Bailes penosos y la peor pareja del mundo
Por José Antonio Quiñones
Las películas de Nancy Meyers (Something’s Gotta Give, 2003; It’s Complicated , 2009) sin duda son dignas representantes de la mujer contemporánea o, mejor, para no generalizar y herir sentimientos, dignas representantes de algunas amigas que conozco. Esas que chambean un buen, le huyen al matrimonio y lo piensan dos veces antes de tener hijos. De hecho, se espantan al escuchar a sus allegadas hablar de niños y seguramente se preguntan ¿por qué no pueden hablar de otra cosa?. Eso piensan estas auténticas seguidoras de Luz Casal cuando vocifera “y no me importa nada, nada” o, en el peor de los casos, huyen de Yuri y su “detrás de mi ventana, se me va la vida, contigo… pero sola” .
Pues bueno, esta señora de apellido Meyers, divorciada y con un discurso en pro de una mujer satisfecha —con hombres o sin ellos— es la escritora y directora de este papelón de nombre El descanso (The Holiday, 2006). Y es en éste, su quinto largometraje, que de nuevo vuelve a poner en la pantalla a una mujer exitosa, solterona, enamorada de un hombre y víctima del mismo —un verdadero patanazo— (es aquí que habría que avisarle a Nancy que no todos somos iguales). Pero no estaríamos escribiendo sobre esta ñoñada sino fuera porque Nancy osó, como siempre, inyectar en el conflicto del personaje un ingrediente constante en toda su obra: el amor.
El descanso cuenta la vida de dos mujeres en la búsqueda de la plenitud. Una es Amanda (Diaz), una exitosa güera de Los Ángeles, que se dedica a realizar trailers de filmes palomeros. Es tal su obsesión y entrega que, además de no tener tiempo de encontrar al hombre ideal, su vida la piensa como un avance de cine —de las cosas más horripilantes que he presenciado y miren que aguanté completita Seres: Génesis (2010). La contraparte de Amanda es Iris (Winslet), una chica no tan exitosa que digamos, redactora de eventos sociales en un periódico de Londres y, para acabarla de amolar, bastante rogona. Iris lleva ya un rato enamorada de un tipo que, si somos sinceros, nada más la busca para los “rapidines”.
Grande es el destino para este par de desamparadas que, momentos antes de tirar la toalla, se encuentran en el chat y deciden intercambiar casas para pasar las fiestas navideñas y así evitar pensar en sus respectivos muchachos: el tormento comienza, digo, ya comenzó, y cada vez se pone peor.
Iris despierta en la enorme y cómoda cama de Amanda en Los Ángeles; el desacierto viene cuando se prende con la choteadísima “Are You Gonna Be My Girl” de Jet y eso no es todo, comienza a bailar y a rockear, ya saben, haciendo de la almohada una guitarra… patético. ¿Por qué hacer eso?, no me imagino la dirección que le dio Nancy a Kate Winslet, seguramente fue algo como ¡hazle así como que rockeas! o el ya clásico ¡échate un acá!.
Si hay algo que caracteriza a Nancy Meyers es su necedad por utilizar buenos actores para sus historias melosas y cuasi-asfixiantes. Por ejemplo, Jack Nicholson y Diane Lane en Something’s Gotta Give, o Meryl Streep y Alec Baldwin en It’s Complicated, pero en El descanso de plano estaba cruda el día que escogió al elenco… ¡¿Jack Black con Kate Winslet?!. Es como oficializar el “siempre hay un roto para un descosido”, frase tan mediocre y desesperanzadora que si una chica deprimida y ansiosa por encontrar el amor ve esta película, seguramente terminará saliendo con personajes tan poco agraciados como el dueño de una vinatería o con los cuates del Garza gas.
Es así como, entre pairos y derivas, por las calles de la vida —como diría otro cursi Delgadillo— estos tres personajes, acompañados por el farol de Jude Law, se besan, fajan, se arrepienten, lloran, se van, regresan, ríen, se vuelven a fajar para terminar, como ya sabemos todos, enamorados y felices para siempre.