Un enorme barco desemboca en una pálida playa europea; del interior de la nave desciende una carga conformada por niños provenientes directamente de África. Los pequeños son organizados en fila frente a los escrutadores ojos de una condesa de alto rango (Alba Rohrwacher), blanca como el marfil y, sin embargo, decidida a recibir a uno de los niños en su hogar. Así es como comienza la parábola de Angelo, interpretado en el transcurso de la película por cinco actores de diferentes edades (Samuel Koffi D'Auila, Kenny Nzogang, Ryan Nzogang, Makita Samba y Jean-Baptiste Tiémélé), esclavo y ayudante, pero también educado en el estudio de las ciencias y las artes, invitado en las cortes más prestigiosas, enamorado de una mujer en contraste con su propia piel, miembro de la masonería vienesa y, finalmente, un epílogo que narra un atroz y cruel evento, así como el más fiel históricamente; a saber, el hecho de que, tras su muerte, Angelo fue desollado y disecado para luego exhibirlo en un gabinete de historia natural.
Inspirado en una historia real, el guion -coescrito por el director Markus Schleinzer y Alexander Brom- sigue las fases de crecimiento de un africano nativo en territorio europeo para proponer un análisis antropológico del siglo XVIII y reflexionar en torno a los valores humanos, históricos y sociales, a partir de, por ejemplo, cómo una condesa se desafía a si misma para derrocar los prejuicios que ella misma no podía dejar atrás. Más allá de elaborar una detallada biopic, el cineasta austriaco opta por abstraer la fascinante vida del africano Angelo Soliman en tres capítulos -infancia, edad adulta y vejez-, eliminando toda la complejidad, pero depositando los elementos necesarios para respaldar una tesis y resaltar qué tan profundo es el racismo en el continente europeo, cómo se arraiga el prejuicio y cómo el comportamiento de aquellos que se creen “progresistas” puede llegar a ser mucho más hostil y salvaje. Si bien es cierto que el protagonista se muestra parco y callado, e incluso podría ser visto como un hombre sin profundidad psicológica, el director decide no revelar los pensamientos internos del personaje porque Angelo sugiere ser la imagen de aquellos seres traumatizados que desde pequeños fueron raptados y trasladados a otro lugar; al ser alejados de sí mismos, y sometidos de manera implacable, lo único que reina en ellos es la distancia y el silencio. Schleinzer confecciona un filme riguroso y escalofriante en el que la aparente frialdad y distancia de la cámara retiene toda emoción. No obstante, ésta toma distintas formas: momentos desbordantes de la obligada represión, por ejemplo, cuando el pequeño Angelo abraza con ternura a la condesa, considerándola indebidamente una madre, o cuando de adulto intenta en vano decirle a la mujer que ama que él es solo lo que los demás querían que fuera. No hay escasez de momentos intensos y trágicos, no hay escasez de escenas atrevidas y poderosas, principalmente en el último tramo del relato: un ataúd que podría asociarse a la tumba de una civilización que, en el apogeo de la Ilustración, no hizo más que desembocar en un colonialismo más inhumano.
Fecha de estreno en México: 24 de mayo, 2019.
Consulta horarios en: Cineteca Nacional