La frase de apertura del filme –“Los muertos están vivos”– define, en gran parte, el intento por recuperar los fantasmas del pasado en esta nueva entrega, la 24ª, de la extensa y exitosa franquicia. La acción comienza con el protagonista, James Bond (Daniel Craig), transitando, en compañía de su nueva y pasajera conquista (Stephanie Sigman), las bulliciosas calles del Centro Histórico de la Ciudad de México en una de las celebraciones más representativas de la cultura mexicana: el Día de los Muertos. Y ahí, entre multitudes elegantemente ataviadas de catrinas, comienza una frenética persecución; entre cráneos y esqueletos se conforma una fantástica danza macabra que podría representar un mal augurio para el héroe. El atractivo travelling de apertura, capturado en una sola toma por el talentoso cinefotógrafo, Hoyte Van Hoytema (Let The Right One In, 2008; Interstellar, 2014), deslumbra la pupila del espectador prometiendo un espectáculo visual que supera con creces una dinámica narrativa que, si bien está cargada de alusiones a los anteriores filmes de la franquicia, se basa en una fórmula repetitiva, predecible y desgastada. Luego de una vertiginosa batalla en helicóptero contra Marco Sciarra (Alessandro Cremona), el agente 007 adquiere un anillo que tiene inscrito un misterioso símbolo en forma de pulpo. Bond, con la intención de descubrir el significado del anillo, comienza una intensa y larga búsqueda por Londres, Roma, Austria y Marruecos hasta encontrarse con Lucia (Monica Belluci) y Madeleine (Léa Seydoux), dos mujeres fundamentales para que el héroe conozca a Oberhauser (Christoph Waltz), el peligroso líder de la organización criminal llamada Spectre, obsesionado con el pasado y los traumas de James Bond.
Las locaciones son lujosas; la lente de Van Hoytema le saca provecho a las tonalidades grises y beige de la arquitectura barroca del Centro Histórico de la Ciudad de México; a los claroscuros de las calles romanas; a los blancos, grises y gélidos paisajes invernales cercanos al lago Altausee; a las texturas arenosas de Marruecos. Y en estos atractivos escenarios, Daniel Craig –con su elegante figura de gimnasio, una dosis de arrogancia y un rostro engreído– es el responsable de otorgarnos momentos de frenética acción y batallas interminables contra los villanos, así como darse tiempo para seducir a bellas mujeres. Pero los momentos más introspectivos se desarrollan en una breve trama paralela donde M (Ralph Fiennes) explica cómo el programa “00” está bajo la amenaza de una nueva iniciativa de seguridad conocida como “Nine Eyes”, un programa de vigilancia que vincula a todas las naciones del mundo, encabezado por C (Andrew Scott). El director inglés, Sam Mendes (American Beauty, 1999; Road to Perdition, 2002), junto con los guionistas (John Logan, Neal Purvis, Robert Wade y Jez Butterworth), utiliza la rivalidad entre M y C como una oportunidad para explorar el espíritu de la época actual respecto a la ansiedad que generan los sofisticados e intrusivos sistemas de vigilancia de los servicios secretos, lo que ha sido un tema polémico desde las filtraciones de los diarios de guerra de Afganistán de Bradley Manning hasta la manera en que Edward Snowden hizo públicos los programas de vigilancia masiva de Estados Unidos. Esta situación, trasladada a la ficción cinematográfica, es una sutil y tenue exploración sobre cómo aún es posible la existencia de un “dinosaurio” de los servicios secretos en un mundo contemporáneo plagado de información, velocidad y nuevas tecnologías. En 007 Spectre (2015) hay suficiente nostalgia para emocionar a los fieles aficionados de James Bond y de Craig, pero para aquellos que no están embelesados por el agente, el filme carece del encanto y entusiasmo de Casino Royale (2006) y Skyfall (2012), y se asemeja más al predecible, obtuso y poco sorpresivo Quantum of Solace (2008).
Fecha de estreno en México: 6 de noviembre, 2015.