Alma (Johanna Fragoso Blendl) se coloca un par de aretes de turquesas mientras se observa en el espejo. Esos pendientes son el único objeto de valor que poseía el día que ingresó a la cárcel por robo. La mujer ha cumplido su condena y camina por las calles sucias y frías de la Ciudad de México. La lluvia la obliga a refugiarse en un paso peatonal subterráneo. La mujer llega a la farmacia donde labora Concha (Mónica del Carmen) para preguntar por Bennie (Raúl Briones) -su expareja y el motivo por el que ella pasó esos años en prisión-, y el paradero de su hija, Azul (Azul Magaña). Mientras Alma conversa con Cocha, en la otra esquina del mostrador de la farmacia, está Clemente (Enrique Arreola), un hombre que padece de hipocondría y que justifica su necesidad de cuidados al asumir que tiene el Síndrome de Brugada. Después de mirar a Alma, Clemente comienza a agitarse, al punto en que es necesario que llamen a una ambulancia. La chica se acerca al enfermo y toca su mejilla con calidez, intentando tranquilizarlo en lo que la asistencia médica llega. Con la ayuda de Concha, Alma encuentra un pequeño cuarto en la azotea de una vecindad y comienza a buscar un trabajo, pero, debido a sus antecedentes criminales, no consigue empleo en ningún lugar. Clemente, que ha visto una estampa religiosa donde uno de los santos tiene el cabello del mismo tono que el de Alma, le ofrece un empleo como su cuidadora. Pese a la estabilidad que mantiene en su nuevo trabajo y la buena y cordial relación entre ambos, Alma no puede sacar de su mente a su hija, por lo que comenzará una búsqueda para encontrar a Azul.
Con Asfixia (2018), Kenya Márquez nos invita a seguir a un personaje con una piel muy clara y con cabello y pestañas de un rubio casi blanquecino. Alma posee un trastorno genético llamado albinismo, lo que la hace más propensa a los rayos de sol (debido a la mínima producción de melatonina) y a destacar en una población donde la media tiene una piel cobriza. Desde diversos puntos, Márquez aborda el tema de la discriminación: en una primera instancia a partir del tono natural del cuerpo de la protagonista; en segunda, por los obstáculos a los que se enfrenta alguien que pasó un tiempo en prisión y que busca una nueva oportunidad laboral; en tercera, su condición de mujer, algo que la hace frágil ante la mirada de Bennie, quien aprovecha su fuerza para sacudir a Alma en contadas ocasiones. Pero ésta no es la única vez que la cineasta expone la fragilidad de su protagonista: en las primeras escenas observamos planos abiertos en zonas marginales de la Ciudad de México que enmarcan el transitar de Alma. Su cuerpo habita solo un ínfimo espacio de la toma, pero la vulnerabilidad que emana de ella consigue agudizar el desorden citadino que la rodea. Nosotros sólo somos meros espectadores de la tragedia que abraza a Alma y la cineasta nos lo hace saber situándonos detrás de ella –en varias ocasiones- para observarla ser ingerida por la sucia y oscura urbe. Pero incluso dentro de este sombrío caos existe una luz que orienta a los personajes hacia la condensación de sus sueños, ya sea una boda, un reencuentro o ser visto por primera vez en mucho tiempo. Gracias a la lente de Javier Morón sensaciones como el agobio pueden ser expresadas a partir de simbolismos visuales que van desde una maleta hasta un pequeño cuartito inundado. A lo largo del filme, la directora expone tres relaciones importantes: el vínculo de una madre con su hija, el nexo que surge entre un paciente y su enfermera, así cómo una relación amorosa construida a partir de insultos y resignación. Cada relación muestra un afecto distinto: amor, devoción y obstinación. Con esto, Asfixia intenta dejar algo en claro, incluso ese sueño recurrente que parece intangible e inalcanzable puede materializarse alguna vez.
Fecha de estreno en México: 18 de octubre, 2019.
Consulta horarios en: Cinépolis, Cinemex, Cineteca Nacional