En 1979, el realizador polaco, Krzysztof Kieslowski, decidió ejecutar una especie de sondeo. Realizó un total de 79 entrevistas a personas de entre uno y 100 años de edad para que respondieran tres preguntas: ¿Quién eres tú? ¿Cuándo naciste? ¿Qué es lo que más te gustaría?
Kieslowski eligió las respuestas de 44 personas y decidió colocarlas en orden cronológico en su cortometraje Gadające głowy (Talking Heads, 1980): desde un niño de un año de edad que es incapaz de articular palabras hasta una mujer de 100 años que no puede oír la pregunta y repite constantemente sus ideas poniendo de manifiesto que le gustaría vivir más tiempo. El filme es una atractiva galería de cabezas parlantes –niños, alumnos de las escuelas primarias y secundarias, estudiantes universitarios, activistas comprometidos con una organización juvenil, un hombre en el umbral de su carrera profesional, un electricista, una enfermera, un ingeniero químico, un cura, una profesora de historia, una madre de dos hijos, un escritor, un filósofo, un sociólogo, un escultor, un taxista, una mujer aferrada a su catolicismo, entre muchos otros más. Este mosaico del ser humano es un ejercicio sociológico fascinante porque el espectador observa cómo los sueños de las personas se modifican con la edad. Al comienzo, un pequeño de dos años señala que le gustaría ser un automóvil, mientras que al final, una mujer de más de 90 años, que recientemente perdió a su marido, confiesa que ya no desea ni espera más de la vida.
Gadające głowy es una recopilación de los deseos personales; los sueños de la gente componen una imagen de la realidad que, de manera indirecta, hablan de sus carencias, de lo que les irrita, de aquello que no les convence y con lo que no están de acuerdo (“me gustaría que las faltas de respeto desaparecieran”, “esperaría que la gente haga algo por los demás y no sólo para sí mismos, “deseo una libertad que no favorezca sólo a los más fuertes”, “me gustaría que tuviéramos más coraje”, “anhelo que todas las personas puedan trabajar en torno al bien”, “que la gente no le tenga miedo a los demás”, “que existieran menos puños y más mentes y corazones”). Krzysztof Kieslowski, con medios fílmicos muy modestos, ha creado una especie de retrato colectivo de la Polonia a finales de los setenta; el cineasta evidencia ser un autor consciente de su identidad y del lugar en el que vive. Él es un observador muy cuidadoso de la cruda realidad que es difícil de aceptar, mostrando un ardiente y maduro anhelo de cambio para una posible y responsable revuelta social.
LFG (@luisfer_crimi)