Durante las preparaciones para una puesta en escena de Antígona, un grupo de estudiantes de la Escuela de Arte Dramático de la UNAM, guiados por su profesor y director de la misma, descubren las profundidades del texto de Sófocles adaptándolo a su propia experiencia y a la situación que se vive en el país. La ficción y la realidad, así como la vida íntima de cada uno de ellos, se entretejen para expresar una reflexión sobre la relación que existe entre la juventud, el poder y la ética.
Antígona (Dir. Pedro González Rubio, 2018) es más que un retrato de los conflictos internos de la juventud: el “éxtasis emocional”, la energía desbordada, la confusión amorosa y el miedo al futuro; Antígona es, sobre todo, una reflexión sobre el proceso de aprendizaje y madurez, es un acercamiento a las problemáticas surgidas en los jóvenes una vez que comprenden que es necesario asumirse como seres políticos y sentimentales a la vez. Antígona, como heroína y símbolo, se apodera de cada uno de ellos quienes, en el proceso de crear a un personaje, encarnan los conflictos éticos sentidos por ella: Antígona los cuestiona, los violenta. Es en este momento cuando González Rubio, haciendo una exploración notable de las posibilidades del montaje, logra descontextualizar los versos de Sófocles para resignificarlos desde nuestro presente: la palabra es encarnada por los alumnos, a la vez que la misma se mezcla con las imágenes de las marchas en México contra las desapariciones forzadas de los 43 normalistas y expresa la crudeza de nuestra realidad (¿Quiénes son los sacrificados?). Es un filme íntimo y público al mismo tiempo, tal como será el ejercicio de crear una puesta en escena: una obra de teatro surge en un espacio cerrado, en la mente de uno solo, para transmitirse, después, a una pequeña comunidad (los actores), hasta crecer y adquirir la fuerza necesaria para alcanzar al público que la mira. Ésa es la función del actor, según puede verse en el documental de González Rubio, pues reflexiona al respecto: el cuerpo del actor es íntimo y público a la vez, está ahí para personificar las emociones y los conflictos más privados y trasladarlas a los demás. Sin embargo, Antígona no se detiene ahí, nos lleva más allá y nos hace ver que las crisis sociales forman, inevitablemente, parte de las crisis personales. Todos somos actores. Si bien hay momentos en los que la yuxtaposición del discurso social contemporáneo con la obra de Sófocles y las reflexiones personales de la juventud se da de manera forzada y artificial, principalmente cuando se presentan las discusiones de carácter “intelectual”, lo cierto es que González Rubio logra mantener a flote sus pretensiones mediante el buen ejercicio de su oficio; sobre todo con la destacada edición de sonido en las transiciones, mediante la cual logra mantener tenso el hilo conductor (tanto narrativo como discursivo) evitando que se desborde el filme y entregándonos un retrato crítico y poético de la contradictoria realidad de México.
Antígona forma parte de la gira AMBULANTE 2018.