Por Oscar Uriel
Del 12 al 19 de marzo, 2010. Guadalajara, México.
Durante años constituyó definitivamente el festival cinematográfico por excelencia en la República Mexicana e incluso gozaba de gran prestigio a nivel internacional. Obviamente, hablamos de una era antes de que eventos celebrados en Morelia y en la ciudad de México captaran atención mediática y se posicionaran en el panorama mundial. Nos referimos al Festival de Cine Internacional celebrado en Guadalajara, Jalisco el cual cumplió veinticinco años de haberse consolidado.
¿Las celebraciones? Fueron muchas, principalmente una exquisita curaduría fílmica en secciones como Europa Tendencias o Corrientes Alternas en las que se presentaron cintas de el calibre de Bellamy (2009) de Claude Chabrol, Lebanon (2009) de Samuel Maoz, Soul Kitchen (2009) de Fatih Akin, Lourdes (2009) de Jessica Hausner y Samson and Delilah (2009) de Warwick Thornton por mencionar sólo algunas de las películas proyectadas en una muestra con lo más sobresaliente de la producción cinematográfica mundial.
Lamentablemente, no se puede decir lo mismo de la competencia de largometrajes de ficción mexicana, ya que la mayoría de las cintas presentadas constituyeron grandes decepciones para los asistentes y la crítica especializada. A excepción de las cintas De la infancia (2010) de Carlos Carrera y Cefalópodo (2010) de Rubén Imaz, el resto pasaron con más pena que gloria. El certamen de ficción iberoamericano presentó una selección un poco más interesante que la nacional.
En este rubro destacamos filmes como Agua fría de mar (2009) de Paz Fábrega, la española After (2009) de Alberto Rodríguez y mi favorita Rabia, producida por la mexicana Bertha Navarro y dirigida por el ecuatoriano Sebastián Cordero, un poderoso drama de denuncia social, cargado de violencia, en el que el actor mexicano Gustavo Sánchez Parra ofrece una verdadera cátedra de actuación en su interpretación sobresaliente de un albañil sudamericano que vive en calidad de indocumentado en España.
En la sección de documentales nacionales, un género que día con día cobra mayor auge en cuanto a calidad y producción en nuestro país, se presentaron una serie de distintos trabajos que demuestran el nivel y el talento de los directores mexicanos que exploran este lenguaje. Como ejemplo basta mencionar cintas como Presunto culpable (2008) dirigida por Roberto Hernández y Greoffrey Smith, un conmovedor filme que expone las deficiencias del sistema judicial en México; mientras que Perdida (2009) de Viviana García Besné hace una reflexión del rol de las actrices nudistas dentro de el cine nacional. Ambas películas no pueden ser más distintas entre sí en cuanto a temática; sin embargo, las dos poseen una inteligente realización y una aguda mirada que las convierte en cintas reflexivas y, por cierto, muy entretenidas.
En el plano latinoamericano debemos mencionar la proyección del documental Pecados de mi padre (2009) del argentino Nicolás Entel, un poderoso testimonio sobre las vicisitudes que vive el hijo de Pablo Escobar, el infame capo colombiano que dio origen a toda una era de violencia en su país. La cinta narra la historia de un hombre que busca reconciliarse con aquellas personas afectadas por la ola criminal encabezada por Escobar. Un documento que aspira a la reconciliación colombiana. Posteriormente tuvo una breve estancia en la cartelera mexicana y más tarde se transmitió en la televisión de paga en Latinoamérica.
De entre los platillos fuertes que presentó el Festival, sin duda alguna, el que captó mayor atención fue el estreno del documental Seguir siendo: Café Tacvba (2010) dirigido por Ernesto Contreras y José María Cravioto, un recuento de la trayectoria de el grupo de rock más popular en tierras aztecas. Desde sus inicios, hasta el memorable viaje a Japón, Contreras y Cravioto documentan el lado no visto por los fanáticos en una película que, estoy seguro, se convertirá en un esencial para los seguidores de la banda.
La celebración número veinticinco también se vio ensombrecida por la noticia de que su director, Jorge Sánchez, abandonaría el cargo que ha ocupado por cinco años, durante los cuales logró posicionar al Festival como una de las plataformas más importantes de estrenos latinoamericanos en el mundo y convirtió a su mercado en el punto de encuentro más importante para la industria fílmica de Latinoamérica. Sin duda alguna su partida es una pérdida irreparable y deja un lugar difícil de ocupar. Veremos qué depara el 2011.