De culto: Ratcatcher - ENFILME.COM
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FICHA TÉCNICA
Ratcatcher
Ratcatcher
 
Reino Unido-Francia
1999
 
Director:
Lynne Ramsay
 
Con:
Tommy Flanagan, Mandy Matthews, William Eadie
 
Guión:
Lynne Ramsay
 
Fotografía:
Alwin H. Kuchler
 
Edición:
Lucia Zucchetti Duración:
94 min
 

 
Ratcatcher
Publicado el 14 - Feb - 2012
 
 
  • Cuando se estrenó Ratcatcher en 1999, la crítica inglesa vio en la directora escocesa, Lynne Ramsay, una voz capaz de recoger y honrar el legado de Ken Loach.  - ENFILME.COM
  • Cuando se estrenó Ratcatcher en 1999, la crítica inglesa vio en la directora escocesa, Lynne Ramsay, una voz capaz de recoger y honrar el legado de Ken Loach.  - ENFILME.COM
 
 

por Sofía Ochoa (@SofOchoa)

Cuando se estrenó Ratcatcher en 1999, la crítica inglesa vio en la directora escocesa, Lynne Ramsay, una voz capaz de recoger y honrar el legado de Ken Loach. Tanto sus temas –la libertad, la culpa, la muerte– como su estilo –onírico y social; terrorífico y cotidiano– habían quedado delicadamente asentados en una ópera prima con una contundencia visual rica en significado y madura en la finamente fabricada y aparente naturalidad de su realización. 

Ratcatcher está pensada bajo una disciplina religiosa: cada encuadre sirve un propósito que trasciende su propia secuencia, así como el filme mismo es parte de un discurso que inicia con los tres cortometrajes que posicionaron a Ramsay en el circuito de cine de arte profesional y se perfecciona en sus largometrajes posteriores, Morvern Callar (2002) y We Need to Talk About Kevin (2011). Ejemplo: la fantasmagórica, lúdica, mortal e icónica imagen inicial del niño protagonista enredado en las cortinas transparentes de su casa, como si éstas formaran un capullo y un saco mortuorio, remite a las cortinas flotantes que ocultan y revelan la parte más sádica del crimen de Kevin en We Need to Talk… y anticipa la atmósfera de maduración y muerte en la que se desarrolla el filme.

Otro ejemplo: el punto de vista de un infante en “Gasman” (1998), sobre una niña que convive incómodamente durante una fiesta con la media hermana que no conocía, y el crimen del protagonista que ya había sido esbozado en el corto “Kill the Day” (1996), sobre un hombre que cumple una condena en la cárcel por robo. El origen de la culpa del preso se nos sugiere en un sueño: de niño, en una manifestación de crueldad infantil, empujó a otro al río. No vemos su cabeza emerger del agua. 

Ratcatcher inicia con la certidumbre con la que no cierra: sabemos que James (Eadie) ha contribuido en la muerte de Ryan (McTaggart) al empujarlo al río. Vemos el cadáver tendido bocabajo y un encuadre a la mano inmóvil y verdosa como la del novio en Morvern Callar. La imagen no vuelve a aparecer, pero sabemos que persigue a James cuando espía la escena a lo lejos, desde la ventana de su departamento, mojado, sin que su madre lo cuestione. Con este gesto de cobarde complicidad queda atrapado en una culpa de silencio sepulcral, enfatizada por el infantilismo de los adultos y el contexto. Es 1973 y la huelga de los basureros de Glasgow ha atestado los confines del barrio suburbano de ratas y basura.

La película indaga delicada y sutilmente en la sucia consciencia de James, que al haber truncado su niñez busca la manera de liberarse. La amistad que entabla con la miope Margaret Anne (Mullen) –que ha perdido los lentes en el mismo cuerpo de agua que él perdió la inocencia– linda sin alcanzar lo erótico y acaba por hacer más evidente su impotencia, pues no puede defenderla de los jóvenes que abusan de ella. La madre del difunto lo envuelve en la ironía al regalarle el par de zapatos que Ryan nunca pudo estrenar. Claro está, no los soporta. Su familia teje una pegajosa red a su alrededor de vicios e hipocresía, a pesar del amor disfuncional que demuestran tenerle. Es el padre quien acaba por derrumbar su mundo cuando es condecorado como héroe local por haber salvado a un niño de morir ahogado. Después de la ceremonia llega borracho a la casa y se sumerge en el sofá del que –ya lo hemos visto– no puede salir para atender propiamente a los suyos. Finalmente, los niños de su edad ya no soy de su edad. Kenny (Miller) amarra a su ratón a un globo rojo y lo imagina en la estratósfera. James sabe lo que realmente ha pasado con su mascota. Y Kenny sabe lo que sucede con la consciencia de James. 

Como los personajes del cortometraje “Small Deaths” (tres viñetas sobre la epifanía como pérdida), James ya no puede volver a lo que era. Este cazador de ratas experimenta la vida en la frontera de la culpa y la responsabilidad, del amor y el miedo, del pasado y el presente. No puede volver, no puede avanzar. La cámara de Ramsay capta el entorno con imágenes y atmósferas que rondan lo aberrante y lo hermoso, lo terrorífico y lo inocente. Esta voz tan poéticamente precisa es la que se ha ganado miradas de admiración y terror alrededor de la orbe. Y es lo que permite que el final de Ratcatcher sea tan triste y liberador.

 

Ver Reseña de We Need to Talk About Kevin


 
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