Yeon (Park Ji-a), una hermosa mujer en plena crisis matrimonial que debe lidiar con su esposo adúltero, desahoga su frustración en la escultura, hasta que escucha en los medios de comunicación la noticia de un condenado a muerte, llamado Jin (Chen Chang) que por segunda vez intentó quitarse la vida clavándose un objeto punzante en la garganta. Fascinada por la muerte que tantas veces ha acariciado antes, aguantando un buen rato la respiración bajo el agua, finge ser la exesposa del preso y decide visitarlo en la cárcel. En parte por curiosidad y en parte porque no puede hablar debido a su lesión, el hombre sigue el juego, y así es como la primera reunión es seguida por otros encuentros en los que Yeon no sólo habla con él, sino que expresa su sentido artístico con canciones y disfraces dedicados a cada una de las estaciones del año. Los encuentros gradualmente inducen una pasión entre los dos, bajo la atenta mirada del director de la prisión que sigue sus movimientos a través de las cámaras de videovigilancia, provocando así los celos del marido de Yeon y los compañeros de celda de Jin.
Rodada en solo dos semanas y con un presupuesto muy reducido, Aliento (2007) fue la primera película del recientemente fallecido cineasta surcoreano, Kim Ki-Duk, en competición en el Festival de Cannes, tras numerosos premios en los otros dos prestigiosos festivales internacionales (Venecia y Berlín). Allí están los temas que siempre le interesó explorar: los celos, la pasión y la incomunicabilidad, así como claras referencias a sus películas del pasado como el paso de las estaciones de Spring, Summer, Autumn, Winter… and Spring o el voyerismo de Bad Guy o 3-Iron. La película transcurre casi en su totalidad en la prisión donde está encerrado Jin o en la casa donde vive Yeon con su marido y su hija, pero no faltan secuencias coloridas y musicales en las que la protagonista canta y baila frente al desconcertado condenado, formando una conmovedora atmósfera entre los ambientes cerrados y grises de la celda pero también el infeliz hogar de Yeon. Así como seguimos sus encuentros gracias a las tomas elegidas por el director, también lo hace el director de la prisión con aspecto de verdadero cineasta -no sorprendentemente interpretado por el propio Kim Ki-Duk- que, moviéndose entre las cámaras de vigilancia, haciendo zoom e incluso alternando las imágenes de lo que sucede dentro y fuera de la prisión, es casi una especie de película dentro de la película. Aunque realista y deprimente en la ejecución, el guion es fundamentalmente una fábula en sus detalles y en la repetitividad episódica de su desarrollo. Este es otro romance levemente metafísico que explora los misterios dolorosos e inefables del corazón humano, y aunque los resultados finalmente no alcanzan las ambiciones de Kim Ki-Duk, aquí hay más que suficiente originalidad y emoción para mantener nuestro interés por los prolongados caminos de la soledad.
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