En el año 2563 en la Ciudad de Hierro, el Dr. Ido (Christoph Waltz) camina por un mundo tecnológicamente hiperavanzado, pero rodeado de basura, mientras que Zalem, una ciudad en los cielos, se cierne sobre sus cabezas como un paraíso inalcanzable para los los residentes pobres que quedan en el suelo. Al descubrir un cuerpo robótico entre los escombros y los desechos, Ido utiliza sus conocimientos en cibernética y biomedicina para crear a Alita (Rosa Salazar), un cyborg con un cuerpo metálico y el cerebro de una adolescente. Alita tiene amnesia, no está segura de cuál es su historia, pero está feliz de encontrar un hogar con Ido, que satisface sus necesidades paternas después de un matrimonio fallido con la Dra. Chiren (Jennifer Connelly), quien ahora se ha unido a Vector (Mahershala Ali), una figura poderosa con muchos contactos para llegar a Zalem. Aprendiendo a navegar en su peligroso entorno, Alita se ve envuelta en una comunidad de cazadores de guerreros, cazarrecompensas que mantienen el orden y la excitación violenta de Motorball, un deporte popular que Alita intenta aprender.
Hija de dos padres diferentes pero compatibles Battle Angel: La última guerrera (Alita: Battle Angel, 2019) es el resultado de una sinergia creativa que ha superado los obstáculos de casi 20 años de permanecer en el limbo, otorgando a cada padre un papel decisivo para el logro de este filme. Específicamente, James Cameron (coguionista y productor) ha encontrado en el cineasta Robert Rodriguez (Sin City, 2005), un socio ideal, ya que ambos comparten ideas bastante similares en la representación de personajes femeninos, además de la hibridación masiva entre acción real y CGI que caracteriza a muchas de sus películas. De esta manera, Rodriguez tiene la oportunidad de trabajar con un presupuesto más alto de lo habitual, mediando al mismo tiempo entre las dos “almas” de su cine: entretenimiento para adultos y niños, brutalidad terrenal y escapismo de cuento de hadas, bajo la bandera de una superproducción aprobada por el creador de Terminator (1984) y Avatar (2009). Basado en el manga de Yukito Kishiro, el filme absorbe el trabajo original para diluirlo en un relato de ciencia ficción que investiga el potencial de lo posthumano y el encanto de lo orgánico, confiando a Rodriguez la tarea de traducirlo en una película armónica y compacta. El director no está acostumbrado a trabajar bajo encargo, pero demuestra su habilidad en el manejo de los ritmos narrativos. A pesar de la inmensidad del material, esta transposición tiene una linealidad que nunca la hace perder de vista el objetivo, dejándose guiar por la mirada de su protagonista. No obstante, en algunas ocasiones, el director se encuentra atrapado en arenas movedizas expositivas, invirtiendo una gran cantidad de tiempo en pantalla tratando de detallar verbalmente un mundo que está mejor revelado en formas puramente cinematográficas. El descubrimiento del escenario postapocalíptico se lleva a cabo siguiendo el camino de la protagonista, en cuya mirada -reminiscencia de las niñas de enormes ojos que pintaba Margaret Keane- nos identificamos totalmente: observamos la Ciudad de Hierro y Zalem con su propio asombro, aprendiendo paso a paso su historia y lo que representan. El ingenio infantil de Cameron y Rodriguez se adapta a la caracterización de Alita, realza su pureza y su impulsividad juvenil. Es uno de los principales méritos de la película: construir el camino de entrenamiento de una heroína decidida a no comprometer su inocencia frente a las presiones de un mundo cínico, pero a veces un tanto ingenua, dispuesta a entregar su corazón al primer joven del que se enamora; es ahí cuando aparece en escena Hugo (Keean Johnson), un punk motociclista callejero con un corazón de oro que impulsa una subtrama amorosa innecesaria al estilo Romeo y Julieta.
El gran atractivo de Battle Angel: La última guerrera es el alcance de la producción, con Rodriguez confeccionando un universo que luce inmenso y apabullante, empleando una cantidad significativa de efectos visuales para generar extrañas visiones. Por ejemplo, los cazadores de guerreros tienen un aspecto de carne rosada envuelta sobre partes brillantes de robot metálico inspirados en RoboCop (1987) de Paul Verhoeven. O la propia Alita, que está creada con tecnología de captura de movimiento, mientras Salazar logra humanizar un personaje sintético. En última instancia, Cameron y Rodriguez buscan las semillas de la empatía en un contexto posthumano, pero centrándose en la evolución de la carne hacia un futuro donde la singularidad del cuerpo pierde su centralidad. En la Ciudad de Hierro, los cuerpos son intercambiables o reemplazables, se pueden actualizar o desmontar a voluntad, prolongando la existencia virtualmente hasta el infinito. No hay obstáculos para el amor entre hombres y cyborgs, porque la humanidad reside en las capacidades afectivas y empáticas, en la disposición al aprendizaje y la experiencia.
Fecha de estreno en México: 14 de febrero, 2019.