Un viaje tranquilo a una tierra abandonada donde el hambre convierte al corazón en un paisaje desértico.
El director mexicano, Carlos Armella, ganó el León de Oro en el Festival de Venecia 2008 con este cortometraje en el que demuestra sus grandes virtudes: desde la economía del lenguaje (sin diálogos, sólo un plano secuencia cuya composición cambia marcando el tono del relato) y un desenlace tan subversivo que frena de golpe cualquier tipo de análisis moral o reacciones quejumbrosas. Armella se convierte, con sus logros y su narrativa tan particular, en uno de los directores mexicanos más relevantes y propositivos de los últimos años y, sin duda, prende nuestros radares para seguir de cerca su siguiente trabajo.
JOY (@Come_Sesos)
Palabras de Carlos Armella:
"El objetivo era crear un movimiento lento pero hipnótico al ser testigos de los alrededores de los trágicos acontecimientos sucediendo fuera de la pantalla"
"Creo que hay dos maneras de aprender a hacer cine: ver películas y hacer películas. En mi experiencia, soy un apasionado de las películas, me gusta ver películas, tantas como sea posible, nuevas y viejas, y de todas partes del mundo. La escuela de cine te ayuda a hacer películas, o al menos los ejercicios de cine. Te dan una cámara y unas cuantas lecciones sobre la mejor manera de trabajar en una película. Pero, para ser honesto, creo que cualquier persona con suficiente pasión y talento puede hacer grandes películas; sólo tienes que seguir practicando y practicando y practicando."