Por Luis Vazquez
Kung Fu Panda, junto con Lo que el agua se llevó (2006), es quizá la mejor película hasta el momento del estudio Dreamworks (Shrek, Madagascar). Aunque su premisa –muy a la Hollywood– de que la candidez de un personaje de buen corazón puede hacerlo triunfar a pesar de su ingenuidad y torpeza por encima de años y años de entrenamiento y trabajo duro, no es del todo confiable. La película divierte, a pesar, incluso, de que refleja una impresión bastante libre y subjetiva de una cultura lejana y exótica para el imaginario estadounidense.
Bajo la dirección de Jennifer Yuh, responsable primaria de la historia de la primera película, y con prácticamente el mismo equipo de trabajo, Kung Fu Panda 2 mantiene de manera bastante avante el sello que tanto redituó en taquilla y gustó al público hace dos años. Repite, pero explorando de manera aún más aventurada y rica, la inclusión de otras técnicas de animación. Trabaja compuestos digitales a manera de animación de recortes para la secuencia introductoria, incluye una breve referencia al tradicional y emblemático teatro de sombras chino, y muestra un depuradísimo trabajo de animación tradicional 2D (dibujada) cada vez que nos introduce en el mundo de recuerdos del panda Po.
La historia oscila natural y agradablemente entre lo serio y lo cómico. Aunque el actor Jack Black y su comedia exagerada no sea del agrado de todos, su trabajo de voz con del personaje de Po roba más de dos o tres sonrisas. Conjugando una excelente animación de gruesa complexión pero con habilidades marciales, como un Bruce lee de 300 kilos, con la torpeza y simpatía vertida desde la interpretación vocal del actor, el equipo logró un personaje sólido y verosímil. Ver a Po es como ver a Jack Black con una excelente botarga animada que filtra a través de ella sus más sutiles gestos y actitudes.
Al reparto original de voces de lujo en su versión en inglés (Jack Black, Angelina Jolie, Dustin Hoffman, Jackie Chan, Lucy Liu, Seth Rogen entre otros) se le añade un par de nombres llamativos: el villano por excelencia Gary Oldman (Hannibal, 2001; Dracula,1992) interpreta a Lord Shen y Jean-Claude Van Damme (Street Fighter,1994; Soldado Universal,1992) es el Maestro Cocodrilo. El último, aunque no tiene más de tres líneas en la película, es un buen guiño para los fans de las películas de artes marciales.
La secuela respeta y aprovecha el universo previamente construido, para ahondar y concentrarse un poco más en los personajes y sus relaciones interpersonales. Por ejemplo, hace un acercamiento a la relación sentimental de Po con Tigresa (Jolie), juega más con el espíritu geek del panda y su obsesión por conocer hasta el más ridículo detalle de las leyendas y mitos del kung fu, como si fuera un nerd más de la serie Big Bang Theory que vive memorizando fotográficamente detalles de cuanto cómic y novela gráfica se atraviesa en su camino.
La trama cuenta con varios elementos tomados de grandes relatos, como el exterminio que exige Lord Shen de todos los pandas para impedir que se cumpla la profecía de que será derrocado por uno de ellos, una referencia directa a Poncio Pilatos, o el pathos del héroe desencadenado por sus recuerdos y traumas del pasado, que no le permiten encontrar la paz personal y lo conflictúan para erigirse como un verdadero gran maestro del Kung Fu, es lo mismo que sucede con Batman, Spiderman o Ironman.
Uno de los pocos inconvenientes es que la película resulta un poco oscura si se ve con lentes 3D, y las secuencias de acción son tan aceleradas que llegan a marear y confundir (¿alguien vio Transformers?, pues algo así). Fuera de eso, la redondez de la trama y su protagonista, el buen humor y la excelente animación, la hacen totalmente recomendable.