Llorar ¿de risa?
Gracias a sus constantes e interminables conversaciones sobre sexo, la incapacidad de controlar sus ojos y la triste costumbre de “relajarse” en el coche, Rick (Owen Wilson) y Fred (Jason Sudeikis) acaban de recibir una semana libre del matrimonio por parte de sus esposas, como un último intento de arreglar la exasperante dinámica de pareja. Así, los dos amigos emprenden la tarea de cumplir su fantasía de tener sexo con alguien más sin ninguna consecuencia. Con trabajos aburridos, casa y coche promedio, y en plena crisis de los cuarenta, cumplir los deseos que sus hormonas les imponen resulta un poco más complicado de lo que pensaban.
Los hermanos Farrelly, con tal de exprimir risas a como de lugar, una vez más ponen a prueba los rasgos que tanta fama les han dado en peliculas como Loco por Mary (1999). Esto es: chistes sobre lugares comunes (como el enorme pene de los afroamericanos), gags escatológicos (un estornudo que termina muy mal), situaciones vergonzosas y realidades lastimeras.
El asunto es que en esta entrega, los hermanos Farrelly han decidido incluir también una moraleja sobre el amor y el matrimonio, obligándonos así a leer la inmadurez e inconsciencia de los personajes, las bromas y la estulticia en función de dicha carga moralina.
Hacemos un gran esfuerzo por reírnos de las aventuras de Rick y Fred, de sus intentos fallidos, de los ridículos hechos en pos del ideal de abolir la monogamia –a tal grado suspendemos nuestra incredulidad–, y los Farrelly nos traicionan volviendo entrañables a sus personajes, quienes cuestionan sus propias acciones y, hacia el desenlace de la historia, dudan también de sus motivos. Ahora simpatizamos con ellos, y en vez de acompañarlos en su estupidez, solo contamos los segundos para que regresen con sus respectivas esposas: esto no es lo que uno espera cuando se sienta a ver este tipo de películas.