Intolerablemente insoportable
Por José Antonio Quiñones
Antes de que otra cosa suceda y nos linchen por hacer comentarios en contra de los reconocidos hermanos directores, hay que aclarar, primero, que escribo esta reseña “con todo respeto” y, segundo, que, en efecto, cualquier otra ridícula cinta pudo haber ocupado este espacio; sin embargo, en el caso especifico de Joel y Ethan Coen (Blood Simple, 1984; Fargo, 1996), grandes maestros y referentes de la cinematografía mundial, cualquier medianidad resulta indiscutiblemente notoria. Vamos, no se enojen que no es tan grave, y es que de diecisiete trabajos realizados por este par, existe uno, sólo uno, que nomás no llena los zapatos de tan consagrados creadores. Uno tan exagerado como las pseudo actuaciones del “siempre estoy bronceado y a la vez morado” de René Casados. Se trata de El amor cuesta caro (Intolerable Cruelty, 2003) y disculpen la comparación anterior pero, según mi opinión, eso es precisamente lo que hace George Clooney en esta película con su papel de sobrado.
La pregunta es ¿qué les pasó?, ¿en qué noche de yerba decidieron aceptar este proyecto? En su defensa, la idea original no fue concebida por ellos sino por Matthew Stone y Robert Ramsey, guionistas que antes de inventarse este bodrio ya habían co escrito otro par para Eddie Murphy (Life, 1999) y Tim Allen (Big Trouble, 2002). Válgame el Señor.
Una de las posibles razones por la cuales los Coen pudieron haberle entrado a esta horrible comedia es por su muy peculiar forma de hacer cine. Habiendo visto toda su filmografía, hasta A Serious Man (2009), y tomando en cuenta que True Grit (2010) al parecer es una verdadera joya, he llegado a la conclusión de que entre cada película intensa que realizan como Blood Simple (1984), Miller’s Crossing (1990), Barton Fink (1991), Fargo (1996),The Man Who Wasn´t There (2001) y No Country for Old Men (2007), deciden descansar y dar rienda suelta a ciertos ejercicios de corte absurdo y humorísticamente negros, algo así como finos palomazos cinematográficos. Ejemplos: Raising Arizona (1987), The Hudsucker Proxy (1994), The Big Lebowsky (1998), O Brother Where Art Thou? (2000), The Ladykillers (2004) y Burn After Reading (2008). Resulta tan clara esta forma de trabajar que si nos quisiéramos ver más geeks, podríamos decir que a partir de Fargo, cada obra maestra es seguida por un par de buenas comedias. Pero bueno, eso ya revísenlo en IMDB.
Siguiendo esta línea, puede suponerse que el problema fue que los Coen ya habían sido ovacionados hasta el hartazgo debido a lo bello que resultó The Man Who Wasn´t There. El paso siguiente: una comedia o algo que no tenga nada que ver con la joya anterior. El error: que se toparon con este melodrama digno de una novela y no mexicana sino, mucho peor, ¡gringa!
La historia de El amor cuesta caro va así: Miles (Clooney) es un abogado famoso por asegurar jugosos patrimonios para los divorciados a quienes representa y resulta que de entre tanto infiel con los que trata surge uno en particular, el millonario Rex Rexroth (Herrmann), cuyo principal problema es haber sido pillado con otra mujer in fraganti gracias a la astucia de un detective de color llamado Gus Petch (Cedric the Entertainer), contratado por Marylin (Zeta-Jones), esposa de Rex y quien ya tiene todo listo para desfalcar a su calenturiento marido.
En general, la película es de buena manufactura, pero los actores hacen de sus actuaciones una farsa exagerada sólo comparable con Adrián Uribe haciéndole de microbusero querendón. Se entiende el propósito de Joel y Ethan por desdibujar las clásicas comedias románticas e inyectarles algo de su estilo, aunque nada vale la pena con un final al más puro estilo Nancy Meyers (Something’s Gotta Give, 2003; The Holiday, 2006). Se nota que la idea no les pertenece, se percibe su ausencia en la historia y al final se nota que no pudieron construir ni un ápice de lo que los caracteriza, de su esencia.
Y es así que podemos llegar al error más grave dentro de El amor cuesta caro, George Clooney forzando hasta la garganta con tal de convertirse en el encantador Miles. Media hora después, el referente es Fernando Colunga y toda esa bola de mamarrachos de telenovela. Eso y su bobo asistente Wrigley, interpretado por Paul Adelstein o, más bien, desinterpretado por él. El único detalle salvable: Billy Bob Thornton en el papel de Howard D. Doyle, un petrolero texano de muy mal gusto