Del 15 al 23 de octubre, 2011. Morelia, México.
A lo largo de nueve años, el Festival Internacional de Cine de Morelia se ha posicionado como el festival de cine mexicano más importante a nivel internacional, gracias, principalmente, al vínculo tan cercano que mantiene con el Festival Internacional de Cine de Cannes, lo que le ha permitido invitar a importantes personalidades de la cinematografía mundial, estrenar relevantes películas extranjeras y darle una brecha ya transitada a los cortometrajistas ganadores que inmediatamente se vuelven elegibles para participar en el festival de la Rivera francesa.
Esta edición, a solo un año de su décimo aniversario y en vísperas de elecciones morealianas, se desarrolló con especial orden y con una selección oficial en competencia de calidad notablemente superior a la de años anteriores.
Dejamos un recuento de su selección oficial, sus invitados y su selección general para la memoria.
Selección Oficial en Competencia
Por Martín Rodríguez García (@Chukunu)
Como en cada festival importante, en el FICM, la Selección Oficial, que incluye únicamente trabajos mexicanos, marca la diferencia con respecto a otros festivales y lo hace relevante para la industria mexicana e internacional.
A través de su competencia oficial, el festival reconoce la labor de realizadores mexicanos en tres categorías: Cortometraje Mexicano, Documental Mexicano y Largometraje Mexicano, siendo este último el premio más importante, gracias en parte a los reconocimientos materiales, entre ellos el Premio EnFilme que consiste en un programa de edición profesional "Avid Media Composer", y sobre todo a la proyección nacional a nivel nacional e internacional que le brinda.
En los últimos años, la producción de cine en México incluye un gran número de documentales y muchos han sido sobresalientes. Paradigmático es el caso Presunto culpable que en 2009 resultó ganador en este festival y este año fue un éxito taquillero y un balazo a la burocracia.
Los Documentales Mexicanos en competencia (trabajos de larga duración) del 9º FICM destacan por ser en su mayoría retratos de una persona, una situación o una comunidad que, sin caer en el terreno de lo explicativo y la denuncia, contemplan lo que sucede, sin mayor injerencia de la cámara, dejando que los protagonistas que nos cuenten sus historias. El lugar más pequeño, de Tatiana Huezo, un retrato profundo de la comunidad de Cerquera, El Salvador, hace un uso preciso de los recursos cinematográficos, con varias tomas de la cotidianidad del lugar y un diseño sonoro que reconstruye la violencia de la guerra, a partir de sonidos de la naturaleza, recibió el premio que otorga la Asociación de Mujeres en el Cine y la Televisión A.C. de México y obtuvo una de los dos menciones especiales del jurado. La otra fue para Lecciones para una guerra de Juan Manuel Sepúlveda. El premio al Mejor Documental fue para Silvestre Pantaleón, de Roberto Olivares Ruiz y Jonathan D. Amith, situado en una comunidad nahua de Guerrero en el que un anciano quiere que le procuren un “levantamiento de sombra”.
9 para 9
Para el 9º FICM, fueron nueve los Largometrajes Mexicanos en competencia: Fecha de caducidad (Kenya Márquez), El premio (Paula Markovitch), El lenguaje de los machetes (Kyzza Terrazas), Malaventura (Michel lipkes), Mi universo en minúsculas (Hatuey Viveros), Nos vemos, papá (Lucía Carreras), Paraísos artificiales (Yulene Olazoila), El sueño de Lú (Hari Sama), Los últimos cristeros (Matías Meyer). Lo primero a destacar es que año con año la Selección Oficial de esta categoría ha ido mejorando; pero en esta edición, el salto en la calidad, tanto en forma como en contenido, resultó muy significativo.
Gran parte de los trabajos destacaron por un buen manejo de los elementos cinematográficos y la diversidad temática. La fotografía de Los últimos cristeros resalta por su preciosismo y su cercanía al naturalismo; la música original y la construcción del duelo de forma tan delicada e íntima en El sueño de Lú (Mención Especial) le da realismo y fuerza particulares a la película; de Fecha de caducidad (Premio del Público), sobresale la minuciosidad con la que está construido el guión, cómo el que humor, la crítica social y la política se mezclan de manera casi imperceptible, también sobresalen la dirección de arte y la dirección de actores.
Respecto a los temas, hubo de todo: desde la trillada historia del adicto a las drogas hasta el recorrido final de varios soldados entregados a su fe, pasando por los problemas de la guerra vistos desde la perspectiva de una niña, el duelo por la pérdida, el complejo de Elektra, y la rutina y la violencia en las grandes urbes.
En cuanto a las actuaciones, cabe resaltar los trabajos histriónicos de Cecilia Suarez en Nos vemos, papá; Úrsula Pruneda en El sueño de Lú; la pequeña no actriz, Paula Aginelli, de El Premio y Damián Alcázar en Fecha de caducidad.
La ganadora a Mejor Largometraje Mexicano fue El premio, ópera prima de la escritora y guionista (reconocida co-guionista de Fernando Eimbcke), Paula Markovitch. El delicado filme, que ostenta influencias de Ingmar Bergman, triunfó en la misma categoría en el Festival de Cine de Guadalajara y fue reconocido en el Festival Internacional de cine de Berlín por el trabajo de cámara y el diseño de producción. Aunque la competencia fue reñida, sin duda la elección fue justa. La profundidad del discurso, la belleza de la forma, la manera de abordar lo complejo del problema de la dictadura y la represión argentinas desde la perspectiva de una niña, la hacen dura, entrañable y sobresaliente, por encima de sus competidoras.
Invitados especiales
Por Sofía Ochoa (@SofOchoa)
Aunque este año el FICM no tuvo una figura central tan popular como, digamos, Tarantino, que asistió el año pasado; constantemente la presencia de actores y directores nacionales e internacionales aderezaron el día a día del festival. Para la inauguración, por ejemplo, estuvieron presentes Demián Bichir y Chris Weitz, actor y director de Una vida mejor, la película abridora.
Las protagonistas de La piel que habito, Elena Anaya y Marisa Paredes atrajeron reflectores durante la alfombra roja y la presentación de la película. Aunque corta, su intervención pública fue memorable al menos para los presentes. Ambas hablaron con especial cariño y apego al filme y a su director Pedro Almodóvar.
Los primeros días estuvieron marcados por la presencia del director alemán Volker Schlöndorff que corría de un lado a otro para presentar cada una de las películas de su autoría que se exhibieron durante el festival –entre ellas, su recién salidita del horno (la terminó tres días antes), La mer à l’aube–, para recibir la medalla de la Filmoteca de la UNAM y para dar la plática y conferencia que se le agendaron. En cada sesión habló sin ambages, acaso con humor, y contestó todas las preguntas abiertamente. Contó, por ejemplo, que tras ganar la Palma de Oro en Cannes en 1979 por El tambor de hojalata, le vino una recaída que lo arrojó a un estado de vagabundo en las calles de Nueva York del que salió cuando comenzó a filmar el documental The Candidate. En varias ocasiones recalcó que tiene un buen recuerdo de México porque en una época tuvo una novia que eventualmente lo dejó: “ya saben lo que dicen: amor de lejos, de pendejos”.
Damián Alcázar fue la figura michoacana homenajeada en esta edición. Recibió el muy querido Ojito y se le realizó una retrospectiva. Además, estrenó película en competencia en la sección de ficción, Fecha de caducidad, en la que su interpretación de médico frustrado venido a mil chambas mantuvo al público a ritmo de risas. Si se diera un premio al mejor actor en el festival, la decisión no hubiera sido difícil.
Muchos ansiaban y temían al mismo tiempo la visita del maestro húngaro Béla Tarr, pero su presencia más que gélida y hosca, como algunos esperaban, fue iluminadora. El invitado se mostró amable y dispuesto a compartir, eso sí, sin ceder a decir “estupideces”. No contestó, por ejemplo, qué pensaba de México porque cuando se lo preguntaron solo llevaba “36 horas aquí”; pero sí dijo con firmeza cuál consideraba que era la principal diferencia entre él y Tarkovski: “él cree en Dios, yo no. La lluvia de sus películas purifica, la mía ensucia, hace lodo, hace todo más difícil”. Desde su primera aparición pública, durante la presentación y la sesión de preguntas y respuestas de su más reciente –y según él último– filme, El caballo de Turín, dejó en claro el mensaje en el que más insistió: el verdadero cineasta tiene que buscar su propio lenguaje, ser él mismo, no copiar a los demás.
Si consideramos que Tarr es el cineasta antihegemónico, antiiEndustria, por excelencia, el mensaje es totalmente congruente con el desarrollo de su obra. Sin embargo, y seguramente él no lo sabe, dijo algo que podría repercutir aún más entre los cineastas mexicanos durante la sesión de preguntas y respuestas de su larguísima y, según él mismo dijo, “aburrida”, Sátántangó, que vieron durante más de siete horas unas cincuenta personas: Alfonso Flores-Durón, director de este medio, inquirió qué tan importante es mantener distancia entre el cine y la realidad, un tema por demás recurrente en la cinematografía mexicana actual; la respuesta fue que el cine nunca puede ser realidad, que siempre que hay una cámara en una situación real, las personas reaccionan también a la cámara, modificando así la realidad. Teníamos una lista larguísima de preguntas, pero al menos nos dio tiempo, en nuestra entrevista, de escuchar en qué consiste la vida, aquí y ahora.
Aunque en último momento se canceló la visita de Emir Kusturica, se anunció casi al final de la semana la presencia del versallesco, Michel Gondry, que asistió a dar una conferencia de prensa y a presentar su película de 2008, Be Kind Rewind. La selección no fue aleatoria. Gondry ha iniciado un proyecto muy relacionado con esta película, sobre un par de amigos que se dedican a hacer remakes de clásicos de Hollywood, llamado La fábrica de sueños que tiene como último fin que la gente haga películas en tres horas. La intuición como método de realización les es familiar, pues, platicó, él no tuvo una formación cinematográfica profesional.
Estrenos Internacionales
Por Staff EnFilme
Quizá los más vistoso de la cartelera moreliana sean la ya estrenada El árbol de la vida (que en el resto del mundo pudo verse un par de semanas después de que ganara en Cannes la Palma de Oro en marzo) y la película de Pedró Almodóvar, La piel que habito, que estrenará en México el próximo noviembre. Pero la selección mostró otras joyas también exquisitas que podrían ser oportunidades únicas de ver en 35 mm, como la retrospectiva de Schlöndorff o de Béla Tarr.
We Need to Talk About Kevin, que una semana después ganaría como Mejor Película, es la adaptación del libro de Lionel Schriver, en el que la matanza a gran escala de un adolescente dispara dudas sobre el grado de responsabilidad de su atormentada madre. Con música de Jonny Greenwood, un montaje no lineal y un diseño de producción que ayuda a la construcción de imágenes poderosas que remiten a la sangre y la violencia, la película es un golpe fuerte a la psique y al corazón. Se estrenará en enero en México.
El cine de Aki Kaurismäki ha destacado porque ha sabido fundir el minimalismo bressoniano con el melodrama de las B-movies; por su humor seco acolchonando su crítica social en las historias sobre la clase trabajadora y por sus protagonistas indefensos que son aplastados por la enormidad de las circunstancias. Todas estos elementos están en Le Havre. La historia sobre un limpiabotas que decide proteger a un inmigrante africano la administra como si Chaplin te estuviera poniendo un dulce en la boca. Se estrenará en enero en el D.F.
Con mucha sutileza, Pablo Giorgelli nos cuenta el enamoramiento entre un camionero y una migrante que viaja con su bebé en Las acacias. Ganadora en la sección Horizontes Latinos de San Sebastián y de la Cámara de Oro en Cannes, esta road movie sigue la tendencia del cine con no actores, con excelentes resultados.
The Arbor es un portentoso ejercicio fílmico que experimenta al reproducir pasajes de la convulsionada vida de Andrea Dunbar (autora de Rita, Sue and Bob Too!, 1986, que el gran Alan Clark llevó a las pantallas de cine), en los mismos sitios donde ella vivió (un sórdido council estate en Bradford). Utilizan actores, pero respeta las voces auténticas de los personajes reales. Clio Barnard, directora de la película, presentó la película en el festival.
Christophe Van Rompaey, presentó su largometraje Lena, sobre una adolescente con problemas afectivos, que se ve envuelta en un triángulo amoroso tan complejo que de resolverlo depende su futuro. Con mucho cuidado de no ser gráfico, Rompaey filma varias escenas de sexo, dejando claro que la sociedad que retrata está plagada de éste, pero carece de lazos sentimentales.
Le gamin au vélo (El chico con la bicicleta) de los hermanos Dardenne, es una aproximación profunda a los conflictos de un niño rechazado por su padre, pero con mucha sencillez a nivel narrativo, haciendo de ella una película cálida y agradable.
Pan negro, de Agustí Villaronga, ganadora de varios Goyas y elegida como representante de España para Mejor Filme Extranjero en los Oscar es un espléndido guión, plagado de alegorías sobre la libertad y la diferencia, que retrata el infranqueable muro que divide el mundo de los niños y el de los adultos, todo en el marco de la aterradora Guerra Civil que fracturó a España.