Por Luis Vázquez (@wisgab)

Para aquellos ahora padres de familia (o abuelos) que sienten nostalgia por esa época dorada de su niñez en que pasaban sus tardes viendo caricaturas en la tele, —todavía sin videojuegos, celulares o Internet— llega esta película, sexto largometraje producido por la empresa mexicana Anima Estudios. Esta vez en coproducción con el estudio Illusion de Argentina, que rinde un entrañable homenaje al astuto personaje felino del estudio estadounidense Hanna-Barbera.

Después de que Warner Brothers absorbiera a la llamada “fábrica de caricaturas” con todas sus figuras, el estudio mexicano tuvo la hábil idea de negociar la adquisición de derechos de uso de los personajes de una serie que en Estados Unidos no tuvo la menor relevancia, al punto de producir una sola y única temporada en 1961, pero que hasta la fecha se ha repetido incesantemente en retransmisiones de canal 5. Además formó —a la altura de otros verdaderos grandes éxitos en Estados Unidos de como Los Picapiedra o Scooby Doo— a más de una generación de fieles seguidores. Se debió sin duda a la estupenda e ingeniosa adaptación de doblaje al español latinoamericano encabezada por Jorge Arvizu “el Tata” en las voces de Benito Bodoque y Cucho, y que hizo que sus admiradores recuerden hasta la fecha casi de memoria cada uno de los diálogos y personajes que aparecieron en sus escasos capítulos.

Nos gustaría no haber dicho desde un inicio que la película fue gestada en México (como de hecho hace Anima al no presentar ningún crédito hasta el final de la película), debido al estigma y la desconfianza que automáticamente, y con cierta razón, acompañan a las producciones locales derivado de una infinidad de intentos fallidos o decepcionantes. Pero para gozo de los fans del oficial Matute, tendremos que decir que Don Gato ha sido una grata excepción.

La película, ajena a los diversos países involucrados en su hechura —hay al menos cuatro—, es un filme que brilla por sí mismo, con una integración de estilo de los distintos estudios involucrados prácticamente imperceptible, como si uno solo la hubiera hecho. El buen trabajo de dirección de arte muestra un rediseño de personajes agradablemente moderno, pero a su vez apegado al modelo original. La construcción psicológica de color trabajada las escenografías va siempre de acuerdo al estado de ánimo de cada momento de la película, lo que refuerza la construcción narrativa con la visual —aunque a veces se sienta una paleta ligeramente más oscura de la que se manejaba antaño en la televisión.

Un buen tratamiento de guión (cosa de la que adolecen casi todas las películas animadas en nuestro país) fue trabajado de manera fresca por los estadounidenses Kevin Seccia y Tim McKeon, en un homenaje bastante respetuoso al universo creado en la serie televisiva y a la psicología de cada uno de los personajes que mucha gente tiene ya perfectamente identificados (otro punto a favor). Uno de los grandes aciertos de Anima Estudios es que se procuró recuperar o emular al cast original. Es decir, las voces de los personajes, que contaron con la voz de Jorge Arvizu para recrear a Benito Bodoque y Cucho, así como verdaderos profesionales del doblaje que imitaron de manera sorprendente al resto de las voces originales. 

Los chistes y el humor, aunque sencillos, lograron superar por mucho a losgags desconectados y simplones que habíamos visto en otras entregas animadas. Existen buenos remates y un claro sentido de integración dentro de la historia, consecuentes con personalidades como la del inocente Benito, del rompecorazones Panza o la del despistado Demóstenes. Por otra parte, el guión hace un enorme guiño de ojo a todos los personajes secundarios (pero no por eso menos graciosos) que aparecieron a lo largo de la serie original, y que aquí reaparecen para internarnos más en ese viaje nostálgico. No mencionaremos los nombres de todas las intervenciones especiales por no arruinar las sorpresas, pero saltarán a la vista de los fans uno que otro violinista virtuoso y algún gran archimillonario del oriente medio, por mencionar algunos. 

Pasando a otros temas, la integración de entornos y escenarios tridimensionales con la animación bidimensional de los personajes es un poco accidentada y tiene algunos errores que hacen brincar los ojos un par de veces en la composición de efecto 3D estereoscópico. La calidad de la animación del estudio tiene aún camino por recorrer para lograr estilos más adecuados a cada caso y menos estandarizados. Sin embargo el producto general es bastante lucido, y la mayor parte de los detalles son perdonados al sentirnos absorbidos en una historia suficientemente disfrutable.

El desenlace pareciera no ir del todo de acuerdo con la quintaesencia de la serie, pero la película les permitirá sin duda llegar con agrado hasta ese momento (sin haberse dormido o querido salir de la sala) para que puedan emitir su opinión.

Hablando del público infantil que quizá nunca ha visto al clan felino, creemos que verá a Don Gato con gusto, identificándose con un personaje fresco y atractivo, ya que tiene bastante dimensión. Y si no, en el peor de los casos, no les quedará de otra que aceptar ir arrastrados por la melancolía de sus padres, que a fin de cuentas son quienes pagan el boleto.

Resumiendo, encontramos numerosos factores positivos en el proceso de hechura y en sus circunstancias que, con algo de fortuna, buena publicidad y boca en boca, pueden hacer de ésta una película exitosa. Observamos también un gran empeño que ¡por fin! logra verse reflejado en la pantalla, cosa que se agradece enormemente, ya urgía. Ahora nos preguntamos siDon Gato y su Pandilla sentará precedente para una nueva manera de hacer películas animadas en México, o será, como en muchos otros ámbitos nacionales, un garbanzo de a libra perdido como un dato curioso al pasar del tiempo. Por lo pronto ya vienen La Leyenda de la Llorona (también de Anima) y La Revolución de Juan Escopeta (de Animex) antes de que termine el año… Veremos.