El cine mudo musicalizado en Chicago: Silent Film Society
Por Julio Enrique Macossay (@makoss1)
La música y el cine mudo siempre han estado de la mano porque si bien las primeras películas no tenían sonido de ningún tipo –por limitaciones tecnológicas de la época–, siempre había un músico interpretando algún tema al compás de la cinta. Eso y que al público del siglo xxi le cuesta mucho trabajo ver una película sin música.
Siguiendo esta idea, en Chicago surgió un cineclub llamado Silent Film Society que tiene como meta aumentar la consciencia de la población sobre este tipo particular de cine, por lo que al proyectar cada cinta la presentan dentro de su contexto histórico, artístico y técnico. Hasta aquí todo suena normal, pero lo que separa a este lugar de otros del tipo es que tienen un par de organistas profesionales de photoplay (término con el que se conoce a la música de este tipo de cintas): Jay Warren y Tim Baker. Lo interesante de esto es que en la época dorada del cine mudo, un órgano de photoplay era capaz de reproducir todos los sonidos de una orquesta creando una experiencia única que hasta ahora estaba un poco olvidada.
Para acentuar este carácter nostálgico, las proyecciones se realizan cada mes en tres teatros que originalmente fueron construidos con esa intención en los veinte: el Portage Theatre, el Pickwick Theater y el Arcadia Theater. Cabe destacar que el primero fue declarado patrimonio de la ciudad por el gobierno de Illinois.
Además de sus proyecciones normales, este cineclub tiene dos actividades pensadas exclusivamente para la difusión del cine silente: la primera es el Festival de Cine Mudo que se organiza cada verano, y en donde pasan una película durante seis viernes seguidos desde finales de julio hasta principios de agosto; la otra son sus cursos diseñados exclusivamente para niños y adolescentes como forma de introducirlos a este tipo de cine.
Como es de imaginarse han proyectado lo más representativo de la época, así como cintas no tan conocidas, pero no por ello de menos calidad. En su haber tenemos filmes como El último (1924), de F. W. Murnau, Dr. Jekyll & Mr Hyde (1920), de John S. Robertson o Upstream (1927) de John Ford, la cual se dice que estuvo perdida por más de 80 años hasta que se descubrió que por alguna razón una copia se encontraba en el Archivo Fílmico de Nueva Zelanda.
La combinación de un teatro reminiscente a una casa de ópera y un órgano de photoplay es un giro interesante sobre la ya tradicional proyección de estos filmes en cines modernos con bandas sonoras en vivo, ya que a final de cuentas lo que hacen aquí no es una simple función, sino la restauración del ambiente de toda una época.
19/10/2012