Después de hacer un viaje a Alemania para ayudar al Capitán América, Scott/Ant-Man (Paul Rudd) ha sido puesto bajo arresto domiciliario por romper los Acuerdos de Sokovia. Obligado a guardar su súper traje, el hombre intenta hacerse responsable de sus obligaciones como padre y criar a su hija, Cassie (Abby Ryder Fortson), en su vivienda en San Francisco, que comparte con su fiel amigo y colaborador, Luis (Michael Peña), quien abrió una firma de seguridad personal para exconvictos. Mientras es vigilado por Woo (Randall Park), agente de S.H.I.E.L.D., Scott recibe visiones del reino de Quantum provenientes de Janet van Dyne (Michelle Pfeiffer), que ha estado atrapada en el interior durante décadas. Luego de comunicar estos sucesos a Hope (Evangeline Lilly) y Hank (Michael Douglas), Scott se ve arrastrado de vuelta a una nueva misión; padre e hija trabajan en un túnel que podría llevarlos al Reino Cuántico y regresar con Janet, ubicada dentro un edificio que se contrae y se expande con el clic de un botón. Sin embargo, en el camino se encuentra Ghost (Hannah John-Kamen), un oponente enmascarado que lucha con la fase cuántica, incapaz de controlar sus moléculas, que necesita tecnología Pym para restaurar su cuerpo inestable y deteriorado.
Estrenado en 2015, Ant-Man fue una pequeña apuesta para Marvel Studios en su intento por ramificarse más allá de la lista tradicional de superhéroes, jugando con el tono para ver que tanto podían satisfacer a los fieles seguidores mientras seguían adelante con sus grandes planes para The Avengers. Dirigido por Peyton Reed, el filme encontró a su audiencia, y una que estaba de humor para soportar la comedia, a veces absurda y ridícula, pero también astuta y efectiva, para emparejarse al constante uso de efectos visuales creando así una experiencia cinematográfica más desquiciada que aún estaba atenta a las expectativas de éxito. Después de aparecer en Captain America: Civil War, Ant-Man regresa a su propia serie con Ant-Man and the Wasp (2018), también dirigida por Reed, que trata de reproducir la mezcla de risas y espectáculos visuales encontrados hace tres años, a menudo forzando el tono y retorciéndose en posturas incómodas con tal de superar a su predecesor. El Scott que conocemos en Ant-Man and the Wasp es un tipo que trata de mantener su vida cotidiana mientras sufre el aburrimiento del arresto domiciliario, incapaz de participar en el mundo exterior, centrando su atención en hacer de su vivienda un patio de recreo para Cassie y para su propia diversión, haciendo toboganes de cartón, tocando la batería, cantando canciones de Partridge Family y viendo mucha televisión. Él está luchando con el confinamiento, pero los problemas tienen una forma de encontrarlo, buscando en los rincones de su mente para identificar la existencia de Janet, la brillante esposa de Hank que posee a Scott en breves estallidos, dando a los Pyms la esperanza de que puedan rescatarla con un túnel cuántico y un nuevo súper traje con alas para Hope, convirtiéndola en Wasp. Hay momentos de ardua exposición -a veces fatigante- sobre los años perdidos desde Civil War, ya que el relato tiene lugar antes de los eventos de Avengers: Infinity War. La pesadez del último capítulo del universo cinematográfico de Marvel se alejó con cuidado de la vida de Ant-Man con el objetivo de mantener su sentido del humor y ligereza intactas. Lamentablemente la imaginación de los cinco guionistas (Chris McKenna, Erik Sommers, Paul Rudd, Andrew Barrer, Gabriel Ferrari) es limitada, sin superar las expectativas luego del gran alcance de la entrega anterior. La acción es mejor que la comedia, manteniendo a Reed lo suficientemente ocupado para lograr notables secuencias que funcionan con escala y velocidad al explorar las posibilidades de los héroes en miniatura, así como la manera en que Scott lidia con un traje defectuoso que se contrae y expande sin previo aviso, colocando a Ant-Man en posiciones frustrantes de tamaño aleatorio mientras lucha.
Fecha de estreno en México: 5 de julio, 2018.