Por Roberto Garza
Tras codirigir con Juan Carlos Rulfo el documental Los que se quedan(2008), Carlos Hagerman comenzó a buscar financiamiento para realizar su primera película de ficción. Andaba en esa fascinante tarea de recaudador cuando un día, durante una sobremesa, su compadre John Grillo le contó la historia de su padrastro, el “Perro largo” (Hilario Martínez), un personaje legendario del también legendario Acapulco de los años cincuenta y sesenta del siglo pasado.
Hagerman quedó tan impresionado con la historia que decidió hacer un largo de ficción sobre la vida de tan singular personaje: un pescador y buzo profesional, respetado en mar y tierra, que en aquellos años memorables se codeó con las personalidades de la farándula y el jet set que visitaban Acapulco, y que cazó –cordel en manos– un tiburón que amenazaba las playas de la bahía por ahí de 1975.
Sin embargo, mientras Hagerman hacía investigación de campo y entrevistaba a familiares y amigos del “Perro largo”, se dio cuenta de que esos personajes “reales” eran quienes debían contar la historia. “¿Para qué escribir un relato ficticio y contratar actores si tengo a los personajes y a las locaciones reales de esta historia?”, se preguntó el cineasta. De manera natural, y porque así se presentaron las cosas sobre la marcha, el género documental se impuso sobre la ficción.
Sin planearlo de ese modo, las entrevistas que Hagerman realizó como parte de la preproducción de la película inexistente de ficción, se convirtieron en la columna vertebral de Vuelve a la vida (2010), documental –o coctel cinematográfico– que reconstruye los mejores años del “Perro largo” a través de los recuerdos de su hijastro, John Grillo, quien asume el rol de narrador principal.
A la de John Grillo se suma la voz de su madre, Robyn Sidney, bellísima modelo estadounidense y esposa de Perro largo, quien llegó a Acapulco como turista con su entonces pequeño hijo John, y se enamoró perdidamente del espigado buzo de piel morena. Poco a poco, conforme avanza la película, se va incorporando una gama voces (entre amigos, familiares y un cronista de Acapulco), mismas que, cual ingredientes de un coctel de mariscos, enriquecen y dan sabor al relato.
El resultado final es una pieza fílmica con una frescura tan sorprendente como inusual en el cine documental mexicano. Me explico: si revisamos los últimos 20 o 30 documentales que se han hecho en México, veremos que la gran mayoría aborda temas de índole social (migración, derechos humanos, pobreza, desigualdad, niños que trabajan, etc.)
Podemos hablar de algunas excepciones como los dos excelentes trabajos de Everardo González (La canción del pulque y Los ladrones viejos) o el de José Manuel Craviotto (Los últimos héroes de la península). Pero Vuelve a la vida, además de excepcional por el tema que aborda, tiene una carga de originalidad que lo separa por completo de cualquier tendencia o moda.
Estamos hablando de una modesta postal fílmica que recrea con lujo de nostalgia una época gloriosa en Acapulco, y que destapa la leyenda del “Perro largo”, un hombre que –sin haber sido político, guerrillero o artista, sino un simple pescador y buzo, pero con gran personalidad– permanece en la memoria de muchos guerrerenses.