Reseña, crítica La habitación - ENFILME.COM
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FICHA TÉCNICA
Room
La habitación
 
Irlanda/Canadá
2015
 
Director:
Lenny Abrahamson
 
Con:
Brie Larson, Jacob Tremblay, Sean Bridgers, Joan Allen, William H. Macy.
 
Guión:
Emma Donoghue
 
Fotografía:
Danny Cohen
 
Edición:
Nathan Nugent
 
Música
Stephen Rennicks
 
Duración:
118 min.
 

 
La habitación
Publicado el 12 - Feb - 2016
 
 
  • Inspirado en la figura de Felix Fritzl ?un niño que, a sus cinco años, emergió a un nuevo mundo después de haber vivido en el total aislamiento?, 'La habitación' alude al mito de la caverna de Platón para, apoyándose en las convenciones del melodrama familiar y de algunos elementos del thriller psicológico, ofrecer una pulcra exploración de las dinámicas emocionales y psicológicas de la relación entre madre e hijo y de los dilemas que implica la pérdida de libertad y el aislamiento.  - ENFILME.COM
  • Inspirado en la figura de Felix Fritzl ?un niño que, a sus cinco años, emergió a un nuevo mundo después de haber vivido en el total aislamiento?, 'La habitación' alude al mito de la caverna de Platón para, apoyándose en las convenciones del melodrama familiar y de algunos elementos del thriller psicológico, ofrecer una pulcra exploración de las dinámicas emocionales y psicológicas de la relación entre madre e hijo y de los dilemas que implica la pérdida de libertad y el aislamiento.  - ENFILME.COM
  • Inspirado en la figura de Felix Fritzl ?un niño que, a sus cinco años, emergió a un nuevo mundo después de haber vivido en el total aislamiento?, 'La habitación' alude al mito de la caverna de Platón para, apoyándose en las convenciones del melodrama familiar y de algunos elementos del thriller psicológico, ofrecer una pulcra exploración de las dinámicas emocionales y psicológicas de la relación entre madre e hijo y de los dilemas que implica la pérdida de libertad y el aislamiento.  - ENFILME.COM
  • Inspirado en la figura de Felix Fritzl ?un niño que, a sus cinco años, emergió a un nuevo mundo después de haber vivido en el total aislamiento?, 'La habitación' alude al mito de la caverna de Platón para, apoyándose en las convenciones del melodrama familiar y de algunos elementos del thriller psicológico, ofrecer una pulcra exploración de las dinámicas emocionales y psicológicas de la relación entre madre e hijo y de los dilemas que implica la pérdida de libertad y el aislamiento.  - ENFILME.COM
 
por Luis Fernando Galván

La habitación (Room, 2015), filme dirigido por el cineasta irlandés, Lenny Abrahamson (What Richard Did, 2012; Frank, 2014), y escrito por Emma Donoghue –quien adaptó su exitosa novela de 2010 en la que se basa la película–, se inspira en la figura de Felix Fritzl, un niño que, a sus cinco años, emergió a un nuevo mundo después de haber vivido en el total aislamiento.

El caso Fritzl se conoció en 2008, cuando el austriaco, Josef Fritzl, fue detenido por la policía de Amstetten después de descubrirse que, durante 24 años (1984-2008), él mantuvo encerrada en un sótano a su hija Elisabeth. Ella, desde que tenía 11 años, fue violada en repetidas ocasiones por su padre, y dio a luz a siete hijos. Tres de ellos vivieron encerrados junto a su madre, y ahí se encontraba el pequeño Fritz. Más allá de aprovecharse del dolor de las víctimas, cuando se enteró del suceso, la escritora Donoghue, pensando en su propio hijo (que en aquel entonces tenía cuatro años), se planteó una historia sobre cómo sería el proceso de descubrimiento desde el punto de vista de un niño que nunca ha percibido los exteriores del mundo. Además, el filme retoma el mito de la caverna de Platón –referente al mundo sensible y el mundo de las ideas– para, apoyándose en las convenciones del melodrama familiar y de algunos elementos del thriller psicológico, ofrecer una pulcra exploración de las dinámicas emocionales y psicológicas de la relación entre madre e hijo y de los dilemas que implica la pérdida de libertad y el aislamiento. 

Una joven (Brie Larson), a la que sólo conocemos como Ma, se empeña en educar con cariño y amor a su pequeño hijo de cinco años, Jack (Jacob Tremblay). Ella juega con él, le cuenta historias fantásticas y lo acompaña en las actividades cotidianas que toda madre le enseña a un hijo: comer, vestirse, leer, contar, cepillarse los dientes, ordenar la ropa y expresarse con buenos modales. Sin embargo, ambos viven recluidos al interior de una habitación de nueve metros cuadrados, sin ventanas, con una claraboya por donde entra un poco de luz durante el día y con una puerta que siempre está cerrada. La joven se ha esmerado por hacer de ese espacio un lugar reconfortante, cómodo, cálido e íntimo para su hijo.

A diferencia del alemán Kaspar Hauser –quizá el más famoso de estos casos reales de niños que han nacido y fueron criados en absoluta cautividad–, que a los 16 años apareció en la civilización después de haber crecido totalmente en solitario, Donogue no dibuja al personaje de Jack como un ser criado en una cueva oscura, aislado completamente del mundo y del lenguaje; al menos Jack ha entrado en contacto con una parte del mundo visible y ha tenido conocimientos del mundo de las ideas; él ha oído hablar de la caída del muro de Berlín y sabe cómo es el viaje que emprende Alicia por una madriguera de conejo en Alicia en el país de las maravillas, entre otras cosas. Al interior de la habitación, una pequeña televisión proyecta imágenes del exterior, pero la madre le ha enseñado a Jack que no son reales, sino proyecciones de sueños y mundos ilusorios. Algunas de estas imágenes y representaciones que él ha visto –el océano, por ejemplo– son demasiado grandes para caber en la habitación, por lo tanto él asume que no pueden ser reales, así como ocurría en la alegoría del filósofo griego, donde aquellos que permanecían al interior de la cueva recibían sombras como el único conocimiento del mundo, sin saber que allá afuera se encontraban los objetos y personas reales. Jack cree que el mundo es ese pequeño cuarto, hasta que comienza a preguntarle a su madre sobre la procedencia de Nick (Sean Bridges), un extraño y agresivo hombre  que cada noche los visita.

Muy pronto, el espectador descubre que Ma fue secuestrada a los 17 años de edad –un trágico suceso que el director, inteligentemente, evita mostrar mediante flashbacks y opta por dar varias pistas al inicio del relato, principalmente cuando ella conversa con Nick–. El punto de arranque del filme se encuentra siete años después del secuestro, para descubrir a Jack en su cumpleaños número cinco y acompañarlo en su visión truncada del mundo; el universo del niño se reduce a los objetos cotidianos (lámpara, planta, alfombra, lavabo, armario, cama) que se encuentran en la habitación. El espectador percibe el mundo a través de los ojos de un inofensivo infante que muchas veces se muestra ingenuo, pero en otras situaciones sale a relucir su perspicacia. Jack es nuestra ventana a La habitación; estamos al tanto de sus pensamientos, sentimientos e imaginación. La cámara del cinefotógrado británico, Danny Cohen (The King’s Speech, 2010; The Program, 2015), hace un excelente trabajo al ponernos en los zapatos del pequeño. Vemos las cosas desde ángulos a poca altura del suelo; los objetos y las personas parecen enormes despertando un poco de miedo y curiosidad. Además, el director recurre a la voz en off para que algunos fragmentos del relato sean narrados por Jack, quien comparte su experiencia sobre cómo percibe el mundo.

Abrahamson busca mantener el punto de vista de Jack, pero también pretende retratar la cruel realidad de Ma. Se trata entonces de dos perspectivas muy diferentes que el cineasta irlandés consigue tejer a la par con paciencia e ímpetu sin que el ritmo sea perezoso ni agitado. Incluso cuando Ma se encuentra desesperada por su situación, el guión hace la elección valiente de mantener el relato anclado en algún lugar dentro de la cabeza de Jack. Así que todo lo que le sucede a su madre se filtra a través del miedo, amor y curiosidad que él siente por ella. Contar la historia sólo desde la perspectiva de Jack podría haber desembocado en un relato empalagoso, y si únicamente tuviéramos el panorama de Ma se corría el riesgo de caer en un melodrama desorbitado o en un cuento mucho más oscuro. Aunque en algunos momentos La habitación se tambalea entre estos peligros, Abrahamson sale avante en este complicado acto de equilibrio.

SPOILER ALERT

Cuando Jack se aproxima a un nuevo nivel de razonamiento, Ma trata de explicar el concepto del mundo exterior, pero él responde con un impulso violento debido a que se niega a pensar que los cimientos de lo que para él es el mundo real se pueden derrumbar en cualquier momento. La madre persiste en que Jack entienda esto y ejecuta un macabro plan para poder escapar: el niño debe hacerse el muerto y permanecer enrollado en la alfombra para que cuando Nick cargue el bulto, pensando que es un cadáver, el niño pueda salir de la habitación, huir del captor y buscar ayuda.

FIN DEL SPOILER

La transición del interior al exterior permite comprender las dinámicas, absorber los ritmos y percibir las rarezas de una existencia vivida en una pequeña caja que se abre para explorar las ramificaciones psicológicas al ser parte de un mundo que parece infinito y casi imposible de explorar. El guión reflexivo retrata ambos espacios (interior/exterior) y los dos lados de ese viaje (madre/hijo). Por una parte está Ma, quien era una adolescente la última vez que vio a sus padres (interpretados por Joan Allen y William H. Macy) y ahora, de regreso a casa, es una madre soltera de 24 años que, al visitar su dormitorio, se siente como una extraña, una invasora que requiere una especie de excavación “arqueológica” para entenderse a sí misma y volver a interactuar con el mundo, desde los vínculos familiares hasta una reconexión con la sociedad. En cuanto a Jack, él tiene una brecha aún mayor por superar; el niño enfrenta una cabalgata de nuevas experiencias. Él, aunque se apoya en la imaginación y plasticidad que forman parte de la mente de un niño, tiene problemas para vincularse, ya no digamos con otras personas, sino con los nuevos espacios que habita –como las escaleras que nunca antes había tenido que subirlas o bajarlas–. Abrahamson plantea el espacio como una forma de conocimiento; el niño aprende el arriba y el abajo, la profundidad y la anchura, el movimiento, los puntos de anclaje y el sentido de la orientación. La experiencia de la espacialidad significa un nuevo reto para Jack, así como la difícil tarea de asimilar los modos de aparición del color y la iluminación, los sonidos, las temperaturas, los pesos y las experiencias táctiles. El filme nunca pierde la pista de los procesos de pensamiento totalmente plausibles de este niño que se describen vívidamente. Su nueva condición de ser un individuo libre (experimentando muchos espacios) choca contra el tiempo extrañamente idílico que pasaba en el interior de la habitación, provocando una especie de extrañamiento y nostalgia por la época en la que vivía recluido.

Ambos actores elevan la atmósfera de encierro y desesperación, no sólo en el ámbito de lo físico, sino también en el aspecto emocional de sus personajes. Tremblay pone a su disposición el despliegue físico (necesario para comprender el vínculo de su cuerpo con los espacios) para proporcionarle, sumado a su constante asombro, complejidad a Jack. La espontaneidad, paciencia y timidez del niño son capturadas por el ojo de Abrahamson con delicadeza y respeto. Por su parte, Larson, quien ya había interpretado a una joven trabajadora que ayuda a niños en situación de precariedad en Short Term 12 (2013), vuelve a expresar con vigor e intensidad una mezcla de cariño y culpa. Sus ademanes son mesurados; sus gestos, circunspectos; su mirada cabizbaja contiene miedo, inquietud, enojo y amargura; y su carácter impulsivo y tenaz nos envuelve para mantenernos al pendiente de su lucha por el bienestar de su hijo en circunstancias inusuales. La transformación de Larson (de madre protectora a una joven que se desmorona por sus culpas) es sutil y hábilmente manejada sin victimizarla y sin caer en las trampas del melodrama para exacerbar su sufrimiento. La joven lucha por superar una época oscura, cuyo dilema radica en la inquietante cuestión de saber si hizo o no lo mejor para ayudar a su hijo. 

La habitación es un relato íntimo que se desentiende de sus personajes secundarios dejando algunos casos sin resolver (¿Qué ocurre con Nick, el captor de Ma? ¿Por qué el padre de Ma se niega a aceptar a Jack?), a pesar de ello, Abrahamson se concentra en su pequeño lienzo para lanzar una serie de cuestionamientos más interesantes que el destino de sus personajes. La posibilidad de llevar una vida fuera de “la habitación” plantea todo tipo de preguntas morales y emocionales respecto a la educación y trato que debe recibir un pequeño en pleno crecimiento. Es cierto: el tránsito de la niñez a la edad adulta exige las interacciones sociales y culturales para la conformación integral del ser humano, pero ¿son éstas indispensables cuando el niño ha crecido en una reconfortante burbuja aislado de todos los peligros del mundo contemporáneo? ¿Es, de algún modo, el interior de la habitación un lugar más seguro que el exterior? ¿Qué tan perjudicial es para Jack tener que compartir a su madre con otras personas que convivieron con ella en el pasado? Tanto Ma como Jack son personajes muy impredecibles para dar respuestas absolutas y totalizadoras al respecto.

 
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