Por Enrique Sánchez (@RikyTravolta)
“Baila, baila. Si no, estamos perdidos” es la premisa del documental de Wim Wenders, el lema de los bailarines que ofrecen su testimonio, y la regla de vida por la que se regía Pina Bausch. La bailarina alemana abrió camino a un estilo de danza que se complementaba de manera íntima con el teatro, y que ahora se conoce como Tanztheater. El efecto de su trabajo resultó ser tan efectivo en el escenario que Bausch no pasó desapercibida para cineastas de la talla de Fellini y Almodóvar, que no dudaron en valerse de la inigualable expresividad de la artista para utilizarla en las cintas Y la nave va (1983) y Hable con ella (2002).
Lo primero que se aprende al estudiar una disciplina artística que tenga como herramienta principal al cuerpo es la manera de moverse y expresarse con naturalidad. Suena más fácil de lo que parece, pues si hay algo que el alumno aprende rápidamente es que el lenguaje corporal vive a la sombra del verbal. Los padres siempre ponen énfasis al desarrollo de nuestro lenguaje oral, y poco a poco se resta importancia a la comunicación del cuerpo. Para Pina, sin embargo, no había nada más falso que esto. Es más, el documental deja en claro que a ella le interesaba muy poco comunicarse con palabras. Muchos de los consejos que da a sus alumnos parecen sugerencias vagas, frases simples como “ahora hazlo con libertad”, que en realidad funcionan como sencillos lineamientos para la práctica. Pina no era una maestra que exigía que sus alumnos tomaran apuntes; los hacía bailar hasta aprender la lección. Y de alguna manera lo hicieron; el trabajo de la compañía Tanztheater Wuppertal habla por sí mismo.
Wenders estuvo planeando este proyecto durante un largo tiempo, y cuando por fin se decidió a realizarlo, Pina descubrió que tenía cáncer y murió dos días antes de comenzar el rodaje. Fue gracias a la insistencia de los alumnos de Pina que el director alemán se decidió a hacer el documental y luego de ver el resultado, es casi imposible imaginar que la película pudiera haberse hecho de otro modo. Sin Pina para dar testimonio de su trayectoria, Wenders se tuvo que enfocar en la esencia de su legado; en un lenguaje revolucionario que ahora solo podremos –mejor dicho, que por fin podremos– presenciar a través de quienes bailaron a su lado.
Pina es como una película de fantasmas en donde todas las personas que vemos en pantalla han caído bajo el hechizo de su maestra y mentora. Contemplamos rostros serenos frente a la cámara –quizás incluso melancólicos–, y, aunque nunca los vemos hablar, escuchamos su testimonio que se conjuga con las imágenes apropiadas para una cinta cuyo fin es exponer la belleza del movimiento del cuerpo humano. Éste es un sello de Wenders que hará que muchos recuerden los ángeles que hablan con el pensamiento en Wings of Desire (1987), una película representativa de su etapa como uno de los cineastas más visionarios de su momento. Durante la década de los noventa, sin embargo, las cintas de Wenders no lograron igualar sus trabajos de la década anterior. Fue en ese periodo que probó suerte con los documentales, y Pina, mucho más posterior, es sin duda el mejor trabajo que ha hecho de este tipo.
Hay una sensación constante de libertad en todos los números que vemos en pantalla –incluso en uno que trata del cautiverio–, y esto se debe no a la diversidad de los actos que en su mayoría suceden al aire libre, sino a la libertad con que los bailarines utilizan su cuerpo. Es probable que ésta haya sido la razón por la que Wenders decidió filmar la película en 3D. Se trata de una cinta que en verdad está hecha para verse en tercera dimensión. A diferencia de otras películas que se valen del estereoscópico para destacar la animación y los efectos visuales, en Pina se utiliza para hacer énfasis en el espacio que un cuerpo ocupa con respecto al otro, y en la danza, el espacio lo es todo. Los cuerpos y demás objetos no salen de la pantalla de manera súbita para que trates de alcanzarlos ridículamente con la mano; en vez de eso, el mundo que vemos en pantalla adquiere una profundidad que nos da una percepción de los movimientos que sería imposible apreciar en 2D.
Muchos documentales están dirigidos a un público en específico, pero enPina, cualquiera puede ver a los bailarines y comprender de inmediato lo que están sintiendo. Los alumnos de Pina se han vuelto expertos no solo en contar historias con el cuerpo, sino en transmitir la sensación del movimiento, incluso para los que contemplamos inmóviles desde el asiento.