Los laberintos son desconcertantes y enigmáticos. En el laberinto clásico, la ruta es lineal, no hay uniones. Los laberintos modernos, en cambio, se ramifican repetidamente y tienen muchos callejones sin salida.
Es una trampa hablar de Alain Resnais. Es inasible y aún, entre pantalla y mundo, te lanzas a decirlo como si lo conocieras, como si se te hubiera revelado un secreto que viste confirmado, una y otra vez, en cada una de sus películas.