El Padre Daniel (Zachary Spicer) es un joven capellán que vive en la rectoría junto con el Padre Víctor (Danny Glover) y el sacerdote franciscano, Ollie (John C. McGinley). Daniel mantiene una estricta rutina día a día: corre por las mañanas, realiza sermones y bautizos durante las tardes y tiene el turno nocturno en el confesionario de la Iglesia. Un viernes por la noche, Jane (Wrenn Schmidt) se acerca al recinto para hablar con alguien, pero sin saber mucho del protocolo que existe al confesarse, le cuenta a Daniel que pronto morirá, por lo que quiere saber si el Padre la puede asesorar en la elección del tamaño del ataúd, del tipo de ceremonia que existe y la forma en que será maquillada cuando muera. Daniel escucha atento, pero le explica que el confesionario tiene otros fines. La mujer sale del lugar dejando al hombre intrigado ante lo que acaba de suceder. Jane vuelve a aparecer el siguiente viernes por la noche y, lejos de una confesión, comienza a entablar una conversación con el sacerdote sobre temas que distraen al hombre de su monotonía. Conforme la relación entre Daniel y Jane avanza, la rutina habitual del sacerdote va en detrimento, por lo que el Padre Víctor intenta descubrir la raíz en el cambio del más joven de los clérigos, interrogando en repetidas ocasiones a Daniel sobre si la elección que ha tomado para abrazar la fe es la correcta para él.

Amar o predicar (The Good Catholic, 2017), es el primer largometraje de Paul Shoulberg, quien se basa en la historia de su padre (un sacerdote que se enamoró de una monja –su madre- y dejó los votos monásticos para casarse), para hablar sobre las elecciones de vida y la importancia que éstas tienen al ser un elemento esencialmente formativo. Shoulberg, quien también escribe el guion, parte del sentido del duelo y del deber para formar la personalidad de Daniel, un hombre que amó profundamente a su difunto padre -lo sabemos por las conversaciones telefónicas que tiene en las noches con su madre aún afligida por la pérdida- y que en busca de honrar su memoria, decide seguir con el sacerdocio a pesar de no estar tan seguro de que eso es lo que realmente quiere. El filme también indaga sobre el sentido del placer, no desde una perspectiva sexual, sino a través del goce de pequeñas satisfacciones como lo son los alimentos altos en calorías que come el sacerdote franciscano, o el innegable amor que muestra el Padre Víctor al dar un sermón a su congregación. Cuando el joven clérigo es cuestionado sobre su fe y su compromiso con la Iglesia, al mismo tiempo que Jane lo interroga sobre la relación que va naciendo entre ellos, se hace hincapié sobre la palpable complejidad de los votos de castidad y la inviabilidad del juramento para garantizar una vida plena en sus sacerdotes. Pese a que la historia mantiene una narrativa atractiva y congruente, por momentos hace uso de una salida fácil para resolver aspectos que necesitaban de un desarrollo mucho más elaborado, dejando de lado acertados aspectos -que el guion dejaba entrever- para darle mucho más peso al drama entre la pareja formada por Jane y Daniel que por el sentido del duelo y las obligaciones personales. A pesar de ello, la dinámica que tanto Spicer, Glover y McGinley sostienen durante cada uno de los desayunos, logran generar sobresalientes atisbos de ingenio que muestran el sacerdocio como una manera de vida no tan rutinaria y más compleja de lo que parece.

Fecha de estreno en México: 17 de agosto, 2018.

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