Una de las adaptaciones cinematográficas más esperadas es la de 50 Shades of Grey, y no precisamente por su calidad como novela, sino por el enorme morbo que ha creado este bestseller de la escritora Erika Leonard, firmado bajo el pseudónimo de E.L. James.
Permítanme posponer la intrincada implicación de meter a un personaje de nombre William Shakespeare en cualquier trabajo y tratar brevemente a Anónimo como una película sobre el reconocimiento.