el agua.  - ENFILME.COM
 

Por Verónica Sánchez Marín (@SofiaSanmarin)

Ve aquí nuestra entrevista con Alain Guiraudie

El extraño del lago está filmada en el contexto privilegiado de la mayoría de las películas de Alain Guiraudie (No Rest for the Brave, 2003; Sol para los pobres, 2001): un ambiente rural francés que esplende al fondo –sus historias no suceden en las ciudades, sí en el campo, al aire libre, afincadas en la provincia–. El realizador galo propone en la cinta una nueva perspectiva de ese paisaje bucólico convirtiendo un lago de la campiña en un espacio donde va tomando forma un thriller erótico en el que se mezclan una historia de amor fou, el sexo, el deseo y un crimen espontáneo.

Es verano y Franck (Pierre Deladonchamps), un solitario joven homosexual de personalidad dulce, enamoradiza y a la deriva en lo profesional y emocional, visita como cada año esa laguna frecuentada por gays de todas las edades y en la que predomina un ambiente de promiscuidad. El ritual de conquista es tumbarse desnudos sobre las toallas en el suelo, frente al marisma de cuerpos y miradas lascivas en espera del “ligue” y el intercambio carnal. En este oasis alejado del mundo, poblado por morfologías masculinas al desnudo, con una variedad de individuos musculosos u obesos, Franck pasa su tiempo. Nada en el lago en busca de sexo furtivo. También busca la compañía de Henry (Patrick Assumçao), asiduo visitante con oficio de leñador, de aspecto triste y regordete, aparentemente heterosexual, confundido emocionalmente ante el abandono de su pareja. Este observador visita esta parte del bosque porque para él es –en sus propias palabras– “tranquila”. La conversación recurrente moldea gradualmente una relación de amistad entre los dos, con la salud propia de un par de afinidades dispuestas a compartir sus respectivas soledades.

Desde su arribo al lago, Franck conoce a Michel (Christophe Paou), un hombre varonil y seductor. Se siente atraído por él, pero está fuera de su alcance, ya que éste tiene un amante posesivo. La pasión que le despierta lo lleva a admirarlo a lo lejos o a hurtadillas entre los arbustos del bosque. Una de esas tardes, justo antes del anochecer, a la distancia, Franck se vuelve testigo involuntario de un homicidio: después de una discusión, Michel asesina a su pareja, ahogándolo en el lago. Los motivos del crimen nunca se saben.

Aquí la primera ruptura: en un espacio donde no hay secretos –ahí todos se desinhiben sexualmente–, aparece el entresijo de una fechoría. La señal más clara del peligro inicia con el hecho de que el protagonista calla algo que pone en riesgo la paz del lago. La fijación que Franck siente por Michel lo conduce a comportarse de manera incomprensible, pasando por alto el crimen. Franck propicia un encuentro con él, y a medida que el vínculo entre ambos comienza a estrecharse dentro del lago, el deseo y el miedo del primero marcarán en adelante su relación con ese individuo del que no conoce nada certero más que el asesinato. Franck está consciente de la tendencia sociópata de Michel, pero tan atrapado se encuentra en su pasión que está dispuesto a mantener las apariencias, incluso cuando se descubre el cadáver, acontecimiento que introduce en el filme el género policíaco con algunos de sus elementos característicos, como el arribo del sereno y encorvado detective Damroder (Jerome Chappatte), y la investigación basada en preguntas, dudas y conjeturas que éste formula entorno a Franck y Henry, sospechosos del fallecimiento no resuelto.

El título original del filme, L’inconnu du Lac (El desconocido del lago), tiene una connotación ambivalente: ¿quién es el extraño que da título a la cinta? Podría referirse prácticamente a cualquiera de los personajes. A Michel, sin duda; al muchacho asesinado; a Franck, que por sus desórdenes mentales y disipación es cómplice silencioso de un crimen; o incluso Henry, quien parece una excepción en medio de la comunidad homosexual. Ni siquiera tenemos la certeza de que esos sean sus nombres: las identidades –la vida, la familia, el trabajo– se quedan fuera de la pantalla.

La narrativa de la película está estructurada bajo el esquema tradicional de A (Franck) conoce a B (Michel) que está con C (su pareja), mientras A le cuenta a D (Henry) su periplo con B; composición que bien podríamos derivar de películas tan disímiles como El último tango en París (1972) –donde el amor destructivo es el que concluye en crimen–, La boda de mi mejor amigo (1997) –donde el crimen está ausente y la amistad rescata a un corazón roto–, pero que en las manos de Guiraudie deviene en un thriller erótico –en la línea de filmes como Eyes Wide Shut (1999) o Crash (1996), cintas donde prevalece una amenaza constante a protagonistas rodeados de peligro– que cruza los límites del enamoramiento y el deseo, para dejar al descubierto las implicaciones de que un espíritu destructivo –el de Franck–, se deje abrazar por la intemperancia y la inercia.

El punto de ruptura, donde el nudo de la trama comienza a asfixiar, es ese momento en el que atestiguar un crimen se transforma en un acto de silencio y no de denuncia; una incongruencia moral que nunca se pone en tela de juicio. En la historia de Guiraudie no hay reflexiones morales o sensiblería. Se observa y se conoce esta falta de integridad moral solo por sus efectos en los personajes. El perfil del protagonista está delineado por la búsqueda del peligro (incita encuentros furtivos con extraños, tiene sexo sin protección y, como cereza en el pastel, se relaciona con un asesino). De ahí que las consecuencias sean fatales para quienes lo rodean.

La cámara del cineasta no se mueve más allá del lago y registra el paso del tiempo con una precisión meticulosa: cada día comienza con una toma aérea del estacionamiento, donde identificamos el viejo Renault de Franck, y el coche rojo de la víctima —abandonado en el aparcamiento desde su ejecución.

Guiraudie aborda con naturalidad el tema de la homosexualidad. Destaca el desapego y gozo con que filma los actos sexuales, pues los cuerpos se ofrecen a la cámara sin pudor –para las escenas de sexo Guiraudie requirió de la colaboración de actores porno–. Solo presume una narrativa llana y sin periplos drásticos, apenas sí ilustrativos, del mismo modo que fotografía el vaivén de los árboles y el movimiento de los rayos del sol sobre el agua. Escenifica una dialéctica de la intimidad –la naturaleza al desnudo– y el anonimato –las relaciones entre los involucrados en la escena–. En ese entorno, Franck y los otros están en su hábitat, haciendo lo que es normal para ellos: el ligue, el sexo rápido, las identidades secretas; un juego elaborado y complejo de artificio y camuflaje.

El director de El extraño… nunca se censura y presenta los cuerpos masculinos en toda su desnudez sin por ello quebrar la narrativa; de hecho, ésta transita a través de esos cuerpos y el despliegue de intimidad. Sabemos de las afinidades destructivas de Michel y Franck porque comparten los mismos gustos y el desinterés por cuidarse de enfermedades de transmisión sexual. Su movilidad y su conducta erótica se convierte en el principal guía del espectador hacia los vericuetos de la trama.

Las imbricaciones psicológicas del crimen en los personajes dejan un regusto al estilo clásico de Alfred Hitchcock en filmes como Strangers on a Train (1951) o North By Northwest (1959). Anunciado el asesinato, todo queda suspendido en el limbo de la posibilidad. Los encuadres generales, fijos y distantes, con pocos acentos en primer plano –excepto durante las escenas de sexo, cuando el espectador presencia penes en erección y eyaculaciones– atenúan la incomunicación y el aislamiento de los individuos que pueblan la película, quienes regresan todas las noches a una vida social de la que el espectador sabe poco o nada a través de ciertas pistas en los diálogos.

La cinematografía prístina de Claire Mathon (Three Worlds, 2012) y el delicado diseño de sonido de Nathalie Vidal (Beau Travail, 1999), ofrecen al espectador un mundo seductor y sereno, cuya única banda sonora es el viento que ruge entre las hojas de los árboles o silba como una suave brisa, en medio del día o de la noche. La armonía que logra sin incorporar otro detalle sonoro que el crujir de las ramas, el roce de la hierba, el pedregullo al ser pisado, las copas de los árboles arrebujándose, las aves o el agua al restallar en los nadadores, son lo único que acompaña los espasmos lúbricos, la respiración y las charlas.

Las actuaciones naturalistas de los intérpretes Pierre Deladonchamps y Christophe Paou, devienen tranquilas, incluso amables, lo que hace que los sucesos descritos se tornen más inquietantes. Henry, el único forastero en este mundo enclaustrado, es el personaje más conmovedor de la historia. Actúa como un observador silencioso en un lugar cuya brújula moral se ha salido de control. Hasta que en busca de ayudar a su amigo, se encuentra con el lado oscuro de este sitio donde él solo encontraba paz.

 

 
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