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En una cárcel de Italia, cuatro hombres escuchan un partido de futbol que se transmite por la radio. Mientras cada uno sale de sus respectivas celdas, en un salto de tiempo, nos trasladamos a un pueblo italiano de 1950, allí, cuatro pequeños juegan futbol, hasta que el balón, tras un mal remate, cae en el jardín de una vecina, una anciana que a primera vista parece afable. Cuando los pequeños deciden recuperar la pelota, la mujer decide destruirla. Uno de los niños -el dueño de la bola- pone en marcha un plan para tomar venganza de la malvada abuela. Una revancha que más tarde los llevara a prisión.
Porque hay cosas que nunca se olvidan, del cineasta argentino Lucas Figueroa, es un relato pícaro de amistad y venganza, niños y futbol. 12 minutos de ágil narrativa que nos devuelve a la infancia y a una anécdota que podría suceder en cualquier parte del mundo. Destaca en el dibujo de sus personajes, en su fotografía de filtros cálidos que inundan el ambiente y le dan un toque antiguo, una estética deudora del cine de Jean-Pierre Jeunet. La aparición estelar, al final del corto, de los futbolistas italianos Fabio Cannavaro y Amedeo Carboni, completa la popularidad del filme, que en su momento recibió 300 premios, tantos que fue incluida en el Libro Guinness de los Récords en 2008.
VSM (@SofiaSanmarin)