Por Alberto Sándel (@albertosandel)
Existirán los dioses cuando la humanidad se haya evaporado. Existirán como ecos que toman posesión de las rocas, como sueños lejanos más allá del mediodía, empolvados, con los huesos artríticos y el pecho tísico, entre sus molduras buscarán las cuerdas y los hilos, que ellos creían controlar hasta que descubrieron a los hombres moviendo lentamente sus extremidades, pasmados, tan aterrados, cual el espectador que descubre voluntad en su imagen al otro lado del espejo.
Jean-Paul Sartre habló de un máximo deber ser al que obedece la figura del dios cristiano, en El existencialismo es un humanismo, define la necesidad divina como un patrón al cual se sigue para alcanzar la perfección. El ser humano necesita una esfera superior que le otorgue un grado mayor al de un simple esqueleto que un día se convertirá en cenizas. El ideal platónico del súper hombre, tan nietzscheano es matar a un dios, como colocar al hombre y a la historia en donde estuvo su cadáver. María Zambrano en El hombre y lo divino, aboga por una cualidad más primigenia, anterior a la razón, más bien implantada sobre una racionalidad mezclada con un sentimiento. Lo sublime, ese momento de epifanía, hierofánico, cuando el hombre se descubre desnudo frente a un dios omnipotente, cuando pandora abre la caja y el mundo queda liberado en su dimensión verdadera, dotado de fuego por Prometeo, pero de luz y verdad por la esposa de su hermano Epimeteo, cuando los hombres comienzan a sufrir presas de los deseos de los que tanto renegara el príncipe Siddhartha. Lo sublime, ese momento entre el terror y la fascinación cuando el hombre se encuentra desnudo ante la nada, grita y al eco que le responde, a ese eco lo dota con cualidades divinas. Observando su rostro en las aguas negras de la eternidad el hombre dio vida a los dioses, les dio vida para dar razón a su existencia, para dar razón a su destierro del mundo natural, obligado a vivir en la realidad en lugar de lo real.
Los primeros dioses que devoraban al mundo, que necesitaban de un sacrificio; Cronos devorando a sus hijos, o el dios colibrí Huitzilopochtli, renaciendo a través de la sangre de sus fieles para poder dar luz al día, después de haber matado a sus cuatrocientos hermanos. Esos primeros dioses bestiales, dotaron al universo de seres daimónicos, féricos, y ellos mismos fueron duales, al igual que las deidades yorubas (Babalu Aye es tanto el dios al que debes pedir para que alguien se cure, como al que debes rogar para que alguien se enferme). Dioses imperfectos y dobles, tan humanos, que irónicamente fueron suplantados por una revelación desnuda, el dios vuelto carne, esterilizó al mundo caustico y explosivo de las religiones anteriores, los rituales se volvieron asépticos, el creyente poco a poco perdió el antiguo brío, hasta que el misticismo se fue cristalizando en el mundo.
Karl Gustav Jung después de divergir en pensamiento con su maestro Freud, analizó muy a fondo las cualidades trascendentales, el esqueleto del que estaban hechos muchos símbolos a través de la historia de la humanidad, esqueletos a los que nombró: arquetipos. Vladimir Propp, aludió a una estructura vital detrás de cada cuento de hadas, Joseph Campbell lo llevó aún más lejos, El héroe de las mil caras, narró por primera vez la historia de ese héroe eterno cuya historia había sido contada desde los orígenes de la humanidad. George Lucas vería esta historia milenaria para montar sobre ella las aventuras de Flash Gordon con técnicas de guerreros samuraís, de esta mezcolanza nacería Star Wars.
De los dioses aniquilados en dualidad, habrían de aparecer gemelos opuestos, dioses apolíneos y dionisiacos, Supermans y Batmans, unos hijos del sol, otros paridos por la noche. Y los parnasos, los Asgards, los xibalbas, fueron resurgiendo, el dios, el héroe, el súper hombre. Más allá de la historia, más allá de términos desgastados como posmodernidad, más allá de la era del vacío, aquellos dioses, aquellos seres féricos, hadas, fantasmas, demonios, efrits, genios que parecían inútiles para la vida moderna, fueron apareciendo en otras formas, en otros contextos, quizá nunca se habían ido, indaga Patrick Harpur en El fuego secreto de los filósofos. Por ejemplo, las hadas o los duendes que robaban niños, los chaneques, los aluxes, podrían equipararse a los extraterrestres que en las fábulas modernas secuestran mujeres embarazadas, niños, vacas, lo que puedan imaginarse, para jugar con su ADN. Por otra parte, Rafael Llopis, el máximo estudioso de Lovecraft en lengua española, escribe La historia natural de los cuentos de terror, en el cual vemos que estás religiones y sus acepciones más prosaicas, el dominio sobre demonios, los juegos espiritistas, y demás, al perder sus dotes de racionalidad quedarían expuestas como una mera sensación, adherible a los sentimientos de terror. Al igual que una evolución postulada por Roger Callois hacía lo sagrado, o María Zambrano por lo divino, o Mircea Eliade en sus historias de las religiones, los cuentos de terror fueron evolucionando con los esqueletos de viejos dioses desarraigados. El muerto en las novelas góticas, fue suplantado por el suspenso y de ahí nacerían los cuentos de detectives, mientras por otra vertiente llegarían los ‘lovecraftianos’ en busca de un miedo más esencial, hijo mismo de la nada, para después postrarse en lo que un día serían los albores de la ciencia ficción moderna. Las religiones desusadas rindieron frutos para tramas y géneros que alimentarían a las revistas pulp. De las revistas pulp surgirían los escritores que más tarde usarían su talento para dibujar un formato nuevo, el cómic.
Roberto Calasso, en La literatura y los dioses, veía el resurgir de las divinidades en el mundo literario, e incluso la literatura por la literatura como una deidad inquebrantable en sí, pero la necesidad de los héroes, de los dioses y los superhombres, los nuevos credos y mitologías tuvieron un mayor empuje desde este producto de la cultura pop.
No quiero decir que mañana se erija un templo a Superman, ni a su dualidad como Clark Kent. Jordi Carrión, en Los muertos, hace una divertida parábola al mostrar la divinización de los personajes de ficción, ficción a la que incluso los personajes históricos acceden. Somos una cultura de consumo, de fanatismo, de identidades múltiples, de identidades escritas en listas. Somos una cultura de nostalgia en continua búsqueda al pasado, ahogada en la violencia, que venera la paz pero idealiza la sangre, casi como un acto sacralizador que purifica a los hombres. Los héroes del cómic, al igual que los de la mitología griega, han accedido a una multifacética realidad, alimentada por muchas mentes, colocados en muchos formatos, tramas e historias.
No es aleatorio que el guionista británico Grant Morrison haya titulado su libro sobre la historia del cómic: Supergods. Sólo nos resta preguntar ¿Quién vigila a los vigilantes?
Esta semana en Pelicómics. Ante tanto hablar de Marvel y DC, sin nuevas y apantallantes noticias que decir, este pelicómics será en esencia relativamente breve. Empezaremos con el trailer para E.U.A. de la última película de Hayao Miyazaki. Hablaremos otro poco del documental de Calvin&Hobbes, que habíamos anunciado en una entrega anterior. Además, los comentarios de Christian Bale respecto al Batkid de San Francisco y a Ben Affleck tomando el relevo como Batman. Finalmente, alerta de spoiler para quienes no han visto Thor: The Dark World, Benicio del Toro en la escena post-créditos.
Como parte del mundo occidental cuando se habla de la Segunda Guerra Mundial suele contarse la historia con una carga entre lo positivo y negativo, héroes y villanos. Pocas películas suelen ver la historia de manera más objetiva, y postular una visión doble de la historia en la cual tanto de un bando como de otro existieron bandos con códigos morales de honor, patria, familia, etc. Cabe recordar que en la guerra no existen buenos ni malos, sólo naciones que luchan por salvaguardar sus intereses. The Wind Rises, la última película de Hayao Miyazaki, ha resultado doblemente controvertida, o llamativa, pues en ella se narra la historia de Jiro Horikoshi, el diseñador del Zero Fighter, avión utilizado por Japón en la Segunda Guerra Mundial; por otra parte éste es el último filme realizado por el animador japonés antes de que anunciara su retiro, por lo cual los seguidores de su obra han esperado con gran expectación el resultado en pantalla de estas imágenes animadas.
Ayer les compartimos una nota sobre un niño con leucemia que había cumplido su sueño de convertirse en un superhéroe. El Batkid de San Francisco recorrió las calles junto a Batman y por un día pudo verse a sí mismo como lo que es: un héroe de la vida real. Al respecto, Bale, quien encarnara al personaje creado por Bob Kane para Detective Comics, Batman, en la trilogía dirigida por Christopher Nolan, opinó que esto es un claro ejemplo de cómo este personaje trasciende más allá del universo del cómic, la pantalla grande y chica, para pocisionarse como un símbolo. Sobre Ben Affleck sólo emitió una breve y sútil broma: “es un poco humillante tener que pedir ayuda para quitarse el traje”.
Calvin&Hobbes es un pequeño trozo de arte que trasciende más allá del mundo cosmopolita entregado al consumo. Incluso su creador Bill Waterson declaró recientemente, para tristeza de muchos fans, que la tira cómica nunca llegará a ser una serie animada. Respecto al documental, ha dejado dos cosas en claro, no importa cuál sea el boom de su mercadotecnia, los productos que han creado expectación y fanáticos no pueden compararse con el cariño engendrado por los seguidores de estos personajes de Watterson, de quienes aún se sigue hablando, cuyo impacto cultural quizá será mucho más trascendente que otros productos demasiado comercializados. Por otra parte, se centraliza en la poética de la sencillez, lo cual no quiere decir simpleza, sino que a partir de lo pequeño y audaz, se pueden decir cosas bastante profundas.
Cuando vimos Iron Man en 2008, y por alguna extraña voluntad esperamos a que terminarán los créditos, vimos por primera vez a Samuel L. Jackson ataviado como Nick Fury y supimos que algo se estaba gestando. Después vinieron Thor (2011) y Captain America: The First Avenger (2011) y supimos lo que se avecinaba. En 2012, The Avengers, por fin le dio sentido a la recurrencia de estas escenas post-créditos. Cuando llegó Iron Man 3 a principios del año esperábamos alguna revelación sobre The Avengers: Age of Ultron, pero en lugar de eso, los productores decidieron mofarse un poco de los ávidos espectadores, mostrando simplemente a Tony Stark (Robert Downey Jr.) siendo psicoanalizado por Bruce Banner (Mark Ruffalo). Entonces llegó Thor: The Dark World y aunque tampoco hubo un guiño hacía Age of Ultron, sí se nos mostró a un personaje que formará parte de otro crossover diferente, Guardians of The Galaxy. Mientras todos prestan atención a la segunda entrega de Avengers y de Capitán América, han dejado un poco desapercibida esta otra saga, la cual se ha estado fraguando un poco secretamente, de la cual sólo hemos tenido algunos rumores e imágenes dispersas. Benicio del Toro caracterizado como el Coleccionista es un buen giro, que prepara las cosas para un salto ahora sí, completamente intergaláctico.