18 de agosto de 1933
París, Francia
Roman Polanski: El cineasta como outsider
Por Mauricio Matamoros Durán
En la historia del cine pocas son las filmografías que permiten captar una filosofía y preocupación autoral con tan sólo echar un vistazo a una secuencia, imagen o encuadre. En la de Roman Polanski su firma es absolutamente identificable: una mujer en un pasillo tapizado de manos que la asedian (Repulsion, 1965), un trío de brujas enterrando un brazo en la playa (Macbeth, 1971), un hombre vestido de mujer que se arroja repetidamente desde un balcón (The Tenant, 1976), una inválida muerta en su silla de ruedas eléctrica que choca contra la pared (The Ninth Gate, 1999) o una calle de Polonia destruida como si fuera el Apocalipsis (The Pianist, 2002).
Su mensaje está en los detalles: un anciano en segundo plano que pelea contra el viento para ver quién barre la hojarasca (The Ghost Writer, 2010), unas luces que se desplazan en perfecta secuencia en el cielo a pesar de los cortes durante el diálogo de dos apasionados de los libros (The Ninth Gate), o los rasguños en la espalda de una mujer tras una violación infernal (Rosemary’s Baby, 1968).
Cada una de sus particularidades se somenten al postulado de su autor: hacer “cine para adultos”, entendiéndolo como un trabajo para gente madura, que le guste pensar en las acciones y sus consecuencias. Para poner en práctica esta filosofía, Polanski ha construido narrativas tortuosas de desenlaces impactantes que resultan inolvidables. Eso, igualmente, parece ser resultado de experiencias intensas.
Pocos son los autores que construyen un mito de sí mismos, y cuya fuerza creativa les permite hacer de su obra una extensión de su vida. La de Polanski es una historia de sacrificios y escándalos, que han formado parte del sendero que lleva al logro artístico. Desde su nacimiento en París, en 1933, de padres polacos, todo parecía indicar que su paso por este mundo sería como el de un errante en tierra extraña, el de alguien en el lugar incorrecto en el momento equivocado. Unos años después, cuando sus padres deciden regresar a Polonia, la Segunda Guerra Mundial explota y, al igual que infinidad de familias judías, son perseguidos y capturados.
Así, su vida parece tratarse de una constante negativa hacia la felicidad: su madre muere en un campo de concentración; él escapa de otro dejando a su padre dentro; su esposa Sharon Tate y el hijo que llevaba en sus entrañas son asesinados por el clan Manson; a los 44 años, es acusado de violar a una niña de 13, y a los 76 es arrestado por la policía suiza debido a la aún latente demanda por estupro. Tras más de medio año recluido en arresto domiciliario, fue liberado finalmente en 2010, en medio de una tormenta de juicios y comentarios.
En 1973, cuando el director armenio soviético Sergei Paradjanov fue encarcelado en Ucrania por actos calificados como subversivos (entre los que se encontraban bisexualidad, propagación de pornografía e, incluso, violación a un miembro del Partido Comunista), el genio fílmico Andrei Tarkovski, en una carta dirigida al partido Comunista de Ucrania, escribió lo siguiente: “Artísticamente, hay poca gente en el mundo entero que pudiesen reemplazar a Paradjanov. Él es culpable, culpable de su singularidad. Nosotros somos culpables de no pensar en él diariamente y de fallar al entender el significado de un maestro". Me parece que esto se aplica de igual manera al caso de Polanski.
De su vida y de su cine puede hablarse por separado; pero si se incurre en ambos se podría obtener una idea y una opinión más completa, pues van de la mano sin prejuicio alguno. A pesar del amplio mosaico de géneros que ha presentado dentro de su cine (thriller, comedia, drama, terror, suspenso), hay temas y preocupaciones constantes e innegables.
Fue en 1962 cuando debutó con un largometraje (anteriormente ya había hecho cortometrajes tan sobresalientes —como Dos hombres y un ropero, de 1958—), con Knife in the Water, un brillante ejercicio de estilo, economía del espacio y estudio de personajes, en el cual una pareja era puesta en jaque por un desconocido, en medio del mar y sobre una embarcación.
De golpe, a los 29 años de edad, Polanski mostraba un control casi total sobre los elementos cinematográficos, así como una construcción muy compleja de sus personajes. El filme fue nominado al Oscar en la categoría de Lengua extranjera (primero de cinco nominaciones en este certamen durante su carrera, hasta 2002, cuando recibió el Oscar a la Mejor dirección por El pianista) y obtuvo el León de Oro en el Festival de Venecia. Polanski se perfilaba ya como una figura importante en la cinematografía polaca, pero decidió entonces viajar a Francia, y de ahí ―ante el poco apoyo hacia cineastas extranjeros― partió hacia Inglaterra, donde realizó sus siguientes tres filmes. La incomodidad territorial comenzaba ya.
En Inglaterra, Polanski realiza tres filmes centrales: Repulsion, Cul-de-Sac (1966) y Dance of the Vampires (1967), un drama, un thriller de suspenso, así como una comedia negra, en las que se discute sobre la figura del outsider desde distintas perspectivas: la paranoia, el crimen como decisión de vida y el vampirismo como alternativa de vida.
En 1968, tras el asesinato de Sharon Tate y la concreción de Rosemary´s Baby, Polanski recibió la atención total de los medios: por un lado era protagonista de un drama de nota roja, y por el otro, de una historia de éxito cinematográfico. No faltó quien comparara el éxito de Polanski con el del personaje interpretado por John Cassavettes en este filme, un actor que ofrenda su hijo a Lucifer, a cambio del éxito mediático.
Y desde entonces, la paranoia y los malos augurios prácticamente se instalaron en las historias fílmicas de este autor: Macbeth, What? (1972), Chinatown (1974), Tess (1979), Pirates (1986), Frantic (1988), Death and the Maiden (1994), The Ninth Gate, The Pianist, Oliver Twist (2005) y ahora The Ghost Writer. Todas, resultado extremoso de una férrea convicción para presentar un cine que causa escozor.
The Ghost Writer, su más reciente filme, presenta a un individuo en una situación límite: un escritor cuya identidad es negada, es presa de un complot y, a pesar de todo, intentará buscar la verdad hasta sus últimas consecuencias.
El cine de Polanski es el reflejo de su identidad. Quizás se trate de la terapia mediante la que su autor exorciza sus demonios o de un discurso artístico de dimensiones despampanantes. Pero, cualquiera que sea el caso (tal vez se trate de ambos), su cine y su vida han ido más allá del conteo de boletos y dinero, para instalarse como referentes de la historia cultural contemporánea.
Ver Reseña de Knife in the Water