El filme se centra en Molly Bloom (Jessica Chastain), una esquiadora olímpica que, tras sufrir un devastador accidente durante una competencia, se hizo cargo del salón de póker más exclusivo y lujoso del que se haya tenido registro. La gloria deportiva y la excelencia académica son sustituidas por la riqueza y el juego de poder que la convierte en una de las personalidades más singulares de Estados Unidos e, inevitablemente, en uno de los objetivos más buscados del FBI.
Podría decirse que Aaron Sorkin (The Social Network, 2010) tiene un auténtico gusto por retomar personas de la vida real –cuyas historias rebasan los límites de la ficción– para trasladarlos a protagonistas de sus guiones: Mark Zuckerberg, Steve Jobs y Charlie Wilson, por mencionar algunos. En su más reciente película, y su debut como director, Apuesta maestra (Molly´s Game, 2017), lo hace de nuevo, con el mismo estilo y con la misma maestría al adaptar la historia de Molly Bloom, la princesa del póker. Al menos eso podemos decir del guión, pues nos entrega una obra con los elementos a los que nos tiene acostumbrados: diálogos rápidos y agudos, irónicos, discursivos y que, por momentos, sufren de un excesivo barroquismo sin dejar de ser eficientes; desplazamientos temporales yuxtapuestos; personajes arrogantes y de una inteligencia extraordinaria, cuya voracidad y ambición termina casi por consumirlos; el retrato del encanto decadente que sostiene al capitalismo estadounidense; el proceso de mitificar a un personaje para después, al final, entregárnoslo como un ser humano frágil y común, entre otros. Por otra parte, la diferencia de este filme en particular estriba, principalmente, en que la complejidad del mismo reside en la dificultad del juego que retrata: el Texas hold’em. Tenemos tres espacios temporales, tres caras o verdades de Molly, tres problemáticas, como las fases mismas del juego (flop, turn, river) y, como no estamos invitados a jugar, no nos queda más que sentarnos a la orilla de las butacas y sufrir la tensión de desconocer lo que esconden las cartas que Sorkin nos ofrece. Todo esto, por supuesto, mientras intentamos descifrar lo que ocurre, porque no hay un momento de posible distracción. Los problemas están puestos sobre la mesa y conforme avanza el filme se hacen más complicados: la apuesta crece. Y esto es así porque Sorkin nos entrega –en una sola obra– géneros del gusto popular (otra tríada): filmes de abogados, thrillers y dramas deportivos, pero concentrándose en el personaje, en su intimidad, en su complejidad humana y no en sus hazañas. La actuación de Jessica Chastain (Interestelar, 2014) resulta reveladora en ese sentido, pues retrata fielmente la angustia y el peso del poder que subyuga a quien que lo posee. Es un buen debut como director, pero es inevitable decir que Sorkin dirige como guionista: el lenguaje, y su entreverado sistema, es el hilo que sostiene a su mirada.
Fecha de estreno en México: 26 de enero, 2018.