Una historia que más bien hay que ver para entender, aunque quizás ni así…
Por Luis Vázquez
Brijes 3D es una película que marea un poco, no por su implementación de estereoscopía (efecto de 3D) bastante bien lograda para haber sido integrada en una etapa ya tan avanzada de la producción, sino por la falta de convencimiento en la atrevida integración de sus distintas técnicas (2D digital mezclado con 3D digital, con escenarios armados a través de maquetas, fotografías y modelados digitales) y por la dificultad para poder dar a entender una historia compleja –en el sentido literal del concepto.
Debo confesar que uno no se aburre en el intento de atar los cabos y entender el funcionamiento de un mundo mitológico y una historia que efectivamente trató de ir más allá de un simple cuento de buenos contra malos, pero cuya narrativa finalmente escapó de las manos del director y derivó en una cinta en la que la falta de claridad trata de rescatarse a través de sus secuencias de acción que emulan a las series de anime que tanto agradan en la actualidad a los niños a los que va dirigida.
Encontramos así en Brijes 3D numerosos elementos que nos remiten a otros productos destinados a este sector del público: desde la colección de monstruos de batalla que podríamos ver en la serie japonesa de Pokémon(1998-) o Digimon (1999-2003), pasando claramente por el concepto de los daimonions, complementos espirituales del alma de los humanos manifestados en forma de animales ya utilizados en La Brújula Dorada(2007). Por otro lado, tenemos una mezcla extraña –y potencial y peligrosamente desinformante- en la que se liga a la fantasía, un tanto ilógica y desbordada, con la mitología real de diversas culturas antiguas, algo que ya ha sido doloroso de ver en Transformers (2007) o Apocalypto(2006), pero que, en el afán de entretener, a nadie parece importarle que haga salir a los pequeños de la sala de cine pensando que acaban de recibir una valiosa lección de historia en la que el calendario azteca puede ser un portal del tiempo manejable intuitiva y fácilmente por un niño de doce años.
A pesar de lo anterior y a diferencia de otros largometrajes animados de factura nacional, éste logra mantener alejado el deseo de salir corriendo de la sala. Quizás por la testarudez de querer entender una historia enmarañada que el director resuelve –o tratará de resolver—en los últimos cinco minutos de la cinta, o tal vez sea por una dirección musical, a cargo de Juan Manuel Langarica, lo bastante buena como para internarnos por instantes en ese mundo de acción y karatazos en los que ya no nos interesa realmente saber a ciencia cierta qué es lo que pasa, mientras los héroes logren derrotar al gran enemigo. Tampoco resulta tan molesta la extraña sensación que provoca la mezcla de técnicas de que los personajes “floten” sobre los fondos en vez de estar realmente pisando en ellos, si es que por instantes –y sólo por instantes—parecemos atisbar ese espíritu imaginativo y lúdico de niños que seguramente invadió a los guionistas y al director cuando decidieron intentar construir una historia original y divertida, pero que, como le pasa a las fantasías que construimos todos cuando niños, termina por perderse en la irracionalidad y la inconsistencia.
El verdadero desenlace de Brijes 3D lo veremos en la encarnizada y dispareja lucha por sobrevivir en taquilla, ya que confrontará frontalmente otra producción mexicana de temporada: Héroes verdaderos (2010), que se estrenará con sólo una semana de diferencia. A decir verdad, con el aparato mercadológico que trae esta última y el espíritu bicentenario flotando en el aire, Brijes 3D no lleva las de ganar, pero, en fin, ya veremos.