En un plano muy cerrado distinguimos la mano y poco después el rostro de una chica, Allie (Megan McGill), zurciendo el prominente agujero de un sweater. Segundos más tarde, baja las escaleras y en la cocina vemos, primero, solo al hombre de la casa leyendo el periódico mientras escuchamos a la señora de la casa, Laura (Anita Vettesse) tratar de poner orden entre dos pequeños hijos. Allie avisa, desde la puerta de la cocina, que se va al colegio y Laura le ofrece llevarla, pero la chica dice preferir irse en autobús. La madre le pregunta si llegará muy tarde, pero ella le aclara que es martes, día de irse con su papá. El rostro de la madre refleja toda la aflicción contenida en el mundo; la del hombre de la casa, perplejidad absoluta. Después, en el colegio, Allie se comporta de forma errática; al salir es incluso brusca con una amiga que quiere pasar tiempo con ella y ya, en la casa de su padre, todo se vuelve silencio e inquietante calma. Allie recorre los espacios, abre los cajones, revisa los vasos a medio tomar, toca los objetos, se sienta en la sala, acongojada. Hasta que suena el timbre, en una fría noche de Edinburgo.
En su primer cortometraje (escrito, producido, dirigido y editado por ella), Tuesday, se encuentra ya toda la fertilidad inventiva y sensible de Charlotte Wells, la joven directora escocesa, que posteriormente vertió a plenitud, en tiempo y espacio, en su ópera prima, la aclamadísima Aftersun. Apenas 11 minutos y unas pocas pinceladas impresionistas le bastan para mostrar, más allá de lo enigmático, el dolor contenido de la pérdida, así como el enorme talento que ya ha empezado a derrochar en lienzos más amplios que, además, abarcan todos los días de la semana.
Alfonso Flores-Durón @SiroPonFDyM