Alice: presencias malévolas (The Hatred, 2017) comienza con un prólogo -ambientado en 1968- que se extiende casi 20 minutos en el que -sin profundizar en ello- alude a la infiltración de los nazis en la sociedad estadounidense. Este simple preludio de la historia principal carece de contexto o información verdaderamente significativa. Si bien los sucesos históricos han demostrado que, de hecho, algunos nazis se instalaron en Norteamérica después de que terminó la guerra, el filme nunca aclara si esto es parte de algún plan infame (que parece ser el caso) o si simplemente responde al curso ‘natural’ de los acontecimientos. Además, el guion nunca llega al trasfondo de un aparente villano llamado Samuel (Andrew Divoff), quien se presenta como un padre de familia espeluznante, especialmente porque desea mantener a su hija Alice (Darby Walker) alejada de las interacciones sociales. Una muerte repentina en este prólogo despierta a una malévola entidad que permanecía dormida en una reliquia nazi que resguardaba Samuel. Luego, un salto temporal de 50 años para ubicarnos en la época actual. La misma casa en la que vivió Samuel ha sido remodelada; un matrimonio con una hija pequeña vive allí, y todo está bien, supuestamente. Cuando Regan (Sarah Davenport), una estudiante universitaria, y sus tres amigas llegan a la casa para ayudar a cuidar a la niña durante un fin de semana, el mal puro de la reliquia no puede ser contenido y comienza a acechar a sus jóvenes víctimas. El guionista y director Michael G. Kehoe adoptó un enfoque básico del género de la casa embrujada, le dio un pequeño giro con ambiciones históricas, pero el malvado artefacto nazi sólo funciona como un dispositivo que pretende generar sustos fáciles, sin una historia de fondo ni secretos que justifiquen su carácter maldito.
Fecha de estreno en México: 1 de febrero, 2019.
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