Ron Burgundy (Will Ferrell) y Veronica Corningstone (Christina Applegate) están casados​, viven en Nueva York y trabajan juntos como presentadores en una cadena de noticias de la ciudad. Ante el retiro de Mack Tannen (Harrison Ford), un famoso presentador de noticias, Veronica es promovida y Ron, despedido. Él decide volver a su antigua ciudad, San Diego, y después de una serie de fracasos recibe la oportunidad de trabajar en GNN (Global News Network), la primera cadena de noticias de 24 horas. Para el lanzamiento oficial, Burgundy debe volver a Nueva York, no sin antes buscar a sus excompañeros –Champ Kind (David Koechner), Brian Fantana (Paul Rudd) y Brick Tamland (Steve Carell)– para integrar de nuevo al equipo. A su llegada, entra en una serie de conflictos con su jefa, el dueño de la cadena televisiva y el popular presentador del canal.

Luego de varias falsas alarmas –en algún momento se habló de un musical en Broadway– se ha concretado la secuela de Anchorman: The Legend of Ron Burgundy (2004), filme que, con una inversión de 26 millones de dólares, logró recaudar alrededor de 85 millones en Estados Unidos. Tanto los actores como el realizador, Adam McKay (Step Brothers, 2008; The Other Guys, 2010), se sumaron al proyecto para continuar con las simples e hilarantes aventuras de un grupo de reporteros, a veces tontos, y otras, desquiciados. La repetición e insistencia de chistes sosos y, a veces, ofensivos crean un ambiente hueco e incapaz de superar –o al menos igualar– a su predecesora. Ejemplo de lo anterior es la serie de cameos de celebridades que evidencia una pérdida de confianza creativa por parte de los guionistas (Ferrell y McKay).

LFG (@luisfer_crimi)

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