La voz del cine mudo
Por Diego Muñoz
La llegada del cine sonoro resultó un parteaguas para la industria cinematográfica, especialmente para aquellos actores y directores especializados en el cine mudo. Una de las figuras más representativas del cine silente fue, sin duda alguna, Charles Chaplin (1889-1977), para quien la llegada del cine sonoro fue un gran desafío. Él había ganado fama mundial con el lenguaje universal de la pantomima; si el pequeño vagabundo y sus otros personajes comenzaban a hablar en inglés, pronto serían incomprensibles para gran parte de su público internacional.
En 1931 Chaplin predijo equivocadamente que el cine sonoro no duraría ni seis meses, y le comentó a un entrevistador que "el diálogo puede o no tener un lugar en la comedia… el diálogo no tiene lugar en la clase de comedias que hago... En cuanto a mí yo sé que no puedo utilizar el diálogo." Cuando el entrevistador le preguntó si había tratado de usar la palabra hablada en sus películas, él respondió: "Nunca intenté saltar del monumento de la Plaza de Trafalgar, pero tengo una idea definida de que sería poco saludable… Durante años me he especializado en un tipo de comedia —estrictamente pantomima. Lo he medido, medido qué… ¡estudiado! He sido capaz de establecer principios exactos para calcular las reacciones en el público. Tiene un cierto ritmo y tempo. El diálogo, a mi modo de pensar, siempre ralentiza la acción, porque la acción tiene que esperar a las palabras."
Una perfecta muestra de la ideología y el trabajo de Chaplin es la película Tiempos modernos (Modern Times, 1936). Rodada entre 1932 y 1936, fue dirigida, escrita, musicalizada y producida por el propio Chaplin. Ésta fue su primera película, después de su éxito City Lights (1931), estrenada nueve años después del advenimiento del cine sonoro. Sin embargo, decidió evadir la oportunidad que existía de incorporar diálogos y música.
Con Tiempos modernos Chaplin protestaba en contra del cine sonoro sincronizado. Éste fue su último filme de larga duración del "cine mudo", pues no se utilizan diálogos tradicionales: las voces han sido sincronizadas en la película, los sonidos no emanan de las máquinas y la voz real de Chaplin se oye cantar una canción de imaginarios, el sinsentido del galimatías. Efectos de sonido y una banda sonora original (con inclusión de diversos temas musicales de "¡Aleluya, soy un vago", "Canción del Prisionero" y "En la noche, a la luz de la luna") complementan y destacan su pantomima.
En Tiempos modernos, el todavía mudo vagabundo hace su última aparición en la pantalla grande. El mundo en el que hizo su despedida fue muy diferente de aquél en el que había nacido, antes de la Primera Guerra Mundial. Entonces había compartido y simbolizado las penurias de todos los desfavorecidos de una realidad no muy lejana al siglo XIX. En Tiempos modernos se encontró frente a él predicamentos muy diferentes, gracias a las secuelas de la Gran Depresión Americana, época en la que el desempleo masivo coincidió con el aumento sin precedentes de la automatización industrial.
Chaplin estaba preocupado por los problemas sociales y económicos de esta nueva era. Entre 1931 y 1932, periodo en el que había dejado Hollywood para embarcarse en una gira mundial de 18 meses en Europa, se había sobresaltado al ver el auge del nacionalismo y los efectos sociales de la depresión, el desempleo y de la automatización. Leyó libros sobre teoría económica y diseñó su propia solución, un ejercicio inteligente en el idealismo utópico, basado en una distribución más equitativa no sólo de la riqueza, sino también del trabajo.
En Tiempos modernos, Chaplin se dispuso a transformar sus observaciones e inquietudes en comedia. El vagabundo, descrito en los créditos de la película como "un trabajador de fábrica", es ahora uno de los millones que hacen frente a los problemas de la década de 1930, que no son tan diferentes a las ansiedades del siglo XXI: la pobreza, el desempleo, las huelgas, la intolerancia política, las desigualdades económicas y la tiranía de la máquina sobre el hombre. La película muestra escenas de corte futurista que bien podrían haber sido influenciadas por el filme Metropolis (1927), de Fritz Lang.
Los créditos iniciales parecen superpuestos a un reloj que marca las seis de la mañana, al igual que al prólogo que explica el tema de la película: “‘Modern Times.’ Una historia de la industria, de la empresa individual — la humanidad en una cruzada por la búsqueda de la felicidad." La película abre con un plano cenital de un rebaño de ovejas entrando a empujones a su redil, corriendo a través de un conducto. Al instante, las ovejas se difuminan y aparecen en su lugar trabajadores industriales que a empujones salen de una estación de metro en hora pico, camino al trabajo.
En un nivel superior de la oficina ejecutiva de una fábrica siderúrgica, la Electro Steel Corp., una especie de Gran Hermano ejecutivo, gestor y presidente (García), trabaja en un puzzle. Aburrido, lee la sección de cómics en el periódico y es atendido por su secretaria. Al fondo, se enciende una enorme pantalla de dos vías con audio en línea y transmisión de video, cuando la televisión práctica era sólo un sueño, donde se pueden ver todas las partes de la operación de la planta. A través de la pantalla, en el primer diálogo de la película, da instrucciones a uno de sus capataces: "Sección 5. Reductor de velocidad 41."
Una de las escenas más recordadas de la película, es la gran secuencia de la cinta transportadora: en una obra maestra de la coreografía, el vagabundo es un trabajador de la fábrica, cuyo trabajo consiste en apretar los tornillos en una serie interminable de partes. La clave del éxito es llevar a cabo sus movimientos y tareas con la precisión del reloj.
Otra escena memorable es cuando Chaplin resulta elegido como conejillo de indias para probar y demostrar un dispositivo de alimentación. Naturalmente, el servidor de mazorca de maíz giratorio se vuelve loco, la sopa se cae y los pernos de metal se meten en la boca en lugar de la comida. El Presidente de la planta no está contento con la demostración: "No es bueno — no es práctico".
Todas las escenas muestran, mediante el ya conocido ingenio cómico de Chaplin, un mundo moderno más interesado en producir y consumir que en el bienestar de sus habitantes. La película es un retrato fiel a la realidad ignorada de la clase obrera y al mismo tiempo es un protesta en contra del nuevo cine que hacía que las películas dejaran de tener un idioma universal para convertirlas en productos exclusivos. A través de su pantomima, Charles Chaplin alza la voz para denunciar las injusticias de un mundo tan automatizado, excluyente y ridículo que era capaz de producir un cine sonoro que no correspondía con su ideal de lo que la comedia debía de ser y transmitir.