La enfermedad terminal de un amigo mutuo trastoca la vida de tres matrimonios sexagenarios que viven en la campiña inglesa del condado de Yorkshire. Tres de ellos, Colin (Hippolyte Girardot), Kathryn (Sabine Azéma) y Tamara (Caroline Sihol) pertenecen a un grupo de teatro local amateur que está a punto de representar una obra. De ese modo, Amar, beber y cantar (Aimer, boire et chanter, 2014), última película de Alain Resnais (Hiroshima mon amour, 1959), justifica toda su acción, que se desarrolla durante el periodo de ensayos de la pieza teatral, y su escenografía, construida como la de un teatro: las localizaciones son escenarios, y los fondos, telas de diferentes colores, adornados con algo de atrezzo.
El cineasta francés recupera con este filme el mundo del teatro, y lo hace a través de una obra escrita por Alan Ayckborn —guionista de tres de sus cintas, y que gira en torno a un personaje llamado George Riley, al que nunca vemos, pero quien se vuelve el centro de las preocupaciones y desavenencias entre los seis amigos cuando descubren que se le ha diagnosticado un tipo de cáncer incurable. Y es que Riley aprovecha su condición para manipular los sentimientos de sus allegados. Ante la triste noticia de George, Kathryn sugiere que deben invitarlo a participar en la obra para mantenerlo entretenido. La incursión del amigo enfermo en la puesta en escena, desata una serie de situaciones rocambolescas en el grupo. Durante los descansos de los ensayos de la obra, los protagonistas reevalúan sus vidas y sus relaciones. Enfrentan el paso del tiempo a través de la enfermedad de su amigo. Amar, beber y cantar, sustenta gran parte de su interés en sus diálogos, y un diseño de arte colorido, que da como resultado una atmósfera naíf, con transiciones innecesariamente insistentes de una escena a otra para identificar el espacio al que nos movemos, en una narrativa que se produce entre la primavera y el otoño, algo visible en sus escenarios y tonos que acompañan a la banda sonora. Los interiores parecen escenarios emergentes de un escenario teatral, con los protagonistas intercalando los personajes que interpretan en la obra. Aunque la película no descubre nada que el director no haya hecho antes, en Amar, beber y amar, Resnais le permite al espectador deconstruir la narrativa, con su humor agudo, de una manera entusiasta y estilizada.
Minicrítica realizada durante la 58 Muestra Internacional de Cine de la Cineteca Nacional.
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