Por Christian Bermejo (@bermejo)
Hace más de setenta años que Disney ha buscado adaptar el cuento “La Reina de las Nieves” (Snedronningen) de Hans Christian Andersen a un largometraje animado. Después de la Segunda Guerra Mundial, fue uno de los proyectos predilectos de Walt Disney, uno que nunca vio la luz. En los últimos años, Disney Animation Studios ha sufrido un problema de personalidad (que se incrementó con la compra de Marvel y Pixar): en busca de frescura en sus historias, se ha alejado de la esencia que durante muchos años constituyó su identidad: historias sencillas, de fórmula en muchos casos, de valores tradicionales, con una calidad en la animación de primera.
A diferencia de la narrativa de Bolt (2008) o Ralph el Demoledor (2012), Frozen es una digna sucesora de La Princesa y el sapo (2009) y Enredados (2010) porque retoma la fórmula de éxito de sus películas animadas más clásicas y reincorpora momentos musicales, princesas, patiños simpáticos, cuentos fantásticos, humor y una animación extraordinariamente bien realizada. Solo faltó el villano memorable.
Frozen cuenta la historia de dos hermanas, princesas nórdicas, que cambian sus vidas el día que descubren que la hermana mayor, Elsa, tiene poderes mágicos que le permiten crear nieve y hielo con sus manos de la nada. Todo es causa de alegría hasta que, jugando, Elsa accidentalmente casi mata a su hermana Anna. Sus padres, preocupados por proteger a sus hijas de nuevos daños y del juicio de sus súbditos del reino, deciden encerrarse en el castillo hasta que Elsa pueda controlar sus poderes. Anna es encantada para olvidar la peculiaridad de su hermana, y Elsa vive apartada completamente de la familia. En un viaje, el rey y la reina mueren en altamar, lo que obliga a las hermanas a salir nuevamente al mundo para la coronación de Elsa. El carácter alegre de Anna en contraste con el frío temperamento de Elsa es causa de complicaciones que condenan al Reino a un eterno inverno y a la desaparición de Elsa. Anna se ve obligada a unirse al audaz montañés Kristoff, su reno Sven y el mágico muñeco de nieve Olaf, en una carrera contrarreloj para salvar al pueblo de sus destrucción bajo la nieve y para ello debe encontrar a su hermana.
Frozen es un musical que se toma mucha licencia creativa, apenas está basado en el cuento de Hans Christian Andersen. Por lo general, las canciones (compuestas por el dueto Robert Lopez y Kristen Anderson-Lopez) son una mirada al interior de los personajes que aportan a la construcción del contexto más que para avanzar la historia. Esto le agrega una capa interesante a la sencilla trama que avanza con simpleza pero soltura del punto A al B, con algunos giros inesperados. La épica pone a personajes femeninos, hasta cierto punto complejos, en el escenario central. Elsa no es la alma atormentada de siempre; ni Elsa, la niña en búsqueda de la aventura afuera de su castillo. El único problema de volver a fórmulas clásicas de cuentos es que los típicos problemas también se hacen presentes. Los personajes son en general muy superficiales, con motivaciones sencillas, y parecen aceptar con demasiada naturalidad temas más profundos como la muerte de sus padres (aunque es parte del epílogo) o la separación de las hermanas. Por ejemplo, uno de los conflictos principales del filme se da a partir de que Anna se compromete en matrimonio apresuradamente; y otro, se resuelve a través de un acto de “amor verdadero”, por supuesto. En el trasfondo, la relación de las hermanas es lo verdaderamente importante y muchas cursilerías clásicas quedan de lado.
La película fue concebida originalmente en animación tradicional (dibujada cuadro por cuadro) pero el 3D no solo fue muy bien resuelto, juega un papel crucial. La nieve es algo que no han visto antes, su simulación técnica, que deja ver los detalles de su composición en tomas específicamente diseñadas para este fin, no tiene parangón. Esto complementa el hermoso trabajo de arte dirigido por Mike Giaimo (Pocahontas). Los paisajes y cinematografía son un dulce visual que acentúan los momentos dramáticos. Las escenas con tormentas de nieve o formación de hielo, especialmente durante el clímax, son simplemente espectaculares: nos sitúan al interior del vendaval con gran detalle de partículas y luz. Es una de las pocas películas que realmente explota las salas 3D y la estereoscopia a favor de la narrativa y, en algunos casos, lo hace simplemente para hacer lucir el arte, pero con éxito. La animación de personajes (character animation) de parte del equipo de Disney ha sido ejecutada con sumo profesionalismo ya que el trazo no es nada menos que preciso, expresivo e intenso, como no lo hemos visto desde hace años en Disney: en esta ocasión los dibujos son el complemento perfecto para el relato.
Más para bien que para mal, Frozen lleva la identidad de Disney Animation de regreso en las salas de cine. Sin embargo, no deja de extrañarse un antagonista memorable, clásico y malo hasta los huesos, a la altura de Maléfica, Stromboli o incluso Gastón. Aunque Frozen hace un noble intento por resaltar el poder femenino, no deja de ser un cuento de princesas muy típico. Ésta es una muy digna sucesora de la historias clásicas de Disney y está en camino a convertirse, pese a todo, en el nuevo clásico del estudio. Con Dreamworks, Studio Ghibli y el cine europeo (como Ari Folman) haciendo las contrapartes, parece que Disney por fin empieza a sentirse cómodo con la competencia.