Por Luis Vázquez (@wisgab)
Uno de los últimos adelantos tecnológicos que nos pueden ofrecer las cadenas de cine son las salas especiales con proyección 3D. Al principio se confundía el término, ya que se tenía catalogado y relacionado con el 3D digital referente a la creación de imágenes por computadora (CGI), con volúmenes simulados digitalmente en imágenes bidimensionales, pero cuyas perspectivas eran tan precisas que daban la impresión de observar un paisaje en tres dimensiones.
Antes de esto existía ya la “animación tridimensional” que se refería a las producciones creadas bajo la técnica del cuadro por cuadro, o stopmotion, y que utilizaba maquetas reales y marionetas de plastilina u otros materiales —como podemos observar en películas como El extraño mundo de Jack (1993) o El cadáver de la novia (2005)— en vez de los dibujos animados. Al respecto Peter Lord, director de los estudios Aardman que nos han dado los cortos ingleses de Wallace y Gromit y la película de Pollitos en Fuga (2000), decía en tono de broma que “los animadores de 3D digital nos han robado el término y se lo apropiaron, ahora cuando alguien dice ‘animación 3D’ piensa sólo en imágenes digitales y no en stopmotion, pero la animación hecha con elementos tridimensionales existe desde mucho tiempo atrás, deberíamos demandarlos por acaparar un término que era nuestro”.
Actualmente, hablar de animación 3D ha adquirido un nuevo significado. Cuando compramos un boleto en la taquilla es común escuchar “pero este boleto es para la película 3D, ¿verdad? Pero de esas para las que se usan lentes… ¿verdad?”. Y es que hoy en día, entre tantas opciones, ya no se sabe a qué se refiere el término 3D. La expresión en boga define al nuevo sistema para películas estereoscópicas el cual proyecta imágenes en movimiento que parecen desarrollarse no sólo a lo largo y ancho de la pantalla, sino también con cierta profundidad, haciendo parecer que los objetos salen de la pantalla para situarse prácticamente frente a nosotros.
El RealD, The New 3D, es el término oficial acuñado para esta nueva tecnología de visión estereoscópica perfeccionada. Pero el asunto no es algo nuevo, desde la década de 1850 ya se producían comercialmente tanto estereogramas, como cámaras fotográficas estereoscópicas, y sabemos que desde la segunda mitad del siglo pasado la gente iba a los cines y veía películas en 3D usando esos famosos lentes de papel con micas azul y roja. El formato nunca logró establecerse definitivamente, probablemente porque era raro ver las películas con ese tono rojo y azul durante más de dos horas. La gente acababa mareada y confundida. También muchos recordarán el famoso Viewmaster, aquel viejo juguete con forma de binoculares rojos, con discos intercambiables, que se volvió un clásico en los ochenta.
La llamada visión de imágenes tridimensionales se basa en el hecho de que con cada ojo percibimos la realidad de manera ligeramente distinta. La imagen que vemos del mundo es el resultado de la entremezcla de la imagen que cada ojo percibe. La manera más fácil de comprobarlo es aproximando un dedo a nuestros ojos y ver con un ojo a la vez. Cada vez que cambiemos de ojo, veremos que el dedo cubre un lugar distinto de lo que hay al fondo; entre más acercamos nuestro dedo a los ojos, más desfasada será la zona que el dedo cubra.
La forma que primeramente se ideó para emular este efecto de percepción, y que constituye la técnica más sencilla y accesible de mostrar imágenes tridimensionales, consiste en la presentación de parejas de imágenes, llamadas pares estereoscópicos, estereogramas de imagen doble, o simplemente estereogramas, que observadas una con cada ojo proporcionan una visión tridimensional del sujeto o escena que reproducen (así es como funcionaba el Viewmaster). El gran reto a través de los años fue cómo dividir esas dos señales de imagen para cada ojo en una sala cinematográfica. Inicialmente se intentó con el filtrado de las dos imágenes a través de división de colores (azul y rojo), pero la imagen resultaba demasiado alterada y molesta para ver por periodos largos.
A partir del 2008, las nuevas películas buscaron resolver el problema a través de lentes polarizados que sólo permiten el paso de imágenes proyectadas en un tramado vertical u horizontal. Así, los nuevos proyectores de cine digital emiten 140 imágenes por segundo, de las cuales 70 son captadas solamente por el ojo derecho y 70 con el izquierdo, obteniendo cada ojo imágenes bastante más nítidas y claras sin alteración de color.
Comenzamos así con esta nueva oleada de películas animadas en RealD: Bolt (2008) de Disney fue la primera película animada digitalmente que usó este formato, creando dos secuencias de cada escena resueltas con un ligero desfase para lograr las dos señales. Después vino Coraline (2009), la primera película de stopmotion que, para volverse 3D, fotografió todas sus escenas con dos cámaras colocadas una muy cerca de la otra, con la ventaja de que los elementos fotografiados ya eran tridimensionales.
Como ejemplo reciente tenemos Toy Story 3 (2010) del estudio Pixar, cuyo director Lee Unkrich prevé que todas las películas del estudio a futuro serán realizadas para RealD. Para Darla Richardson, productora de esta historia, hacer una película en 3D es relativamente fácil, ya que una vez construidas las secuencias con los sets y los personajes en la computadora, la mayor parte del trabajo está hecho; todo lo que se necesita es renderear (procesar las imágenes) dos veces con el ligero desfase de cámara que implica el formato para cada ojo.
Poca gente sabe que estas películas han abandonado ya el formato de cine clásico de celuloide de 35mm y han dado el brinco al cine digital: se trata de proyectores de video de última tecnología y de gran resolución. Es curioso que el RealD logró la tan ansiada transición que muchos empresarios anhelaban por cuestiones de costos, pero que era tan difícil porque realizadores y espectadores no querían que se redujera la calidad de imagen en sus películas. El cine digital podrá, a la larga, abaratar mucho los costos del manejo de copias en lata de cine de 35mm, aunque se cree imposible igualar la textura y calidad del grano del celuloide.
Irónicamente, el sigiloso y discreto cambio de formato, velado por el anuncio con bombo y platillo de la aparición de las salas Digital 3D -sin aclarar que ya no se trataba del cine tal como lo conocemos-, en vez de bajar los precios por boleto como se pensó que pasaría por la diferencia de calidad del formato digital contra los 35mm, ha aumentado su precio en un 30 por ciento. Sin embargo, la buena calidad de este nuevo formato salta a la vista y prácticamente nadie se dio cuenta del cambio.
En resumidas cuentas, sin importar lo caro o barato que pudiera ser, el RealD nos ha tomado por asalto y no sólo con películas animadas sino también con impactantes blockbusters de acción viva como Avatar (2009), llevándonos a una nueva dimensión del cine que hace poco no hubiéramos podido imaginar.