María (Bárbara Mori) y Tonatiuh (Claudio Lafarga) son novios y su amor va cuesta abajo. Después de una noche intensa de baile, alcohol y revelaciones, de regreso a casa, pelean en el coche. Los insultos y forcejeos los distraen y chocan. Tonatiuh ingresa al hospital y a partir de ahí la película viene y va entre sueños, recuerdos ¿y la realidad?, mostrando los momentos álgidos y deprimidos del romance. E integrando a una segunda mujer, Alicia, a la relación.
Jesús Magaña ha insistido a lo largo de su filmografía en introducirse en relaciones en picada, y en poner mujeres muy bellas en la pantalla. Daniela Schmidt en Sobreviviente (2003); Ana Serradilla en Eros una vez María (2007); Aislinn Derbez en la adaptación de la novela de José Agustín, Abolición de la propiedad (2012), y, ahora en Alicia en el país de María (2014), Bárbara Mori y la nueva chica Bond mexicana, Stephanie Sigman. Ninguna deja de verse guapa en momento alguno, lo cual, junto al cuidado diseño de arte, las locaciones cerradas y aisladas, la iluminación y coloración artificiosas, hacen que la película esté en perpetua y rígida contención que abona a favor de la estética visual. Sin embargo, el guion es deliberadamente confuso –cuando se esfuerza por ser poético– y la cámara apuesta sin ambages por la apariencia de los protagonistas que a veces posan como si estuvieran haciendo un trabajo publicitario, dejando en segundo plano las actuaciones (que resultan desiguales, a veces poco dirigidas) y, lo que tendría que ser el meollo del filme, la introspección a los resquebrajamientos personales que se padecen en las relaciones que, aunque desgastadas, no acaban por romperse ni reinventarse. Las emociones son volátiles, explosivas, muy visibles pero poco creíbles. Hay mucho compromiso con la forma, pero eso no necesariamente fortifica los idilios.
Fecha de estreno en México: septiembre 3, 2015.
Trailer de Alicia en el país de María