Información con mucho corazón
Por José Antonio Valdés Peña, Jefe de Información de la Cineteca Nacional
No me gustaría que este texto se volviera lo que se llama un “ego-trip”, pero creo que no queda de otra. Porque amablemente me pidieron que plasmara en él mis experiencias como investigador y ahora jefe de Información de la Cineteca Nacional. Una responsabilidad con la cual puedo cumplir en base a mi empírica formación como investigador fílmico los ya muchos años que llevo leyendo y después escribiendo crítica de cine. Y claro, viendo cine hasta que las pupilas se dilatan demasiado.
Me enamoré del cine a los cuatro años, después de una función de E.T. el Extraterrestre en el cine Latino en el otoño de 1982. Decidí estudiarlo y dedicarme a él en el verano de 1992 después de una exhibición de La última tentación de Cristo en la Cineteca Nacional. En medio de esa década que separa ambos eventos, recuerdo que me gustaba hojear las carteleras cinematográficas en los distintos periódicos, aprenderme los nombres de los cines y saber desde niño todo lo posible sobre mi director favorito, Steven Spielberg. Buena parte de los ingresos familiares pararon tanto en revistas de espectáculos como en libros de todo tipo. Conforme crecí más y llegué a mi adolescencia, descubrí que en la Cineteca Nacional existía una revista que significó mi acercamiento a la crítica de cine seria: DICINE, dirigida por Emilio García Riera (me quedé con las ganas de conocerlo; ni modo).
De la admiración pasé a la acción. Para mi fortuna, quienes escribían en dicha revista tiempo después la vida los situó como mis maestros de cine. Ahí estuvieron cerca (y algunos lo siguen estando) Nelson Carro, Leonardo García Tsao, Susana López Aranda, Tomás Pérez Turrent (q.e.p.d.), Juan Arturo Brennan, Rafael Medina de la Serna, Eduardo de la Vega y Moisés Viñas (q.e.p.d.), entre otros. Al mismo tiempo descubro otras plumas tan valiosas como las del maestro Jorge Ayala Blanco, Gustavo García, Carlos Bonfil, el querido Rafa Aviña o Naief Yehya. Por sobre el consabido pleito entre ambos bandos en eso que se ha dado en llamar “la guerra de los críticos”, sus críticas fueron configurando en mí como muy joven lector no solo un conocimiento cinematográfico más allá de la película misma sino una postura con respecto al cine como arte.
Las nada sutiles diferencias entre un destajista y un autor. Los géneros que morían sin remedio y otros que renacían sin que nadie lo esperara. Las precarias condiciones del cine mexicano en su lucha casi siempre perdida ante lo embates de Hollywood (culpa no del cine gringo sino de quienes lo distribuyen y lo exhiben). Y desde luego las distintas formas de acercarse a una película. Porque hay críticos que cuentan la película sin aportar demasiado. O bien, quienes son demasiado hiperbólicos. Que hay críticos promotores y otros que analizan a fondo el lenguaje cinematográfico de las obras para desentrañar su verdadero significado. Todo lo aprendí de ellos. De lo nacional pasé después a lo extranjero. A conocer los textos del norteamericano Roger Ebert, del español Quim Casas, del francés Jean-Michel Frodon. Y después a Román Gubern, Jean Douchet, André Bazin, Peter Cowie, Donald Richie, David Bordwell y un larguísimo etcétera…
Todo el listado de nombres en el párrafo anterior es un resumen de los nombres que más se clavaron en mi criterio como cinéfilo. Sus estilos, licuados por el paso del tiempo y las sinrazones del corazón, están siempre presentes en mis humildes acercamientos al cine.
Para una institución como la Cineteca Nacional, la información con la cual difunde sus actividades es esencial. Debe ser concisa, tan breve como sustanciosa y capaz de seducir al lector para que acuda a sus salas. Y sin ánimo de engañar a nadie sobre el contenido o las virtudes de las películas. El que formen parte de la programación de la Cineteca ya es de por sí un aval de calidad. Por lo tanto, si bien en la Subdirección de Publicaciones y Medios algunos compañeros generamos textos originales donde ejercemos la crítica con estilos propios y muy diversos, siempre con intención de atraer al público hacia las actividades de nuestra institución, también seleccionamos, sobre todo para los estrenos mensuales, textos de otras latitudes y autores.
Con lo cual se activan diferentes filtros de calidad para seleccionar la información necesaria para difundir nuestras películas. Vamos primero con la forma. La ficha técnica que utilizamos en Cineteca consiste en dar crédito a los principales creadores de una película. Comenzamos con el título de exhibición en México (aportado siempre por las distribuidoras o si se trata de una película de hace ya algún tiempo es posible buscar en la prensa o en ese indispensable trabajo que significa la Cartelera Cinematográfica del maestro Ayala Blanco y María Luisa Amador). En el siguiente nivel se apunta el título original del filme, en el caso de ser extranjero, seguido del país o países participantes en la producción (divididos por guiones, en el caso de ser coproducción), el año de su realización (otro motivo de polémica: en ocasiones, el año oficial es el año del rodaje de la cinta, mientras que los norteamericanos apuntan como año el de su estreno; en varios catálogos estadounidenses, por ejemplo, La Strada, de Fellini, cuyo año oficial de producción es 1954, aparece siempre como de 1956, año de su estreno en ese país) y finalmente duración (que a veces es distinta de la versión que se exhibe, pues algunas cintas de su estreno en algún festival a su corrida comercial suelen acortar o extender su duración original. La única solución posible es corroborar la información con la copia que vamos a exhibir, cosa poco probable, pues las películas suelen llegar más de un mes después de que los datos se incluyeron). Miren este ejemplo:
César debe morir
Cesare deve morire, Italia, 2011, 76 min.
Viene la ficha técnica de creadores. Otra polémica: ¿a quién dejamos fuera y a quienes incluimos? En el breve espacio que suele tener esta información, se decidió incluir los siguientes rubros: Dirección, Guión (en ocasiones estos rubros suelen fusionarse en uno solo, si el cineasta es también el guionista del filme), Fotografía (apuntando si es en blanco y negro o color), música, edición e intérpretes (mínimo siete, con sus personajes entre paréntesis), compañía(s) productora(s) y productores. El espacio final es para la distribuidora del filme, que bastante crédito merece por hacer accesible la película para nuestro público. Ejemplo:
D y G: Paolo y Vittorio Taviani, inspirados en la tragedia Julio César de William Shakespeare. F en C y B/N: Simone Zampagni. M: Giuliano Taviani y Carmelo Travia. E: Roberto Perpignani. Con: Cosimo Rega (Casio), Salvatore Striano (Bruto), Giovanni Arcuri (César), Antonio Frasca (Marco Antonio), Juan Darío Bonetti (Decio), Vincenzo Gallo (Lucio), Rosario Majorana (Metello). CP: Kaos Cinematografica, Rai Cinema, Le Talee, Stemal Entertainment, La Ribalta-Centro Studi Enrico Maria Salerno. Prod: Grazia Volpi. Dist: Cinemas Nueva Era.
¿Y el escenógrafo? ¿Y el diseño sonoro? Bueno, si es un punto relevante en la apreciación de la película, quien elabore el siguiente paso, la sinopsis, puede mencionarlo en el cuerpo de dicho texto. Ahora, ¿se puede invitar al público a ver una película con un texto de tan solo 500 caracteres? Yo siento que sí y hasta de menos. Las sinopsis buenas informan e invitan. Se aprende practicando, como debe de ser. Reduciendo la trama al mínimo, el espacio para poder dar razones del filme se engrandece. Chequen esta sinopsis:
Durante un periodo de seis meses, los veteranos cineastas Paolo y Vittorio Taviani registraron los preparativos para una puesta en escena de la tragedia Julio César, de William Shakespeare, en el interior del penal de máxima seguridad de Rebibbia. Los intérpretes son los propios internos del lugar. Con este documental, ganador del Oso de Oro en el Festival de Berlín, los hermanos Taviani reflexionan sobre la capacidad del arte para conseguir que el hombre profundice sobre su condición existencial. Para todos los que participaron en este experimento, la vida tras las rejas nunca volvió a ser la misma.
Como podrán darse cuenta, César debe morir es una película apasionante. Por la carrera de sus realizadores, representantes del mejor cine italiano desde hace ya varias décadas. Después, la misma historia de la realización del filme es sumamente interesante. Finalmente, la finalidad de la cinta, que es demostrar cómo el arte nos hace reflexionar sobre nuestra condición, sobre lo que hemos sido y lo que somos, también merecía ser incluida. Y el Oso de Oro de Berlín no estaba de más mencionarlo.
Malo hubiera sido si en los 607 caracteres de la sinopsis se hubiera contado el argumento del Julio César de Shakespeare. ¿Tenía caso? Yo digo que no. Si alguien quiere saber de que se trata la obra, puede consultarlo en otra parte. O ver la película. La función de las sinopsis es informar y seducir a nuestro posible espectador.
Ahora, con las críticas la selección está marcada por el rigor profesional de quienes trabajamos en la oficina. Porque antes de especialistas somos cinéfilos. Y en la búsqueda de críticas acordes a nuestros intereses intervienen varios factores. Que sean críticas de autores reconocidos, nacionales o extranjeros. De esas que más que contar la película cuentan los pormenores de su realización, de su lenguaje cinematográfico y algo que a mí en particular me apasiona, que es el contexto cinematográfico e histórico del filme en cuestión. Porque el cine es producto de la sociedad que lo genera. Los cineastas se nutren de lo que les rodea para crear sus imágenes en movimiento. Las fuentes son infinitas. Revistas como Cahiers du Cinéma, Dirigido por…, Cineaste, Sight & Sound (si, a veces la traducción es necesaria), además de nuevos medios como las revistas electrónicas, destacando Revista Cinefagia, Senses of Cinema y muchas más.
Darle forma a nuestro programa mensual, mi responsabilidad directa en este paso de mi vida por la Cineteca, es cada vez una aventura. Lo veo como un receptáculo de miradas muy diversas en torno a un interés común. Pero no es solamente una publicación de información fría y calculada. Es un órgano de difusión de las actividades de nuestra institución que tiene en sus páginas mucho corazón. Un acto de amor que, como suele suceder, es único e irrepetible. Bueno, eso digo yo. O como decía una querida maestra, “no deje que la información le joda la inspiración…”