La 6ª edición de DISTRITAL se llevó a cabo del 21 de enero al 11 de febrero de 2016 en la Ciudad de México y, de forma simultánea, en las plataformas Cinema Uno, MUBI, Cinepolis Klic y, exclusivamente para las películas mexicanas con alcance internacional, la plataforma Festival Scope.
El evento cinematográfico busca consolidarse como un espacio de encuentro y reflexión en torno a las nuevas propuestas del cine independiente nacional e internacional, con una programación conformada por 160 películas de las cuales 135 pudieron verse de forma simultánea y gratuita en línea. Este año, la mirada se inclina a realizadores de diversas partes del mundo, cuya obra está sentando precedentes en términos narrativos y estéticos a nivel mundial, al tiempo que fomenta nuevos lenguajes y puntos de vista alrededor de sus procesos de creación.
Abajo te dejamos minicríticas de algunas de las películas que pudieron verse en este festival:
Lucifer, de Gust van der Berghe. México - Bélgica (2014).
★★★
Un extraño (Gabino Rodríguez) se le aparece a dos mujeres, María (Norma Pablo), y su abuela, Lupita (María Acosta). Al topárselo, no le hacen mucho caso. Pero él insiste hasta meterse a su casa, so pretexto de conocer y curar a Emanuel (Jerónimo Soto Bravo), el hermano de 74 años de Lupita, que durante cuatro años ha fingido no poder caminar para poder emborracharse y apostar a escondidas. El extraño “cura” a Emanuel se hace llamar “un ángel”, por lo que la familia le organiza una fiesta a la que el pueblo entero asiste. Pronto, el “ángel” demostrará de qué trataba verdaderamente su milagro.
Las imágenes de los altavoces en Angao, Michoacán, por donde sus habitantes se comunican entre sí y pretenden hacer que Dios los escuche, son el motivo visual de Lucifer, el tercer filme del belga Gust van der Berghe (Pequeño niño Jesús de Flandes, 2010; Pájaro azul, 2011), con el que cierra su trilogía sobre la fe. Se trata de una adaptación de la obra del mismo nombre del poeta nerlandeés del siglo XVII, Joost Van Den Vondel trasladada a un pueblo mexicano difícil de ubicar en el tiempo. Aunque hay algunos rasgos que indican vínculos con el presente urbano, la gente que retrata (todos actores naturales, salvo Gabino Rodríguez) sigue vinculada a usos y costumbres que parecen lejanos en el pasado. Esta atemporalidad facilita el desarrollo de los temas esenciales en las tres películas del director (las anteriores fueron filmadas en Flandes y Togo): el encuentro entre el bien y el mal, la pérdida de la inocencia, y la construcción de una moral. Los primeros dos actos de la narración, en los que se establece la situación y sus consecuencias, se desarrollan con el tono didáctico de una pastorela, pero en el tercer acto, donde normalmente se nos presentaría la moraleja, hay una nada sencilla celebración de la vida a través de la muerte. En Lucifer, visualmente persiste la idealización de la naturaleza, ciertos elementos circenses (apoyados sobre todo en la exageración) y, como en su ópera prima, la imaginería cristiana, a partir de la que se elabora sobre la religiosidad sin inspeccionar en sus particularidades. Las ideas a las que el director regresa se notan algo desgastadas. A pesar de haber filmado toda la película en un formato circular y, en ocasiones, usando un invento, eltondoscope, que une los dos extremos del horizonte para formar un círculo, emulando a las pinturas flamencas que se popularizaron en el siglo XV, la poesía que destilaron las enrarecidas alegorías en sus dos primeros filmes no fluyen aquí con la misma naturalidad. SOR
Santa Teresa y otras historias, de Nelson De Los Santos Arias. México - República Dominicana - Estados Unidos (2015).
★★★½
Con una estructura aparentemente irregular, Nelson De Los Santos Arias (Le Dernier des Bonbons, 2011; Pareces una carreta de esas que no la para ni lo' bueye, 2013) presenta un grupo de relatos ligeramente inspirados en la novela de Roberto Bolaño, 2666, que se centra en los feminicidios cometidos en la frontera entre México y Estados Unidos, en un pueblo ficticio conocido como Santa Teresa. Desde la mujer sagrada, encarnada en la devoción a la Virgen María, pasando por las Muxes (personas originarias del istmo de Tehuantepec, principalmente, a las que se les ha asignado el sexo masculino pero que asumen roles femeninos en los ambitos sociales, sexuales y personales), hasta las victimas de los crímenes y otros atropellos, la película salta de una historia a otra a un ritmo turbulento en compañía de las voces narrativas fuera de pantalla, unidas por la investigación del reportero Juan de Dios Martínez.
El filme Santa Teresa y otras historias, ganador a Mejor Largometraje en la 30ª Edición del Festival de Cine de Mar Del Plata, está estructurado de tal forma que dice más del director, su país y la cultura latinoamericana en general de lo que uno podría suponer en un principio. La línea narrativa salta de relato en relato sin advertencia, dejando acciones inconclusas para retomarlas nuevamente más tarde, cambiando de idea a la mitad del desarrollo de otra, de forma que parece que estás viendo cuatro historias contadas de forma casi simultánea. El mismo director, Nelson De Los Santos Arias, dominicano de nacimiento, compara su discurso cinematográfico con su propio proceso de pensamiento –asociativo, que encuentra conexiones que inevitablemente persigue, saliéndose por la tangente– y la revolución lingüística que caracteriza a los caribeños, alejada de las reglas de la Academia, que omite sonidos y no termina oraciones. La película es en sí una representación de la cultura violenta y paradójica de los países latinoamericanos, donde lo mismo se santifica a la mujer, como se le convierte en víctima de castigos atroces. -CRM
Plan sexenal, de Santiago Cendejas. México (2014).
★★½
Juan (Harold Torres) y su novia Mercedes (Edwarda Gurrola) se mudan a su nueva casa en la colonia Claveria, en Azcapotzalco. Organizan una fiesta con sus amigos sin importarles que el ruido de la música sea molesto para sus vecinos. Ante las quejas, un policía (Noé Hernández) acude al domicilio de la joven pareja para pedirle a Juan que termine su fiesta, advirtiéndole que la ciudad está en toque de queda. Para evitar problemas y después de una tensa discusión, Juan accede, pero entonces, ¿qué hace un vagabundo afuera de su casa durante toda la noche mirando hacia la ventana?
Filmado en 16mm y con el respaldo de Gerardo Naranjo (Voy a explotar, 2008; Miss Bala, 2011) como productor, Plan sexenal (2014), ópera prima de Santiago Cendejas, es un filme arriesgado, una obra violenta, desde la textura de sus imágenes hasta los conflictos de sus personajes, cuyos simbolismos son forzados y poco sustentados, pero crean una atmósfera audaz y tenebrosa. La película ambiciona retratar el macrocosmos de la difícil transición política de un país (no es claro en ello, pero algunas imágenes aluden a las marchas y actos violentos de insatisfacción ante la toma de posesión del presidente en diciembre de 2012), en un pequeño microcosmos donde reina la anarquía, la inseguridad y el caos social. Ahí, se entrelazan los secretos, misterios y planes de Juan, Mercedes y el extraño hombre que los vigila. La obscuridad es otro de los participantes que acentúa el nerviosismo y miedo de los personajes, así como las dudas de la audiencia. ¿Cuál era el plan de Juan? ¿Quién es el vagabundo? Y aunque esos cuestionamientos son bien planteados en la primera parte del filme; la búsqueda por crear un intenso thriller termina siendo un intento al que le falta la contundencia y audacia con la que había comenzado. -LFG
La caridad, de Marcelino Islas Hernández. México (2015).
★★★
Luego del festejo de su aniversario número 30 como casados, José Luis (Jaime Garza) sufre un accidente automovilístico y pierde la pierna derecha. Su esposa, Angélica (Verónica Langer), una profesora de primaria, deposita cariño, entrega y responsabilidad para cuidar de su marido; sin embargo, éste se muestra enfadado pues no quiere ser una carga para ella. El amor y la confianza entre ambos comienza a desvanecerse cuando una enfermera (Adriana Paz) llega a la casa para cuidar a José Luis, quien comienza a sentir una fuerte atracción hacia la joven.
La caridad (2015), el segundo largometraje de ficción del joven director mexicano, Marcelino Islas Hernández (Martha, 2010), examina las tensiones, inseguridades y transformaciones que sufre un matrimonio aparentemente sólido. Con una puesta en escena muy cuidadosa (cada uno de los objetos y espacios que aparecen a cuadro tienen una función específica dentro de la narrativa del relato), un uso constante de la cámara fija (sólo hay un movimiento de cámara en todo el filme) y un uso congruente de las elipsis, el director logra configurar el retrato íntimo de una pareja que busca reestructurar su vida matrimonial sólo para darse cuenta que a lo largo de los años las grietas se han ampliado para desembocar en una fractura que, quizá, no tarde mucho en llegar. Enmarcada en close-ups, Langer opta por los silencios y gesticulaciones para evidenciar su tristeza; en planos abiertos se nos presenta a José Luis, un hombre que ha perdido una pierda y tiene dificultades para hacer tareas simples como responder el teléfono; y el personaje de Adriana Paz, aunque lleno de vitalidad, no puede esconder su espíritu nostálgico que despierta un enorme deseo al compartirle algunas anécodtas vinculadas a su vida sexual. -LFG
Surire, de Iván Osnovikoff y Bettina Perut. Chile (2015).
★★★★
El salar de Surire, ubicado a 4300 metros sobre el nivel del mar al norte de Chile, es una enorme extensión de tierra en la que los únicos sonidos que se escuchan son el viento y el motor de los camiones mineros que recorren la carretera. Es también el hogar de los últimos aymaras, un pueblo indígena sin herederos que habita en pequeñas casas de adobe y paja, alejado de toda civilización, sobreviviendo a la extinción de su cultura, a la vez que su vida simple contrasta con la magnificencia de los paisajes.
El nuevo filme de los cineastas Iván Osnovikoff y Bettina Perut, quienes han trabajado juntos en proyectos como La muerte de Pinochet (2011) y Noticias (2009), es en esta ocasión un documental sin fines de denuncia. La cámara se posiciona frente a los protagonistas a manera de ventana, sin emitir juicios ni dar opiniones, sino que le ofrecen al espectador la oportunidad de presenciar el transcurso de la vida en un lugar tan desolado como lo es el salar de Surire, y formarse sus propias opiniones. Los directores no buscan más que mostrar un vistazo a una cultura en vías de extinción frente a la modernización de sus alrededores, donde la cultura de los ancianos aymaras se muestra con acciones más que con palabras, dejando que sean ellos mismos quienes guíen al espectador. -CRM
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