Peter doig y el StudioFilmClub
Por Enrique Sánchez (@RikyTravolta)
Nacido en Escocia en 1959, Doig es un artista que no se ha limitado únicamente al desarrollo de su vocación de pintor. Reconocido por sus pinturas del conjunto habitacional de Le Courbusier en Marsella y por su gran talento para pintar paisajes nevados impresionantes que parten de fotografías menos extraordinarias, Doig cuenta historias completas a través de una sola imagen, y por lo tanto no debe sorprendernos su inclinación cada vez más evidente hacia el cine.
Además de su trabajo como pintor, Doig trabajó a principios de la década de los ochenta como encargado del vestuario de los cantantes de ópera en Montreal y como escenógrafo. En 1993 ganó el primer premio en el concurso de pintura contemporánea John Moore por su obra titulada Blotter, lo que le otorgó el reconocimiento del público a nivel mundial. Desde entonces, algunas de sus pinturas se han llegado a vender por más de 10 millones de dólares.
En el 2002 se mudó a Trinidad, y un año después fundó ahí el StudioFilmClub junto con la artista Che Lovelace. Doig estableció su cineclub en una antigua fábrica de ron, y cada jueves proyecta películas seleccionadas por él mismo y hace los pósters promocionales.
El siguiente es un extracto de la entrevista que Joshua Jelly-Shapiro de The Believer hizo al artista escocés, quien comentó sobre el origen de su cineclub:
Me mudé a Trinidad en el 2002, y ése fue el año en que se llevó a cabo el Kairi Film Festival [el festival de cine del Caribe] en el Deluxe, un hermoso cine antiguo que ahora es utilizado como club nocturno. Me acababa de mudar a Puerto España, y una de las películas que vi ahí fue un documental acerca del detrás de cámaras de The Harder They Come (1972), titulada A Hard Road to Travel (2001). Me vino a la mente que seguramente toda una generación se había perdido esta película tan importante. En aquellos días, era muy difícil de conseguir en DVD, y no la pasaban por televisión, ni en el cine. Fui a otro festival poco tiempo después, esta vez de películas europeas; era evidente que las personas estaban interesadas en este tipo de cosas, y que tenían interés por el cine independiente. Así que le dije a Che Lovelace, quien tenía un estudio junto al mío, en el mismo espacio: “Vamos a proyectar una películas; hay que proyectar películas”. Yo tenía un proyector digital, y Che tenía contactos debido a que vivía aquí. También había organizado varias fiestas, así que tenía una lista con los correos.
Al principio solíamos hablar sobre cuál sería un buen filme para proyectar aquí, pero luego de un tiempo pensamos que quizá eso sería condescendiente. ¿Por qué no habrían de ver una cinta que no fuera necesariamente acerca de sus experiencias, ni siquiera como una metáfora, y que fuera sobre algo completamente distinto? Y FilmClub propuso las películas de las que la gente hablaba, que se proyectaban a nivel internacional, pero que faltaban en nuestros cines. También proyectábamos películas antiguas; era difícil escoger. Yo pasaba horas y horas decidiendo, debido a que se trata de una sola noche a la semana; no tengo el tiempo para hacer más que eso. Cuando se trata de escoger una sola película, debe de ser la indicada, y a veces lo logras. Otras veces no es posible.
Recuerdo que al principio algunos de los [cinéfilos más conservadores] estaban renunetes a que proyectáramos estas películas sin ofrecer ningún tipo de contexto, sin tener a alguien al frente que estuviera hablando sobre ellos. Pero yo estaba en contra de todo eso; no creo que ése sea el punto. La gente comentará la película, pero lo hará a su modo. Incluso en las ocasiones en que tenemos a los directores, siempre se responden preguntas y hablan con la gente, pero eso sucede por lo general en el bar. Nunca se ha dado el caso de que alguien se ponga a dar una conferencia. Cuando Anton Corbjin estuvo aquí, me dijo –y creo que lo dijo en serio– que ésa había sido su proyección favorita de Control (2007). En verdad le conmovió encontrarse rodeado de personas que le hacían preguntas. Fue muy interesante porque creo que muchos de ellos no conocían la historia de la película; muchos nacieron antes de que todo eso sucediera, y no sabían cómo terminaría.
El primer póster que hice fue para Black Orpheus (1959), al poco tiempo de haber empezado a proyectar películas. Había comenzado a pintar un cuadro –una costumbre que tenía abandonada– de un hombre en un bote. Estaba basado en la portada del disco An Anthology, de Duane Allman; se trataba de una imagen en una hoja desplegable con ocho figuras en un bote. Una de ellas era la del baterista Jaimoe, el único integrante de color, y empecé a hacer una pintura de él solo en el bote, pero no la terminé. Pero luego se me ocurrió poner un póster de la película en el tablero de aquí. Creí que era importante organizar algo en este lugar, de manera semanal. Y la película tenía que ser Black Orpheus; ya tenía esta imagen del hombre que veía su reflejo en el agua desde el bote. Era como el sentido que Cocteau le daba a los reflejos como un pasaje al inframundo. Así que solo pinté sobre él “HOY, BLACK ORPHEUS, STUDIO FILM CLUB”, y lo colgué. Ése fue el primer póster.
Las primeras películas que vi en mi vida, las vi aquí. Recuerdo claramente que fui a ver al Robin Hood de Errol Flynn en el Roxy –que luego se convirtió en un Pizza Hut–. También vi The Sound of Music (1965). Creo que ésa la vi unas tres veces; fue muy popular aquí. Iba muy seguido al autocinema con mis padres. Al mismo tiempo, también podías ver algunas películas progresivas en los cines de aquí. En los primeros días del FilmClub, había un tipo que venía a todas las películas –un actor de nombre Verne–; era bombero. Cuando proyectamos Belle de Jour (1967), me trajo una copia de la novela, y me dijo que aquí antes había salas de cine donde proyectaban películas de Fellini.
Tal vez la razón de que no haya aparecido un gran cineasta caribeño se debe a que el cine siempre ha estado vinculado con la idea del entretenimiento. Puede ser que los hombres que crean historias, documentalistas e historiadores se hayan aferrado a la literatura en gran parte. No lo sé. Sin embargo, creo que eso está cambiando, pues cada vez es más fácil y barato hacre películas. Creo que hay tantas y tantas historias que deben ser contadas por medio del cine por la gente del Caribe. Muchos de los aspectos de esta región sólo se conocen de manera superficial en el extranjero. En realidad, apenas se ha escarbado en su superficie.